Él era Andrés, el sobrino de Benicio, que se había unido a las tropas de entrenamiento especial a los ocho años, a los dieciséis había sido elegido para integrar un grupo de élite de doscientas personas enviado al extranjero y a los veintiuno había ascendido al máximo líder de la élite. Su nombre, Andrés, retumbaba como un trueno.
Estefanía llevaba puesta una mascarilla y un sombrero, y aunque Andrés en realidad solo la había visto una vez, cuando ella era pequeña, no la había reconocido.
"¿Así que tú eres Quimera?" Andrés se giró y miró a Estefanía a los ojos.
"Sí". Estefanía tenía el control de tres tonos de voz diferentes, una habilidad básica de sus clases de doblaje.
Andrés la miró de arriba abajo, estaba vestida toda de negro, con una cola de caballo sencilla y un atuendo limpio y eficiente. Tenía una mirada fría y clara, pero de alguna manera desprendía una despreocupación y un aire de peligro.
Parecía tener alrededor de veinte años, veintitrés o veinticuatro como mucho. Antes de llegar, Andrés no había imaginado que Quimera fuera una muchacha tan joven.
"Creo que no hay nada de qué hablar". El hombre a su lado no pudo evitar fruncir el labio, agarró su chaqueta y se levantó para irse.
Una chica así, ¿y había hecho que tanto él, el segundo al mando, como Andrés, el líder, vinieran desde tan lejos solo para verla?
"Heraldo, siéntate". Andrés le advirtió de nuevo.
Cualquiera que viera a Quimera por primera vez no creía que se convertiría en una mujer líder del grupo mercenario de Estefanía con el mayor historial de asesinatos, era tan joven y además mujer.
Pero Quimera había logrado eliminar en silencio a un criminal internacional, blindado como un búnker, en treinta y seis horas y sin dejar evidencia alguna, un verdadero milagro. Nadie sabía cómo lo había hecho.
Andrés había investigado a fondo los logros de Quimera y tras una cuidadosa consideración, decidió encontrarse con ella.
Sin embargo, ahora que la veía en persona comenzaba a dudar.
Pero ella era la principal aprendiz de "Hugo Aguilar", el heredero elegido por la familia de guerreros antiguos de la familia Aguilar, Estefanía tenía que tener algo especial.
Sin embargo, cuando levantó la vista, Andrés se detuvo bruscamente y se volteó hacia Estefanía, con sorpresa en sus ojos.
El cuello y la nuca de Heraldo ya tenían dos cortes, pero él no se había dado cuenta. Y Andrés, que había estado a solo un par de pasos de distancia de Heraldo, no había visto cómo Estefanía había actuado.
"Me pica un poco..." Heraldo murmuró y frotó su cuello con el pulgar. Cuando bajó la mano, vio un rastro de sangre rosada en su pulgar y se quedó pasmado.
Si Estefanía hubiera aplicado un poco más de fuerza cuando atacó, la arteria carótida de Heraldo ya estaría cortada.
Heraldo, que se dio cuenta tarde de lo sucedido, se giró conmocionado hacia Estefanía.
Estefanía nunca explicaba nada a aquellos que la subestimaban; siempre respondía con acciones.
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