"Cupido" caído del cielo romance Capítulo 37

Ella se detuvo inmediatamente y volvió a sentarse en el coche.

En este momento, Santino ya llegó a la puerta del barrio sosteniendo a Paulina.

La chica estaba inconsciente, recostada en los brazos de él sin fuerza. La cara dormida era tan hermosa y delicada que desaparecieron todos los pinchos y la precaución.

Los cinco sentidos pequeños y encantadores eran tan guapos como una pintura.

La apariencia actual era similar a la de hacía seis años.

En aquel entonces, ella había sido obediente, controlable y podía ser manejada.

Pero ahora...

No era fácil para Santino que provocara un poco de lo culpable, pero al recordar su desobediencia, la ironía y el odio, se sintió intolerable y desistió la idea.

- Abrid la puerta. - Mandó a los dos guardaespaldas que estaban a su lado en tono glacial.

Recibieron la orden, adelantaron inmediatamente para abrir la puerta del asiento trasero del coche.

Santino se inclinó para poner a Paulina en el coche, luego se alzó.

De repente, - ¡Pomb! - Un gran ruido sonó cerca de su oreja.

Levantó la cabeza con prisa y justamente vio que uno de sus guardaeapaldas se cayó por un puntapié y, el cual tan fuerte que él chocó contra un coche alrededor.

Eso le sorprendió, y se volvió natural y inmediatamente. Vio por el rabillo del ojo que un hombre se le acercaba rápidamente...

No le quedaba mucho tiempo para ver claramente quién era, y sintió un gran dolor del abdomen.

Aquel hombre vino con violencia arrolladora y le dio un puntapié cuando encontró con él.

La fuerza de la patada era tan grande que él pensaba que las entrañas fueron desplazadas. Él se acurrucaba en el suelo jadeando con agonía.

...

Aquel hombre era Marcos.

Conforme al compromiso, vino a recibir a Paulina a cenar. Sin embargo, en el medio camino, había acogido la llamada de Álvaro, quien le había dicho que la empresa había emergencia, por eso él hubo tenido que esperarlo para reunir y finalmente había llegado tarde.

¡Pero él nunca consideró que vería la escena como así!

Marcos estaba muy furioso como si el tesoro atesorado fuera robado.

Sobre todo, vio que la chica se quedaba comatosa. Los ojos se cubrieron por la oscuridad, y se fijaba en Santino como si mirara a un muerto.

- ¡Señor Santino!-

En este momento, el otro guardaespaldas se despertó de la conmoción y adelantó inmediatamente para proteger su empleador.

Pero cuando él acababa de dar un paso, su cuello fue agarrado fuertemente por la espalda. Sonó una voz desatenta- Amigo, te aconsejo que no vayas a buscar la muerte. Tú no eres capaz de ser rival de él.

Esta vez, el guardaespaldas reaccionó rápidamente, y dio un golpe al revés.

La persona trasera como lo previó, escalonó el paso y evitó el ataque fácilmente. Levantó la mano aprovechando esta oportunidad para agarrar su brazo y lo tiró fuertemente.

Como aquel perdió el equilibrio, se lanzó sobre él.

Álvaro dio una sonrisa maliciosa, levantó la rodilla y chocó sin ninguna vacilación contra su abdomen fuertemente.

Arrancó un grito, y se cayó en el suelo debido a que el dolor le quitó toda la fuerza. Se acurrucaba como un camarón.

- ¿Cómo puedes ser guardaespaldas con poca capacidad?-

Álvaro aplaudía desdeñosamente, mientras tanto, se movía la cabeza con decepción.

En este momento, Santino todavía no se alivió del gran dolor. Lo único podía hacer era que miraba a aquel hombre que levantó a Paulina del coche.

Marcos examinó el estado de la chica con mucho cuidado, y no tardó mucho en describir que la razón que ella estaba comatosa era que había sufrido un golpe, por eso él se tranquilizó inmediatamente. Pero él no quería perdonar a Santino sencillamente, y tenía que hacer algo para castigarle. ¡El nublado amenazaba con una tormenta!

¿Cómo él se atrevió a herir a la chica pertenecida a Marcos?

Este se le acercó paso a paso hasta la frente de Santino sosteniendo a Paulina con los ojos apáticos.

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