Marisol volvió en sí misma y se apresuró a negar con la cabeza, "No, mi mamá no ha tomado ninguna otra medicina."
Estaba como loca, si ni siquiera los médicos podían hacer nada por la enfermedad, ¿cómo iba a conseguir una cura esa muchacha?
Al oír eso, el médico bromeó: "Eso sí que es un milagro."
Con una sonrisa forzada en el rostro, Marisol estaba pensando en hacerle otra revisión a su madre en cuanto la llevara de vuelta a Rivella.
***
Cuando llegaron a Rivella, eran las diez de la noche. Donia bajó del avión y en cuanto encendió su celular, se inundó de mensajes y alertas de WhatsApp. No había tenido tiempo de leerlos cuando le entró una llamada.
Era un número desconocido.
Con un ligero titubeo en los dedos, contestó la llamada y la voz de un joven desconocido resonó al otro lado.
No era otro que Matías Hernández, el hermano mayor de su cuerpo.
Aunque Donia se sorprendió de que Matías estuviera en el aeropuerto, recordó que le había mandado un mensaje a su abuela Regina antes de subir al avión. Sin preguntar más, respondió con calma: "Salgo en cinco minutos."
Tras colgar, metió el celular en su bolsillo y siguió las señales del aeropuerto hacia la zona de recogida de equipaje.
Una vez con su maleta, pasó rápidamente por la salida y escaneó la multitud en la zona de llegadas, hasta que sus ojos se fijaron en un joven alto y atractivo que estaba hablando por teléfono.
Ajustándose la correa de su mochila, Donia se dirigió hacia él con su maleta.
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