Conquista Dominante: Mi Esposo Salvaje romance Capítulo 50

Al día siguiente, Luna va a la escuela temprano por la mañana. Pero cuando va a pagar la matrícula, el personal le dice que la matrícula está pagada por ella.

Luna abre los ojos y pregunta con cierta sorpresa:

—¿Quién me ayuda a pagar la matrícula?

El empleado se ríe y dice:

—Es un hombre. Es bastante guapo.

Luna está algo desconcertada, pero ve la ironía de los ojos del funcionario. Hace una pausa y se da la vuelta.

Aunque Luna no sabe quién le ayuda a pagar la matrícula, está contenta. Puede devolver la tarjeta de crédito a Emilio.

Para ser sinceros, Luna no está nada dispuesta a deberle a Emilio.

Luna vuelve a casa. La criada no la recibe.

Luna se acostumbra y pregunta:

—¿Dónde está Emilio?

La criada la mira y dice:

—¿Cómo puede llamar directamente al señor Palacio?

Luna frunce el ceño y no puede evitar levantar la voz:

—¿Dónde está Emilio?

Cuando la criada ve a Luna enfadada, señala hacia arriba y dice:

—El señor Palacio está descansando.

Luna ignora a la criada y se dirige a la puerta de la habitación de Emilio y llama.

Nadie responde.

La cara de Luna se pone roja de timidez nada más abrir la puerta.

Resulta que Emilio está tumbado en la cama grande desnudo. Tiene unos músculos fuertes. Está durmiendo profundamente. Tiene el aliento y la fuerza de un hombre fuerte.

Luna cierra rápidamente los ojos. Cuando se gira para irse, Emilio habla.

—¡Para!

Su voz es floja pero llena de ira. Parece que le disgusta que le molesten mientras duerme.

Luna se detiene. Se vuelve de espaldas al cuerpo desnudo de Emilio y dice:

—¿qué pasa?

Emilio se sienta en la cama. No parece querer ponerse ropa. Dice fríamente:

—¿Qué haces en mi habitación? Dilo rápido.

—Yo...

Pero antes de que Luna termine, Emilio se queja:

—Entra y dilo.

Luna entra en la habitación. Mira el suelo en lugar del cuerpo desnudo de Emilio. Saca la tarjeta de crédito y dice:

—No la necesito. Alguien pagó mi matrícula por mí.

—¿Quién? —Emilio frunce el ceño y echa una mirada aguda a la mejilla de Luna.

—No lo sé, pero no es asunto tuyo.

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