Desde un matrimonio falso romance Capítulo 185

Con sonrisa en la cara, Mariana llevó algo de comer en la mano.

—Te has quedado en el estudio y aún no has cenado, así que te he traído algo de comer. Tienes que comer algo.

Al decir esto, Mariana avanzó y se detuvo al mirar la caja que había sobre la mesa.

—¿Quién te ha dado permiso para entrar?

Leopoldo dijo con indiferencia, al oír esto, Mariana se quedó atónita por un momento.

Leopoldo puso rápidamente el pañuelo de seda que tenía en la mano en la caja que tenía delante, y lo puso junto con el vestido negro.

Aun así, Mariana se adelantó y colocó la bandeja en su mano frente a Leopoldo.

—Sólo pienso en tu salud, así que te traigo algo de comida, ahora me voy.

Leopoldo miró a Mariana, la expresión de su rostro seguía siendo fría.

Mariana bajó la cabeza y se mordió los labios, su corazón estaba lleno de emociones complicadas.

—Me voy.

Mariana miró a Leopoldo y volvió a bajar la cabeza, luego se dio la vuelta y se dispuso a salir.

Cuando estaba a punto de salir del estudio, Leopoldo dijo:

—Gracias.

Los pasos de Mariana se detuvieron entonces.

Leopoldo miró a Mariana.

—Este objeto pertenecía a mi madre.

Mariana giró la cabeza y miró a Leopoldo con un poco de incredulidad.

No esperaba que fuera así.

«¿Eso significa que la persona detrás de este vestido negro era su madre?»

Leopoldo no dijo nada más. Entonces Mariana salía de la habitación y bajaba las escaleras.

Mientras estaba en la cama por la noche, Mariana seguía recordando lo que Leopoldo había dicho, esas palabras eran como una piedra que presionaba su corazón, haciéndola respirar con dificultad.

Sólo después de un largo rato, Mariana sintió sueño y cerró los ojos.

Cuando se despertó al día siguiente, Mariana no estaba en un buen estado de ánimo, y las ojeras eran tan graves que se puso varias capas de base de maquillaje para cubrirlas.

Sin embargo, cuando Mariana llegó a la oficina, todos la miraron con miradas llenas de burla.

—A ella se le propuso ayer, y el hombre fue expulsado por los guardias de seguridad al final.

—Sí, y el Señor Castro, que rara vez aparece en la empresa, vino e incluso conoce a Mariana.

—Ahora parece que Mariana es un pez gordo.

Mariana no prestó atención a la discusión de estas personas, todavía tenía muchas cosas que hacer y no estaba de humor para preocuparse por lo que decían.

Mariana acababa de sentarse cuando la asistente de Elisa se acercó y le dijo:

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