Luna está sorprendida. Gira la cabeza y mira en dirección a la puerta. Un hombre alto y guapo aparece a contraluz.
El joven tiene una cálida sonrisa en su rostro.
Pero cuando ve claramente lo que ocurre en la sala, su sonrisa es un poco vergonzosa y dice avergonzado:
—Disculpe.
El hombre se da la vuelta para irse, pero Emilio tira de la sábana sobre Luna y dice:
—Espera un momento.
El joven no se da la vuelta y se pregunta:
—hermano, ¿qué pasa?
Emilio dice:
—¿Por qué apareces aquí de repente?
El hombre se encoge de hombros y extiende la mano.
—Acabo de bajar del avión para darte una sorpresa —Después de eso, pone la puerta y los pasos se desvanecen.
Emilio mira a la aturdida Luna y frunce el ceño,
—¿qué haces? Vístete y baja.
Luna mira a Emilio y le dice:
—Me has roto la ropa hace un momento.
Emilio encuentra una camisa blanca del armario y se la lanza a Luna.
—Póntela.
Luna se pone la gran camisa blanca y siente que tiene una fragancia muy elegante. Huele muy bien. Huele un poco a Emilio. Ella frunce el ceño al pensarlo.
—Ese hombre acaba de llamar a tu hermano. ¿Es tu hermano? —Pregunta Luna.
Emilio la mira fríamente y dice:
—Sí, se llama Mariano Palacio.
Luna se sorprende cuando de repente siente una especie de tristeza en su corazón. Se da cuenta de que sabe poco de Emilio. Ni siquiera conoce a la familia de Emilio.
Afortunadamente, Luna está acostumbrada desde hace tiempo.
...
En la planta baja.
Mariano se apoya en el sofá y cruza las piernas con una sonrisa en los labios. Está soleado y guapo. La asistenta se siente atraída por él. Mariano es muy alegre y sonríe a todo el mundo.
Vestidos, Emilio y Luna bajan las escaleras.
Mariano saluda cordialmente a Emilio.
Pero cuando ve el rostro sombrío de Emilio, sus palabras se tragan en el estómago.
Hay un momento de silencio.
Mariano tose dos veces y dice:
—Te he molestado hace un momento. No tienes que enfadarte tanto.
Mariano sonríe descaradamente. Se sienta junto a Emilio y le pone la mano en el hombro.
—Tu novia es preciosa.
Emilio le quita a Mariano la mano del hombro y le susurra:
—¿Por qué no estudias bien en el extranjero? ¿Qué haces en casa?
Mariano explica:
—Me he graduado en la escuela extranjera.
—¿De verdad? —pregunta Emilio.
Mariano dice:
—No te miento. Vuelvo para seguir estudiando. Ya he encontrado la escuela.
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