Cuando Samuel terminó de hablar con Natalia, ordenó a Tristón que buscara al chófer para llevarla a casa.
Echó un vistazo a la nota adhesiva que llevaba en la mano y que tenía escrita una ristra de números de teléfono.
«Resultó ser una sorpresa mayor de lo que esperaba. No sólo le agrada a Sofía, ¡también a Franco! Esos dos mocosos no escuchan a nadie más que a mí, por miedo. Ni siquiera nuestros parientes, Tristón y los empleados pueden con ellos. Además, ella tampoco me cae mal. ¡Maldita sea!».
Se escuchó que llamaron a la puerta.
-Adelante.
Samuel tenía una memoria fotográfica, así que ya había memorizado los números de la nota adhesiva en el momento en que ella la escribió. Sin embargo, no tiró la nota y la guardó en su cajón.
Esteban entró y se sentó en el sofá, cruzando las piernas de manera perezosa.
-Sam, cerré el trato con respecto al terreno en el este de la ciudad -anunció con una expresión de entusiasmo en su rostro, como si esperara la aprobación de Samuel.
Éste se limitó a mirarlo con frialdad.
—¿Le enseñaste a Franco a coquetear con las chicas cuando estabas con él?
Con la boca crispada, Esteban rebatió de inmediato:
-¡Dios mío, no! Es el precioso hijo de la Familia Bonilla. Por muy atrevido que sea, ¡nunca me atrevería a enseñarle esto!
-A partir de ahora, cuando estés con Sofía y Franco, no podrás coquetear con mujeres.
-¿Eh? -preguntó Esteban, desconcertado.
—Aunque no les hayas enseñado, ellos pueden aprender observándote. —Estrechando los ojos, Samuel continuó—: Pobre de ti si veo a Franco aprendiendo palabras indecentes de ti.
-¿Indecentes? ¿Mi sobrino? -Esteban miró a Samuel y preguntó con curiosidad—: La personalidad de ese mocoso es igual a la tuya. Distante. No suele escuchar a nadie más que a ti, así que ¿a quién le dirá esas palabras?
-Ya la conoces. Natalia Nava.
Esteban se quedó boquiabierto.
-¿A ella? ¿Qué antecedentes tiene? Sofía está loca por ella, y ahora, hasta a Franco, ese mocoso travieso, ¿Le gusta?
-No lo sé, pero eso no es importante. Sólo me preocupa si puede o no tratar a Sofía.
-Sam, el aspecto de esta mujer es demasiado sencillo. Si no, con su habilidad para tratar a esos dos, más algo de seducción, ¡tal vez pueda convertirse en tu esposa! -comentó Esteban, encogiéndose de hombros.
En el momento en que Esteban terminó de hablar, dos figuras aparecieron en la puerta entreabierta.
—Tío Esteban, ¿estás ciego? —preguntó Franco con el ceño fruncido, su cara reflejaba su disgusto hacia Esteban.
-Ci...¿Ciego yo?...
—¿Cómo que es fea? Si no me crees, pregúntale a Sofía. — El chico dirigió una mirada a su hermana como si esperara su afirmación.
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