Besos de un infiel romance Capítulo 22

Los días habían pasado, con ello dos sesiones junto a Edwin, mi psicólogo. Los avances eran lentos pero seguros, como dice mamá. De a poco la comida de estaba volviendo mi lugar seguro, aunque seguía muy delgada según mi doctora pero Edwin me estaba ayudando con eso.

Mañana sería la presentación de Luz en la escuela, arreglamos los últimos detalles de su traje de flor junto a su padre, que ayer por la tarde paso a visitarnos.

Me había enterado por Luz que Sebastián seguía durmiendo en un hotel, después de casi un mes...

Hablaría con él, es imposible que esté pagando un hotel cuando se le juntara con los gastos de la escuela de Luz, el pago a la señora Pilar, además quiere encargarse del resto faltante de mi carrera y las cuentas de la casa.

Vaya loco, quedará sin sueldo para el resto del mes.

¿Acaso no piensa comer?

Por otro lado, mi relación con él es... extraña, actuamos como si nada hubiera pasado, no hay gritos, discusiones, ya no lloro como los primeros días, pero la espina está ahí y removerla es lo que dolerá, cuando en unas semanas reciba la demanda de divorció.

Suspiro borrando estos pensamientos, pasará lo que tenga que pasar, por ahora solo me enfocaré en mi hija y mis estudios.

Los nervios arrasan conmigo cada que recuerdo que iré a la universidad, solo quedan dos semanas y la ansiedad me come por dentro. El tiempo va muy rápido o soy yo que al haber renunciado al minimarket los días en casa se me hacen cortos.

Edwin me sugirió distraerme, ordenar la casa, hacer ejercicio, cocinar, hasta incluso arreglar el jardín cosa que pocas veces hice ¡ahora me encanta!

A veces me siento como las flores, días dónde están marchitas, sus hojas se caen y están vacías, pero luego hay días que crecen, florecen y brillan.

Yo estoy en el proceso de volver a crecer mis hojas para florecer y brillar.

— ¡Mami! ¡Mira cómo me veo!

Luz baja vestida de flor con una sonrisa inmensa en su rostro.

Ella está en la mejor etapa...

Brillando.

Sonrió.

— ¡Te ves preciosa cariño! Ven aquí para acomodar tus hojas.

Su traje consiste en medias largas, camiseta y un tutú de color verde, en sus manos trae unas hojas de tela que resaltan al ser más oscuras.

Le acomodo las hojas rosadas que rodean su rostro, la señora Pilar se ofreció a hacer las hojas ya que le encanta cocer y tiene una máquina para eso.

— Listo, cariño. —beso su frente— Estás preciosa.

La halago y ella gira sobre si sonriéndome con ojos coquetos.

— ¿Papi irá mañana, cierto?

— Ayer dijo que sí.

— ¿Puedo llamarlo? Dijo que hoy no vendría porque tenía mucho trabajo. — hace un puchero y asiento tomando mi celular.

Marco su número y le entrego el celular a Luz.

Escucho la voz de Sebastián saludarme pensado claramente que soy yo al teléfono, pero Luz lo interrumpe invadiéndolo de preguntas y diciéndole que se ve muy bella con su disfraz.

Me pongo de pie dejándolos hablar mientras voy a preparar la cena.

Mañana hablaré con Sebastián sobre porque está viviendo en un hotel y quiere ofrecerse para pagar todo.

Sin duda buscaré un trabajó donde pueda acomodarme con mis horarios, no quiero ver la opción de trabajar los fin de semanas, eso limitaría mucho mi tiempo con mi hija y ha sido complicado los "family day" Sebastián ha salido con ella los últimos dos Domingos siendo yo la encargada de pasarla bien los sábados.

|Sebastián|

Luz corta la llamada no sin antes hacerme prometer que iré mañana a su baile en la escuela.

— ¿Mucho trabajo? — pregunta Marcos, mi colega.

Entra a mi oficina y sin ofrecerla nada coje un vaso para servirse whisky.

Estoy acostumbrado a su imprudencia y que no pida permiso para nada, compartí largos años de trabajo en el edificio anterior de mi trabajo.

Marcos al igual que yo es un contador que lleva años en YUSSTE×TIL, comenzó haciendo pasantías hasta que Yushelt lo contrató.

