El complejo del Edificio Coral también tenía miles de residentes.
"¿Cuál es la dirección IP específica?".
"Hasta ahora... no se puede rastrear". Rafael bajó la cabeza, tenía una fina capa de sudor en la palma de su mano.
Habían contratado a varios expertos en hacking, pensaban que podrían rastrear a Fénix en esos dos minutos de chat, pero subestimaron el nivel de Fénix.
Carlos pensó por unos segundos: "Sigue buscando".
Tenían que encontrar a Fénix. Alguien que podía hackear el sistema de seguridad del edificio Sueños Unidos tan fácilmente era demasiado peligroso y tenían que reclutarlo para su uso propio.
...
Al día siguiente, en Universal Entretenimiento.
"¿Tu nombre? ¿A qué hora tienes la audición con el Sr. Castillo?", preguntó la recepcionista de Universal Entretenimiento sin levantar la mirada.
A los recepcionistas de la empresa de entretenimiento más grande del país ya no les sorprendía nada ver una mujer como Estefanía. Las mujeres hermosas que llegaban por su cuenta eran como mercancía que se entregaba gratis.
Estefanía pensó un momento, sacó una carta de recomendación de su bolso y se la pasó a la recepcionista.
Era una carta escrita a mano por su tutor de cuando estudió en el extranjero. Aunque Estefanía no había participado en grandes producciones fuera del país, porque la aceptación de las nacionalidades extrajeras era baja, seguía siendo el orgullo de su tutor.
"Me llamo Estefanía".
"Esta es una carta de recomendación del director Bruno, él conoce al Sr. Castillo y ya le avisó de antemano para que viniera hoy", explicó Estefanía con serenidad.
La recepcionista levantó la vista y la miró, "¿Qué director Bruno? No lo conozco".
Dijo eso mientras seguía ocupada con otras tareas.
"Pero el Sr. Mendoza sólo reconoce a nuestra Fabiola". Mientras hablaba, echó un vistazo al collar de diamantes rosados que Fabiola llevaba alrededor del cuello y dijo: "Los regalos que el Sr. Mendoza le da a Fabiola nunca se repiten".
La gente alrededor ya se había fijado en ese collar, y como ese día Fabiola llevaba un vestido con el escote bastante bajo y encima era de color blanco puro, el diamante rosa resaltaba aún más.
Pero salir de casa casualmente con un diamante rosa que por lo menos valía un millón demostraba que la familia Mendoza y Carlos querían un montón a Fabiola. Los demás sólo podían morirse de envidia.
Fabiola sólo miró hacia donde estaba Estefanía, soltó una sonrisita y respondió: "Ay, no exageres".
Aunque en su interior realmente odiaba que Carlos sólo se la pasara dándole regalos y plata cuando quería quedar bien con ella. Si no fuera por esas joyas tan llamativas que él le regalaba, ella no sería diferente de todas esas otras chicas.
No sería diferente de Estefanía.
Mientras hablaba, Fabiola se acercó a unos pasos de donde estaba Estefanía.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Dilema entre el Odio y el Amor