Conquista Dominante: Mi Esposo Salvaje romance Capítulo 51

Luna está sorprendida. Gira la cabeza y mira en dirección a la puerta. Un hombre alto y guapo aparece a contraluz.

El joven tiene una cálida sonrisa en su rostro.

Pero cuando ve claramente lo que ocurre en la sala, su sonrisa es un poco vergonzosa y dice avergonzado:

—Disculpe.

El hombre se da la vuelta para irse, pero Emilio tira de la sábana sobre Luna y dice:

—Espera un momento.

El joven no se da la vuelta y se pregunta:

—hermano, ¿qué pasa?

Emilio dice:

—¿Por qué apareces aquí de repente?

El hombre se encoge de hombros y extiende la mano.

—Acabo de bajar del avión para darte una sorpresa —Después de eso, pone la puerta y los pasos se desvanecen.

Emilio mira a la aturdida Luna y frunce el ceño,

—¿qué haces? Vístete y baja.

Luna mira a Emilio y le dice:

—Me has roto la ropa hace un momento.

Emilio encuentra una camisa blanca del armario y se la lanza a Luna.

—Póntela.

Luna se pone la gran camisa blanca y siente que tiene una fragancia muy elegante. Huele muy bien. Huele un poco a Emilio. Ella frunce el ceño al pensarlo.

—Ese hombre acaba de llamar a tu hermano. ¿Es tu hermano? —Pregunta Luna.

Emilio la mira fríamente y dice:

—Sí, se llama Mariano Palacio.

Luna se sorprende cuando de repente siente una especie de tristeza en su corazón. Se da cuenta de que sabe poco de Emilio. Ni siquiera conoce a la familia de Emilio.

Afortunadamente, Luna está acostumbrada desde hace tiempo.

...

En la planta baja.

Mariano se apoya en el sofá y cruza las piernas con una sonrisa en los labios. Está soleado y guapo. La asistenta se siente atraída por él. Mariano es muy alegre y sonríe a todo el mundo.

Vestidos, Emilio y Luna bajan las escaleras.

Mariano saluda cordialmente a Emilio.

Pero cuando ve el rostro sombrío de Emilio, sus palabras se tragan en el estómago.

Hay un momento de silencio.

Mariano tose dos veces y dice:

—Te he molestado hace un momento. No tienes que enfadarte tanto.

Mariano sonríe descaradamente. Se sienta junto a Emilio y le pone la mano en el hombro.

—Tu novia es preciosa.

Emilio le quita a Mariano la mano del hombro y le susurra:

—¿Por qué no estudias bien en el extranjero? ¿Qué haces en casa?

Mariano explica:

—Me he graduado en la escuela extranjera.

—¿De verdad? —pregunta Emilio.

Mariano dice:

—No te miento. Vuelvo para seguir estudiando. Ya he encontrado la escuela.

—¿Cuántas veces te vas a casar en tu vida? No me lo has dicho.

Emilio mira a Luna y se quedan en silencio. El ambiente se vuelve tranquilo. Pero Mariano parece apresurarse a tranquilizarse haciendo un gesto con la mano:

—Vamos, todo ha terminado.

Emilio sonríe a su hermano y sabe que Mariano no puede estar enfadado con él todo el tiempo.

No se han visto desde hace varios años y tienen una buena charla. Se olvidan de Luna.

Luna escucha sus risas y de repente se da cuenta de que es una intrusa. Así que abandona su asiento en silencio y se dirige a la puerta.

Luna sale al jardín de la villa y observa los peces que nadan en el estanque.

Luna se pone en cuclillas y sujeta los peces del estanque con las manos. Solo sostiene un puñado de agua clara y, sin poder evitarlo, deja que se escapen de la punta de sus dedos.

Luna ve una figura detrás de ella en el reflejo. Se gira para mirar y una sonrisa pura y brillante aparece en sus ojos.

—La cuñada es una persona sentimental —bromea Mariano.

Luna no sabe qué decir. Pregunta despreocupadamente:

—¿qué quieres aprender?

Emilio empuja sus manos en el aire como si hubiera ritmos en el aire. Sus dedos son más blancos y flexibles que los de Emilio.

—Música —Mariano dice—. Aunque he conocido la música antes, estoy dispuesto a estudiar mucho esta vez.

Luna mira sorprendida a Mariano y le pregunta:

—¿Es la escuela de música de Ciudad A?

Mariano asiente.

Luna es como encontrar un confidente. Dice contenta:

—Acabo de hacer los trámites de admisión.

—¿De verdad? No esperaba que a la cuñada también le gustara la música —Mariano está igualmente contento y dice—. Es bueno estar contigo, por que Me temí que no podré adaptarme a la vida nueva.

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