Ella no se hizo rogar y eligió al azar lo que parecía ser la llave del auto más barato. Cuando Joaquín se puso los zapatos y bajó, el auto ya estaba esperándolos abajo.
Fue un poco exagerados, pensó que el Mercedes era el más sencillo del montón, pero quién iba a decir que terminaría montándose en un deportivo clase S.
Era un auto de casi doscientos mil dólares, si lo sacaba a pasear, la gente no pararía de hablar.
Estefanía no había comprado auto en su país porque, primero, no planeaba quedarse mucho tiempo y, segundo, ¿cómo iba a verse una estudiante de poco más de veinte años, que fue abandonada por sus padres, comprando su propio auto? Sería demasiado ostentoso.
Con su situación tan particular, era mejor mantenerse discreta.
Rafael la miró y le preguntó con voz suave: "¿Qué pasa? ¿No te gusta?".
Estefanía lo miró a los ojos y suspiró por lo bajo. No hacía falta ni mencionar los otros autos, ese seguro era el más económico.
"No es nada", respondió Estefanía con impotencia.
Dicho eso, subió a Joaquín al auto y se fueron a desayunar.
Rafael los vio alejarse y justo cuando se estaba yendo, algo le pareció raro.
El cambio de marchas del Mercedes estaba en el volante y la mayoría de la gente que conducía uno por primera vez solía tener dificultades.
Pero Estefanía, apenas se subió, pareció manejarlo con mucha soltura.
¿Había conducido un Mercedes antes? No tenía sentido que fuera así.
...
Cuando Estefanía salió con Joaquín, los dos guardias de seguridad los miraron con una mezcla de confusión y entendimiento.
El anciano los miró felizmente y les dijo, "Qué niño más bonito y tan lindo. ¡Qué joven y qué suerte tienes, mamá!".
"No soy su mamá", contestó Estefanía sonrojándose de inmediato.
"Oh, perdón, me confundí. Es que se parecen un poco...", balbuceó el anciano sintiéndose un poco avergonzado.
Estefanía se quedó perpleja y miró detenidamente a Joaquín. ¿Se parecían?
Quizás el anciano ya estaba mayor y tenía la vista borrosa.
Estefanía apuró a llevar a Joaquín al jardín de infante. Después de haberlo llevado tres veces, la maestra de la entrada ya la reconocía y la saludó con una sonrisa, "Mamá de Joaquín, ¡qué linda te ves hoy!".
En esos días, Estefanía no sabía ni cuántas veces había tenido que explicar que no era la madre de Joaquín y ya estaba un poco resignada.
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