—¿Natalia Nava?
Yanara se quedó por completo sorprendida al escuchar la respuesta de Tristón, y sus rasgos faciales se torcieron de una manera garrafal.
«¿Qué no ya estaba muerta, asesinada por el incendio que orquesté? ¿Cómo puede estar viva?».
El miedo la invadió como una ola, tanto que sintió que se ahogaba. «No, esto es imposible. ¡Imposible!». Justo cuando estaba a punto de asfixiarse, hizo lo posible por recuperar su voz. Sin embargo, ya no sonaba tan dulce como antes.
-Tristón... Tengo curiosidad por saber qué tipo de persona les gustará a Franco y Sofía. ¿Puedes describir cómo es esa mujer?
Tristón pensó un momento antes de responder:
—Esa Señorita Nava parece bastante normal. Parece tener unos veinticuatro o veinticinco años, y mide algo así como un metro sesenta y cinco. Sus rasgos, aparte de los ojos, son muy sencillos. Creo que pasa mucho tiempo bajo el sol, ya que tiene muchas pecas en la cara.
Al oír eso, Vanara suspiró aliviada y se rio.
«Natalia y yo somos gemelas idénticas. Aunque nuestros rasgos son casi iguales, ella es más guapa que yo por poco. Sin embargo, según Tristán, esta Natalia tiene pecas por toda la cara. Por lo tanto, en definitiva, no es mi hermana».
Después de colgar el teléfono, agitó el vaso de vino en sus manos, apareciendo un brillo vicioso en sus ojos.
«Fui yo quien la quemó hasta la muerte hace años. ¿Cómo es posible que vuelva ahora? Es pura coincidencia que esa mujer fea tenga el nombre de Natalia».
El chófer de la Familia Bonilla había llevado a Natalia a su casa.
Ella echó un vistazo a su departamento alquilado de ciento veinte metros cuadrados. «Mi nueva casa es muy común comparada con la extravagante Residencia Bonilla».
Al oír los pasos de Natalia, Fabián salió de su habitación.
-Mami, te voy a calentar la sopa. -Al cabo de un rato, colocó ante ella un plato de sopa de champiñones-. Mami, come un poco de sopa de champiñones. Le puse más queso y un poco de pollo como te gusta.
Tanto el cuerpo como el corazón de Natalia se calentaron mientras sorbía la sopa.
Aunque Fabián no cocinaba tan bien como los cocineros privados de la Familia Bonilla, ella prefería la sopa que hacía su hijo. En un santiamén, se lo tragó todo, sin dejar ni una sola gota en el plato.
Sin embargo, Fabián no se apresuró a recoger la mesa y le entregó a Natalia su teléfono.
-Mami, Cristian se unió a un equipo de rodaje hace poco. Esta vez, actuará como el hijo de una reina. Cuando vio a la actriz que interpretaría a la reina, se quedó por completo estupefacto. Es casi igual a ti, aunque tú te comportas mejor que ella. Cristian no le dijo a la actriz que te parecías a ella, pero me pidió que te preguntara si eras pariente de la actriz.
Tras sus palabras, Fabián acercó una foto de todo el elenco, congelándola en el rostro de una mujer.
Natalia reconoció enseguida a la mujer con una sola mirada.
Era Vanara.
Todos estos años había enterrado su resentimiento en lo más profundo de su corazón y había intentado vivir feliz, pero nadie podía entender su dolor y su miseria.
Cada noche, las escenas de Vanara arrebatando a sus hijos e incendiando la casa se repetían en su mente.
Al recordar tales acontecimientos, Natalia agarró el mantel con tanta fuerza que estuvo a punto de rasgarse.
-Mami, ¿qué pasa?
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