— Algo así, mañana mi hija tiene su primera presentación en la escuela y no puedo perdérmela. — cierro la pantalla de mi computadora viendo cómo se sienta frente a mí y coloca sus patas en mi escritorio— Baja tus putas patas. — gruño.

— Uy qué humor, Jessy no te ha dado masajitos. — se burla.

Que me recuerde a Jessy me hace dolor la tráquea.

Marcos llegó hace poco a este edificio y no tiene idea la cagada que hice.

— Estaba adelantando trabajo porque llegaré pasado las tres de la tarde. ¿Estarás presente en la reunión de mañana? — cambio de tema.

— Así es, Yushelt me obligó a estar. —se estira en la silla llevando sus manos a la cabeza muy relajado, cómo si no fueran las nueve de la noche y tuviera que irse a su casa.

— ¿Qué haces aquí? Deberías estar en tu casa. — me pongo de pie guardando los informes en las carpetas. — Ten, hay va toda la logística del desfile para que lo presentes mañana.

Marcos recibe las carpetas.

— Gracias ¿Te vas? — se pone de pie cuando me ve tomar mis cosas.

— Si, es tarde y estoy cansado. — mi celular vibra y es una foto de Luz.

Está frente al espejo sonriendo vestida de flor con el celular de su madre entre las manos.

— ¿Qué es? Jessy te mando una foto cochina que sonríes como tonto. — Marcos intenta ver mi celular, pero lo corro.

— ¡No seas idiota!

— Respóndele, dile que iremos a tomar unos tragos y llegarás más tarde.

No sé cómo sentirme al respecto con la inocencia de Marcos, tampoco me atrevo a decirle la estupidez que hice porque conociéndolo es capaz de partirme la cara a puñetazos.

Aunque me lo merezco.

Le mandó un audio a Luz que se ve preciosa y mañana estaré en primera fila viéndola bailar mientras Marco va por sus cosas.

Recibo un mensaje de voz y el corazón me late rápido cuando escuchó la voz de Jessy.

Mi amor…

¿Hace cuánto no follo?

Recordar a Jessy jadeando, mojada, desnuda bajo mi cuerpo...

Ahora estoy caliente mientras hace poco estaba a punto de llorar.

Maldito loco que me estoy volviendo.

— ¿Te bebiste toda la puta botella, Sebastián? — me encojo de hombros mientras miro... ¿Qué miro?

— Otra. — dejo más billetes en la barra y el chico me mira, asiente cogiendo los billetes, pero Marcos lo detiene.

— Claro que no, dámelos. — extiende la mano y le devuelve los billetes para luego desaparecer de nuestra vista.

— ¿Qué haces? Quiero otra. — gruño tratando ponerme de pie.

El mundo me da vueltas y me sujetó la cabeza.

— Jodeeer, veo dos tú. ¿Dónde estás Marco? — intento manotearlo pero la mano se me cae en el aire.

— Maldita sea, vengo a divertirme no a ser tu niñera. — me ayuda a apoyarme en él para salir del lugar.

— Aburrido, volvamos por otra botella. — arrastró las palabras cuando noto que llegamos a mi auto.

— Cállate, voy a tener que ir a dejarte en tu coche y luego volver por el mío. — me quita las llaves y cuando voy a alegar no me da tiempo y me mete al asiento trasero con un empujón. — No hagas estupideces.

Me recuesto, pero mis piernas no me dejan estar estirado.

¿Y si me las corto? Me incómoda llevarlas dobladas, el coche comienza a moverse y con ello la luna, de apoco se mueve.

¿Por qué la luna me sigue?

— Jode cállate, no recordaba como eras borracho. — escuchó hablar a Marcos, pero lo ignoro.

¿Dónde está la luna?

¿Desapareció?

¿Por qué todos se alejan?

El cielo es bonito

Mi hijo está ahí.

— Hemos llegado, despierta. — Marcos me remueve.

— ¿Dónde estamos?

— En tu casa.

Abro los ojos rápido y me quedo sin aire cuando veo mi casa, mi antiguo hogar, pero ese no es el problema, el problema es la mujer que está en pijama con una bata de satén y las piernas desnudas.

Jessy.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Besos de un infiel