—¿Eh? ―«¿Qué quiere decir?». Samuel se quedó helado, al igual que el resto―. ¿Estás diciendo que eres el Guerrero Supremo? —Frunció el ceño.
—Sí, soy el Guerrero Supremo, pero nunca te he visto. —Sonrió Leandro-
La multitud estalló a carcajadas. Samuel, en especial, se rio a más no poder. Incluso el viejo Gerardo se divirtió, ya que nunca había visto a un fanfarrón como él. «¡Payaso! Leandro es un payaso».
—¡Caramba, Zamira, tu esposo es divertidísimo! —se burló Melany, la esposa de Samuel—. Dice ser el Guerrero Supremo solo para probarse a sí mismo y salvar su orgullo. ¿Acaso sabes quién es el Guerrero Supremo? ¡Es el comandante en jefe de nueve regiones militares que puede acabar con un clan solo con sus palabras! ¿Qué? ¿La prisión es una zona de guerra? Cielos, Zamira, qué esposo tienes. Me siento fatal por ti.
Los otros también intentaron decir algo:
—No salgas más en el futuro con él, Zamira. Puede que a ti no te parezca vergonzoso, ¡pero a nosotros sí!
—Sí, no lo dejes asistir a ningún banquete de nuestra familia en el futuro. ¡La Familia López quiere preservar su reputación!
—Aarón, tu familia está en realidad muy podrida. Estoy muy decepcionado de ti. —Gerardo le dirigió a Aarón una mirada sombría—. ¡Dios! ¿Qué pecado he cometido en mi vida anterior para merecer esto?
Aarón y Catalina bajaron la mirada con expresiones de vergüenza en sus rostros. «¡Aquel era el día más humillante de la historia!».
Zamira se sentó en una esquina. No pronunció ni una sola palabra ante los numerosos insultos y burlas, pero las lágrimas rodaron por sus mejillas en silencio. Nunca pensó que tendría que soportar tal humillación. Miró a Leandro con indignación. No le importaba que hubiera estado preso ni la vergüenza que eso suponía. Lo único que le importaba era la actitud de Leandro. Al principio, pensó que empezaría de cero y viviría una vida práctica después de salir de la cárcel, pero el Leandro Gutiérrez de ahora era una amarga decepción. «¡Es tan poco realista! ¡Un fanfarrón! ¡Por no hablar de su maldito orgullo! ¡Qué bufón!». Zamira no quería admitir que ese era su esposo.
—De acuerdo, eres el Guerrero Supremo, ¿verdad? —Samuel se negó a dejar que Leandro se librara con facilidad—. Habrá un banquete de bienvenida mañana por la noche en Colina del Norte especialmente dedicado a recibirlo. Espero verte allí.
Samuel estaba informado de todo. Efectivamente, tal banquete tendría lugar. Como Leandro había decidido establecerse en la ciudad, los altos mandos le habían asignado el cargo de diputado de Colina del Norte, lo cual era razonable. Al fin y al cabo, su propósito en la ciudad era incierto y todo el mundo tenía miedo de esa persona tan importante.
Era fácil provocar el pánico. Por esta razón, Colina del Norte había decidido organizar un banquete de bienvenida.
—¡Oh! ¿También puedes asistir a ese banquete de bienvenida, Samuel? —preguntó Gerardo con curiosidad al escuchar la conversación.
—¡Acabo de recibir dos tarjetas de invitación! —Samuel enderezó los hombros y sonrió.
En realidad, Samuel se había desvivido por comprar dos tarjetas de invitación de dos millones solo para poder presumir en el banquete familiar de los López. Todos los presentes miraron a Samuel con asombro. «¡Dos millones bien gastados!», pensó para sí mismo con petulancia.
—¿Puedes conseguir más tarjetas de invitación, Samuel? —preguntó Gerardo con cautela—. ¡Si es así, a tu suegro y a mí nos gustaría ampliar nuestros horizontes!
Fabián miró a Samuel con expectación en sus ojos.
—¡Las conseguiré pase lo que pase! —aceptó Samuel, consciente de lo que eso representaba para su bolsillo. «¡Dos millones más!»―. ¡Será solo una llamada telefónica! ―Samuel hizo una llamada y compró dos tarjetas de invitación más.
—Dime, Zamira —dijo Melany mientras caminaba hacia ella—. ¿Nos vemos mañana en el banquete? Ja, ja, ja...
El rostro de Zamira se ensombreció, pues sabía que Melany la estaba avergonzando a propósito. No mucho después, un auto negro se detuvo frente al Hotel Muelle Dorado y casi de inmediato un hombre con traje entró en el hotel.
Mientras tanto, Samuel estaba muy desconcertado por todo el asunto. «¿Dónde diablos encuentro contactos en Colina del Norte? Deben estar equivocados, pero ya que hemos llegado a este punto, supongo que debería seguir la corriente. ¡Me hará quedar bien de todos modos!».
—Lo siento, abuelo. Solo he podido conseguir diez invitaciones. Después de todo, no hay muchas disponibles para este tipo de banquetes. —Sonrió Samuel.
—¡Eres lo mejor de lo mejor, Samuel! Permite que el abuelo te haga un brindis. ―Gerardo sonrió de oreja a oreja.
Al ver esto, Aarón se puso verde de envidia.
—Abuelo, ¿por qué no repartes estas invitaciones? —dijo Samuel.
—Claro.
Gerardo tenía cuatro hijos en total. Todos recibieron una invitación, excepto la familia de Aarón. Las últimas invitaciones que quedaban se las entregó a Sergio y a algunos de sus nietos favoritos.
—¡Gracias, abuelo! —Sergio y los demás agitaron las tarjetas de invitación ante la familia de Aarón.
Sin decir una palabra, estos inclinaron la cabeza y permanecieron en silencio. A los ojos de Gerardo, ellos no eran mejores que los más jóvenes, y lo reconocían. Solo podían culparse a sí mismos por ser inútiles. Justo entonces, la voz de alguien rompió el silencio.
—¿Por qué no recibimos una invitación? —preguntó Leandro.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Comenzó una guerra, conquistó el mundo