Estefanía pausó un momento sus manos y luego siguió fingiendo que buscaba algo como si nada.
Carlos no se perdió ni una de sus vacilaciones.
Agarró la computadora, se acercó por detrás de ella y la metió suavemente dentro de su ropa.
Estefanía apretó los dientes, se levantó y enfrentó a Carlos diciendo en voz baja: "No tengo plata, soy pobre, pero me gustan los aparatos electrónicos como las computadoras, por eso no me resigné a tirarla, eso es todo".
"¿Esa es tu explicación?". Carlos la miró fijamente y replicó.
"Por los cuatro años de universidad, te di un millón. No te alcanzó para cambiar la computadora".
"¿Un millón?". Estefanía se quedó sorprendida.
Carlos la miró y no dijo nada.
La reacción de Estefanía era evidente, no tenía idea de que él le había dado un millón para que saliera del país. Incluso cuando la familia Mendoza estuvo al borde de la quiebra, Carlos había reunido un millón y se lo había dado a la familia López.
Probablemente sólo Antonio López sabía por qué hizo eso.
Carlos guardó silencio unos segundos y luego dijo con indiferencia: "No es nada".
Mientras hablaba, su mirada volvió a caer en la computadora que él le había regalado a Estefanía años atrás. Ella la adoraba, la había llenado de pegatinas favoritas y no quería separarse de ella ni para dormir.
La odiaba mucho, pero había atesorado ese pequeño regalo suyo por cinco años completos.
Cuando Estefanía había irrumpido en la habitación, lo primero que había revisado era esa computadora.
"Papá... ¿por qué pelean?". En medio de su tensión, Joaquín se despertó en la cama y se frotó los ojos.
"No estamos peleando". Al ver que su hijo se había despertado, Carlos se acercó para levantarlo y lo consoló con dulzura, "Sólo estamos hablando de negocios".
Estefanía se quedó callada por unos segundos, luego se giró hacia Carlos con una sonrisa y le respondió suavemente enfrentando su mirada enojada: "Eso de saldar deudas era broma, no tiene que tomarlo en serio, Sr. Mendoza, no se confunda".
"En un par de días, te juntaré diez millones dólares para enviártelo".
Ella no quiso ni comprarse un auto para moverse, ¿De verdad tenía como devolverle los diez millones dólares?
Carlos la miró fijamente y preguntó en voz baja: "¿Con qué piensas ganar dinero?".
Al recordar la visita de Isabel Peña a la oficina de Carlos esa tarde, Estefanía soltó una risa ligera y respondió: "No necesitas mirarme así, Sr. Mendoza, sólo son negocios".
"¿Y cómo sabes que otros hombres no pueden superarte? Tal vez ellos puedan darme mucho más".
Carlos apretó su agarre, casi aplastó sus huesos, contuvo su ira y dijo en tono grave: "Debes saber que José tiene novia".
La expresión en el rostro de Estefanía se tornó aún más despectiva: "¿Y acaso tú no tienes?".
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