Besos de un infiel romance Capítulo 19

Me fui a casa, esa misma tarde volví a mi hogar junto a mi hija y su padre.

Fue difícil explicarle a mi pequeña que tenía un bebé o más bien ella iba a tener un hermanito o hermanita y no pudo seguir con vida.

— Jessy espera, déjame bajar las cosas y ayudarte. — dijo Sebastián saliendo del auto cuando se estacionó frente a casa.

— No es necesario, puedo sola. — salí del auto y el maldito dolor me hizo apretar los dientes.

La anestesia había pasado y sentía todos los dolores.

Y lamentándome porque mi hermano tenía que ir a trabajar llegué a la puerta acompañada de Luz, la cual venía muy callada.

— Luz, cariño saca las llaves que están en mi bolsillo trasero. — mi hija lo hizo y abrí la puerta encontrándome con una gran sorpresa.

— ¡Abu!

Mamá estaba aquí, en mi casa saludando a mi hija, pestañee para poder creer que verdad estaba aquí, hace mucho tiempo no la veía.

Seguía delgada, con el cabello rubio claro y sus ojos siempre maquillados.

— ¡Abu te extrañe tanto!

— Yo también cariño mío, que grande estás te deje unos regalitos en tu cuarto ve a verlos.

Sin importar el dolor me encaminé rápido hacia ella y la abracé muy fuerte, mientras Luz subía a su cuarto.

— Mi niña. — susurró acariciando mi cabello. — Ya estoy aquí.

No pude aguantar las ganas de llorar, joder parecía que era un mal hábito llorar a cada nada.

— Lamento mucho lo que te paso cariño, tu hermano me llamo ayer y no dude en venir. — aclaro mis dudas. — Fue a buscarme a la estación hace una hora y pasamos por tu trabajo, tenías todas tus cosas allá.

— Lo sé. — me separé del abrazo y sequé mis lágrimas. — Rodrigo me dijo que iría a buscar mis cosas antes de irse del hospital, pero no me contó que venías.

— ¿Cómo te sientes cariño? Ve a acostarte que yo te voy a cuidar. — me dio un beso en la frente.

En ese momento entro Sebastián a la casa.

Mamá alzó las cejas sorprendidas.

— Sebastián. — dijo en un tono sereno.

— ¡Tish! No sabía que estabas en la ciudad, ¿Cómo estás? — el padre de mi hija se acercó para darle un abrazo que no fue correspondido por mi madre como lo hacía habitualmente.

— No tan bien sabiendo que mi hija no está feliz y acaba de perder un bebé.

— Mamá. — le advertí con los ojos que no era el momento.

Mi madre podría ser muy amable pero cuando se trataba de sus hijos podía atacar dónde más dolía.

— No cumpliste tu palabra Sebastián, que decepcionada me tienes. — susurró mi madre solo para ellos dos, pero logré escuchar.

Fruncí el ceño, yo no le había contado la verdadera razón de nuestra separación, pero ella parecía saberlo muy bien.

Y mi mente se activó, Rodrigo.

Mamá podía ser muy persuasiva y mi hermano siempre era el que le contaba le verdad.

— Cariño ve a recostarte, yo iré enseguida con una rica comida porque dudo que comieras en el hospital. — comentó mi madre mientras iba a la cocina.

— Pensaba quedarme para ver qué estuvieras bien, la doctora dijo que hay que tener cuidado en los dos siguientes días. — dijo Sebastián.

— Lo sé, pero mi madre se quedará, podrías quedarte a cenar para estar con Luz, te extraña.

Asintió ante mis palabras y me di media vuelta para subir las escaleras e ir a mi cuarto, pero al primer peldaño sentía que me partía.

— Joder Jessy. — Sebastián llegó a mi lado de inmediato sujetando mi cintura.

— ¿Qué pasó? — pregunto mi madre.

— No puede subir las escaleras. — hablo Sebastián.

— Si puedo, solo denme un segundo. — exhalé antes de subir el segundo peldaño, pero el dolor fue el mismo y solté un jadeo lleno de dolor.

— No, no puedes. — sentenció Sebastián. — Ven aquí.

No me dio tiempo de reaccionar cuando ya me tenía entre sus brazos y pegada a su pecho.

Nuestras miradas de cruzaron y sentí muchas ganas de acurrucarme en sus brazos. Joder lo extrañaba tanto, pero esquivé mi mirada antes de cometer una estupidez.

Parecía que no había dormido nada y tenía la barba crecida, eso no era usual en Sebastián. En el pasillo escuche a Luz hablando con sus muñequitas y entramos al cuarto.

Me dejo en el piso y quitó las sábanas, me ayudó a recostarme en la cama.

— Yo puedo. — dije cuando lo vi con la intención de quitarme los zapatos.

— Déjame ayudarte, Jess, por favor.

No seguí luchando porque era obvio que no podía sacarme los zapatos sin que me doliera el cuerpo entero.

— Puedes traerme un pijama, por favor. — pedí.

— Claro. — no tenía que decirle dónde estaba porque él lo sabía perfectamente.

Abrió el cajón y saco una de color cobrizo de dos piezas.

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