Dilema entre el Odio y el Amor romance Capítulo 64

"¿Acaso crees que un fan que no tiene nada que ver contigo se lanzaría al fuego por ti sin soltar ni una palabra ante la policía?".

Fue sólo entonces que Fabiola se dio cuenta de que Estefanía ya no era aquella inútil y maleable que se dejaba manipular a su antojo.

Ella eligió a un fanático cegado que siempre la defendía en internet, se contactó con él y gastó veinte mil dólares para que fuera y atropellara a Estefanía. Incluso si la lastimaba, a lo mucho le darían unos años de prisión antes de salir.

Le prometió que haría todo lo posible para sacarlo de allí rápido.

¡Quién iba a pensar que ese tipo se quebraría tan fácilmente bajo interrogatorio y confesaría tan rápido!

"Ven aquí, arrodíllate". Estefanía observó cómo el rostro de Fabiola se ponía pálido y repitió la orden.

"Mi paciencia tiene un límite".

"O si prefieres que tu mamá se arrodille en tu lugar, también me vale".

"¡¿Qué dijiste?!". Antonio tembló de ira y la señaló con el dedo: "¡Repite eso!".

"Lo repetiré palabra por palabra". Estefanía se giró hacia Antonio y, con voz firme, dijo: "Si Fabiola no se quiere arrodillar, entonces que Laura lo haga. De lo contrario, prepárense para la citación del juzgado".

Estefanía todavía recordaba aquel año cuando tenía tres años, cuando abrió la puerta de la habitación de su papá y mamá y vio a una mujer acostada junto a Antonio.

En aquel entonces no entendió completamente qué significaba eso.

Pero recordaba cómo esa mujer, que era Laura, le había tapado la boca y golpeado su rostro hasta dejarlo rojo, también la amenazó para que no se lo contara a su madre.

¿De verdad la culpa del divorcio había sido sólo de Sofía? Estefanía nunca lo creyó así.

Al menos, Sofía la había sacado de ese infierno y la llevó a otro.

Era difícil para una mujer divorciada con una hija empezar una nueva vida, pero incluso así, Sofía nunca la abandonó.

Apretó los dientes y, con la cabeza gacha, se volteó y con un "pum", cayó de rodillas ante Estefanía: "Me arrodillo, ¿estás contenta? ¡Te pido perdón arrodillado!".

Dicho eso, se inclinó hacia Estefanía una y otra vez.

Después de la segunda y la tercera vez.

Estefanía miró al hombre delante de ella, que estaba completamente desprovisto de orgullo y dignidad con una sonrisa burlona en su rostro.

Él se arrodilló por una mujer que era una amante, mostró cuánto amaba a Laura y a su hija Fabiola, no había necesidad de más palabras.

Podía secuestrarla y venderla a ella. Pero no podía soportar ver a su hija menor herida.

La gente de afuera tenía razón, la hija menor de la familia López era como la luna del cielo, inmaculada y noble, mientras que la mayor era como el lodo después de la lluvia, repugnante y despreciada por todos.

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