Carlos la miró fijamente, haciéndola sentir tan débil que ni siquiera se atrevió a mirarlo
"¿Por qué andaba jugando solo afuera?" Carlos guardó silencio por unos segundos, antes de preguntar de sopetón.
Isabel balbuceó antes de responder en voz baja: "Es que estaba preocupada por lo de Celeste, y no me di cuenta... ¡quién iba a imaginar que él saldría a jugar así por su cuenta!"
Mientras hablaba, su rostro reflejaba una profunda culpabilidad. "Lo siento, es mi culpa, no cuidé bien de Joaquín".
"¡Estás mintiendo!" Joaquín, con la cara roja de ira, gritó.
Isabel se puso nerviosa y rápidamente trató de justificarse con Carlos: "¡Carlos, créeme, de verdad que no me di cuenta! Siempre que Joaquín ha estado conmigo nunca le había pasado nada, ¡esta vez fue un descuido!"
La mirada de Carlos se tornó complicada.
Después de un momento, respondió en voz baja: "No hables, dejemos que Joaquín hable".
Joaquín, ansioso, se retorcía intentando bajar de los brazos de Natalia, pero Carlos se agachó para tomarlo en sus brazos y le limpió las lágrimas del rostro, diciéndole en voz baja: "Cuéntale a papá qué pasó".
"La señora dijo que yo era molesto". Joaquín ni siquiera quería mirar a Isabel, se giró y se escondió en el cuello de Carlos, murmurando con voz ahogada.
Isabel pensó: ¿Cómo es posible que este chico hable ahora más que antes? Fijó su mirada en el pequeño cuerpo de Joaquín.
"¿Así que lo dejaste salir?" Carlos frunció el ceño y preguntó severamente a Isabel.
"¡No!" Isabel rápidamente movió las manos negando: "Solo tenía un poco de dolor de cabeza, sabes que sufro de migrañas. Solo le pedí que bajara la voz, ¡nunca le dije que me molestaba!"
Joaquín nunca mentía, y Carlos tampoco permitía que las personas que cuidaban de Joaquín mintieran.
Además, un niño de tres años no tenía ninguna razón para acusar falsamente a un adulto.
Isabel siempre decía delante de él que sentía que Ulises no la había dejado y que lo esperaría toda la vida si fuera necesario.
Pero últimamente Carlos sentía que Isabel había cambiado, que se había convertido en alguien a quien apenas reconocía.
La miró fijamente y después de unos segundos continuó en voz baja: "Antes de que termine este mes, saca tus cosas".
Esas palabras cayeron como un rayo sobre Isabel, quien lo miraba atónita, incapaz de hablar.
Carlos, sin embargo, no quería mirarla ni un segundo más, se dio la vuelta con Joaquín en brazos y subió las escaleras.
"¡Carlos, yo he considerado este lugar como mi hogar!" Isabel se recuperó y corrió hasta la escalera, suplicando a Carlos: "¡No puedes echarme!"
Carlos frenó en seco y, sin mirar atrás, soltó: "No somos familia, solo amigos. Puedes pensar que este es tu hogar, pero la verdad es que no lo es".
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