Emma había llegado tan temprano a la casa de Kevin, que no se dio cuenta del tiempo que pasó mientras limpiaba. Limpiar era como una terapia para la joven, y mientras lo hacía tarareaba alguna canción, o simplemente su mente vagaba en cosas que debía haber hecho, o cosas que tenía que hacer.
Había limpiado hasta el último rincón. Incluso dos habitaciones que no tenían nada más que una cama y un mueble en cada una. Después de haber repasado muebles y estatuillas para quitar polvo, apilar libros, lavar platos y limpiar pisos. Sólo quedaba una habitación, Emma se paró frente a la puerta, sabiendo que detrás de ella encontraría a Kevin.
El aroma a tabaco y a hombre se sentía cada vez que pasaba por el pasillo que conectaba las tres habitaciones. La verdad era que no quería molestarlo, pero eran casi las once de la mañana y se suponía que Kevin y su hermano habían acordado el encuentro para estudiar. Nuevamente tomó coraje, respiró hondo, se mordió el labio inferior y se arrepintió.
Volvió a la cocina e hizo café.
pensó Emma.
-Ni que fuera su maldita sirvienta, si quiere desayunar que se levante.-
Con toda esa prepotencia, fue hasta el cuarto y golpeó la puerta con notable energía. Desde adentro se sintió un grito, y Emma tembló casi de miedo, la voz ronca por el sueño, daba la impresión de que se hubiera molestado. Pero Emma volvió a tomar fuerza, golpeó nuevamente.
-Kevin, soy Emma. Disculpa por despertarte pero son casi las once, es que no piensas levantarte?-
Y se volvió a sentir un gruñido seguido de un golpe fuerte, como si se hubiera caído. Entonces, Emma no dudo ni un segundo y entró al cuarto asustada de que le hubiera pasado algo. Y al entrar, tropezó con cosas tiradas en el piso y cayó sobre la cama, casi encima de Kevin.
Sintió el aroma a hombre mucho más intenso y al rozar apenas su cuerpo, sintió el calor de su piel, signo de que estaba acalorado. Su mirada se acomodó a la oscuridad y lo recorrió desde abajo hacia arriba, llevaba sólo unos pantalones tan cortos que no le llegaba a tapar las rodillas, incluso se veía parte de sus fuertes muslos. Su torso desnudo mostraba un físico notablemente ejercitado. Siguió subiendo la mirada hasta que se encontró con él ceño fruncido y con unos ojos celestes casi verdosos que incluso en la pobre iluminación se podía apreciar. En los segundos que sostuvieron sus miradas, Emma sintió un calor fulminante que nació en su vientre y fue subiendo hasta dejarle en la cara un rubor vergonzoso. Kevin no mostró ni el más mínimo asombro.
-Lárgate, nadie te dio permiso de entrar a mi cuarto.- Soltó Kevin con desagrado.
Emma sintió tal desprecio que el calor que estaba sintiendo se convirtió en ira. Así que se levantó y trato de caminar sin pisar nada.
-Lo siento, no debería haber venido, ni siquiera debería haber aceptado tu ayuda. Me voy.- Dijo al tiempo que iba saliendo.
Salió tan rápido que volvió a tropezar con algo, pero de igual forma siguió caminando tomó sus cosas y en la puerta a punto de salir sintió un cálido apretón en el brazo.
-Te espero acá.- Dijo Emma.
Cuando se fue, se agarró la cabeza entre las manos nerviosa, estaba sudando y no era por el calor. Porque mientras estaba limpiando había encendido el aire acondicionado. Sintió el sonido de un mensaje en su celular y vio que era de Luca.
[Y? aún estoy esperando que me avises]
[Estoy estudiando todavía no se cuanto tiempo más me lleve] Contesto Emma algo irritada.
No le gustaba que estuviera tan pendiente de todo lo que hacía. Cuando había aceptado salir con él, estaba tan deseosa de ser su novia, y ahora que lo pensó mejor. Había estado cegada sólo por ser uno de los chicos más lindos y solicitados.
La reputación de Luca, era la del típico mujeriego que cambia de novia como de camiseta. Pero con Emma fue diferente, ella creyó que su relación no duraría más de un mes, y ya llevaban siete meses. No podía estar segura de que Luca hubiera dejado toda diversión con otras chicas, ya que, siempre corría algún que otro rumor, que lo habían visto en algún lugar con alguna chica. Rumores que Emma hacia oídos sordos, ya que confiaba más en lo que veía, que en lo que le decían. Ella lo quería mucho, pero aún no llegaba a quererlo tanto como para entregarse a él físicamente.
Para ella tener sexo y hacer el amor era prácticamente lo mismo. Siempre pensó que no se podría tener sexo con alguien a quien no amara. Y aunque Luca intento muchas veces convencer a Emma de que ya era tiempo de dormir juntos, ella siempre tenía una excusa, por no decirle que aún no sentía amor por el, y lastimarlo.
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