Ulises, Fausto y otro compañero de cuarto cuyo nombre no recordaba compartían el mismo dormitorio con Carlos. Estefanía había comido con ellos, y la primera vez que Fausto y el otro compañero vieron a Estefanía, Carlos simplemente revolvió su cabello y les dijo: "Ella es mi hermanita, Estefanía López".
"¿Cómo que tu hermanita si ni siquiera tienen el mismo apellido?", preguntó Fausto llevado por la curiosidad.
"Ni que fuera adoptada por su familia podrías hacer algo al respecto", bromeó Ulises para aliviar la tensión.
No era raro que los compañeros de universidad no supieran mucho de los antecedentes familiares de los demás, excepto Ulises y Carlos, porque se conocían desde la infancia. Fausto captó la indirecta, no indagó más y con preservó la dignidad de Estefanía, lo que hizo que ella lo recordara.
Con el comedor lleno de gente, Estefanía comió su desayuno en silencio y sin hablar. Tras beber medio vaso de avena y comerse las claras de dos huevos, le dijo a Carlos: "Voy a arreglar mi vestuario, más tarde tengo que volver al set de grabación".
"Ven conmigo después", dijo Fausto aprovechando la oportunidad.
"¿Qué?", Estefanía quedó confundida.
"Soy profesor en el Instituto de San Maravilla y me queda de paso. ¿Carlos no te lo mencionó?", preguntó Fausto levantando una ceja.
"Ese día que fuiste con Nestor a grabar, todos los profesores se volvieron locos, dijeron que no habían visto a una actriz tan bonita. Y cuando miré, adivina a quién vi. La noviecita de Carlos", dijo Fausto con una sonrisa maliciosa.
Fausto siempre hablaba sin filtro y sus palabras hicieron que Estefanía se sonrojara.
Carlos se sintió molesto, le lanzó una empanada y frunció el ceño: "¿Puedes morirte si no hablas?".
Fausto estaba preocupado de que si seguía mirando a Estefanía, Carlos sería capaz de arrancarle los ojos.
"Entonces iré a preparar mis cosas", dijo Estefanía levantándose.
"Te acompaño", propuso Carlos.
"No hace falta, es un trecho corto", respondió Estefanía mientras agarraba su celular para salir.
Carlos observó cómo Estefanía desaparecía tras la esquina y, al voltear la mirada, encontró a Fausto observándolo.
El pasillo estaba en silencio, sólo estaban ellas dos.
Se miraron un instante y, sin decir ni una palabra, Estefanía se dio la vuelta hacia el comedor.
"Estefanía", la llamó Isabel desde atrás, "tengo algunas cosas de las que quiero hablar contigo".
"Pero yo no quiero hablar contigo", respondió Estefanía fríamente.
Isabel se apresuró a alcanzarla para bloquear su camino.
El camino de piedrecillas apenas tenía el ancho para que dos personas caminaran a la par. Isabel se plantó en el medio del camino para bloquear el paso de Estefanía. Ella no tenía a dónde ir, a la izquierda había una laguna y a la derecha, el suelo embarrado por la lluvia reciente.
"¿No te da pena venir aquí? ¿No te sientes incómoda con la situación?". Isabel clavó su mirada en Estefanía y le susurró, "¿Acaso viniste como la amante?".
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