Besos de un infiel romance Capítulo 18

Tenía veinticinco semanas y una barriga hermosa, el cabello volvía a relucirme y mis uñas estaban bonitas, muy bonitas.

No sabía el sexo, pero sentía que era una niña, otra niña.

Pero de un momento a otro todo estaba lleno de sangre y mi barriga no estaba, solo había sangre y un dolor horrible.

Desperté exaltada con el corazón latiéndome a mil, pero al voltear mi rostro sentí que todo se me paralizaba.

— Jessy...

Su voz.

Sus ojos observándome con pena.

Tragué grueso cuando lo vi ponerse de pie y la barbilla me tembló.

— ¿Qué haces aquí Sebastián? — logré articular con la voz temblorosa.

— ¿Por qué no me llamaste Jessy? Habría venido corriendo. — afirmó lo que tanto sabía, al verlo más de cerca pude notar sus ojos rojos.

Claro que lo sabía, sabía de la perdida de nuestro bebé.

— Yo... — la voz me falló y no pude evitar derramar las lágrimas que estaba reteniendo.

Sus manos se posaron en mis mejillas mientras su frente se acoplaba con la mía.

Ambos sufríamos y sentíamos el mismo dolor, sentí el abdomen dolerme cuando me incliné un poco más para callar mis sollozos en su hombro, me sostuve de sus brazos mientras sus manos se enredaban en mi cabello.

— Tranquila cariño, que estar así te hace peor.

Sentir su aroma, la cercanía y el amor con el que me hablaba me dolía aún más, estaba tan débil en todos los sentidos que solo me deje ir y trate de olvidar por un segundo todo lo que había pasado hace algunas semanas.

— Yo no sabía, no sabía que estaba... — solloce débil.

— Shh... No es tu culpa Jess, son cosas que no podemos controlar. — trató de buscar mis ojos y me sostuvo de las mejillas.

Negué ante sus palabras.

— Yo me caí en el trabajo. — confesé bajo su ante mirada y vi como su semblante cambio. — Si no me hubiera caído o hubiera comido bien... — seguí reprochándome.

— Joder Jessy ¿Cómo es eso de que te caíste? — pregunta ignorando lo demás.

— Me resbalé de las escaleras. — confesé muy bajito.

— Joder, tienes que dejar ese trabajo yo puedo mantenerlas, no es necesario...

— No. — lo interrumpí. — Tú tienes que pagar tus cosas, yo puedo hacerlo, no necesito que me mantengas.

Me separé de él molesta.

— Jessy, puedes buscar algo mejor. — sugirió.

— ¿Cómo? ¡Si ni siquiera terminé mi carrera porque me embarazaste! —reclamé— Me embarazaste y no pude terminar mi maldita cerrera, mientras tú estás en un trabajo que te encanta, te follas a tus malditas modelos y ¿yo qué? ¡Estoy sola, horrenda, a cargo de una niña de cuatro años y acabo de perder un bebé! — sentí un dolor desgarrador en el vientre, las máquinas comenzaron a sonar, pero no me importaba, esta fuera de sí.

Necesitaba expresarme, sacar todo de adentro.

— Jessy por favor cálmate, aún puedes terminar la carrera, buscar un trabajo que te guste...

— Te odio, te odio...

Estaba perdiendo la cabeza, comencé a llorar e intenté quitarme todo, quería irme, no aguantaba estar aquí recordando la perdida de mi bebé.

— Señora, por favor, tranquilícese. — no sé en qué momento llego una enfermera y comenzamos a forcejear.

— ¡No quiero! Déjenme en paz.

— ¡Jessy ya basta!

El grito de Sebastián nos dejó a amabas quieta, aparto a la enfermera y me sujetó de los hombros sin tanta fuerza.

— Jessy, vuelve a la cama. — demandó.

— No me hables así. — pedí con voz pausada y su rostro se relajó.

— Lo siento, pero por favor vuelve a la cama. — dijo ya más calmado y sentí el cuerpo débil al moverme.

— ¿Qué hizo? — protestó Sebastián a la enfermera mientras me ayudaba a acomodarme en la cama.

— Le inyecte un calmante, ella debe descansar y este tipo de situaciones no ayudan. — sentenció. — La paciente está débil y como ya le expliqué la situación no debe alterarla o tendré que sacarlo de la habitación, con permiso.

No la vi salir ya que los ojos me pesaban y volví a sentir esa calma al estar sedada.

— Lo siento cariño. — murmuró Sebastián besando mi cabeza. — Descansa, estaré aquí.

Cuando percibí que se alejaría cogí su mano con poca fuerza.

La puerta se cerró y pase algunos minutos a sola hasta que llegó la enfermera con el desayuno.

— Hoy puede irse a casa, pero antes vendrá un psicólogo a hacerle algunas preguntas. — informó mientras me quitaba la intravenosa.

— ¿Por qué? No estoy loca, solo quiero irme a mi casa.

— Un aborto deja secuelas y es necesario tener un seguimiento psicológico, no hay discusión. — sentenció nates de tomar sus cosas y salir de la habitación.

¡Perfecto!

No volví a saber nada de mi hermano y Sebastián hasta en medio día, ambos habían vuelto a discutir frente a mi hija y eso me descolocó.

No me dejaron levantarme de la cama hasta que llegara el psicólogo.

— Buenas tardes, Jessy. Soy Edwin Rivera y es un gusto poder atenderte el día de hoy. — se presentó un hombre sonriente vestido de un polo y pantalón negro, el cabello lo tenía de color cobrizo y traía una libreta y lápiz. — Preguntarte cómo te sientes sería una burla porque supongo que no es fácil lo que te está pasando.

Cruzo las piernas y me quedé plasmada.

— Buenas tardes. — carraspee. — Bueno bien no estoy, hace tiempo no lo estoy. Siento una opresión en el pecho asfixiante aparte del dolor de mi vientre, claro. No sé qué mal hice para estar pagando con tanto, pero ese no es caso ¿Por qué está aquí?

Suspiré al terminar, había hablado tan rápido que me estaba poniendo nerviosa su mirada.

— ¿Por qué hace tiempo no estás bien? — me respondió con otra pregunta.

— Esa no fue mi pregunta. — murmuré mirándome la marca de la inyección en mi mano.

— Estoy para ayudarte, ahora ¿Por qué no estás bien hace tiempo? — volvió a preguntar.

Alcé la mirada indecisa, contarle mis cosas era algo muy íntimo que me llevo más de veinte minutos darle vuelta a muchas cosas hasta que lo dije, en voz alta y clara.

— Sebastián, mi esposo me fue infiel hace dos semanas y lo vi, lo vi como estaba follando con esa mujer en el escritorio de su trabajo.

Su rostro no expresó nada, solo anotó en su libreta se puso de pie y me tendió un papel.

— Lo lamento mucho Jessy, nuestra sesión termino debo atender a otros pacientes, pero te espero en nuestra próxima sesión.

— ¿Qué? Pero yo no quiero...

— No faltes y se puntual, nos vemos.

Se despidió saliendo de la sala y dejándome expuesta a la verdad, una verdad que dolía cada que lo recordaba.

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