"¿Esta?" Marisol frunció el ceño y señaló al azar.
Era el modelo que el vendedor le había presentado primero, era un diseño clásico de la marca, con bordados exquisitos y una técnica de tejido tradicional, creando un patrón único y una textura distintiva. Siendo honesta, le quedaría muy bien a Antonio, y además era de su color preferido, el gris carbón.
Antonio dijo de inmediato, "¡Entonces compraron esta!"
El vendedor, con una sonrisa, se dirigió a la caja registradora.
Al salir de la tienda, Marisol parecía confundida, sin entender qué le había dado a Antonio por ir de compras. Bajaron por la escalera eléctrica hacia el primer piso y, al llegar frente al Cayenne, Antonio se detuvo de repente.
Sintió un calor en el hombro, ya que él la había rodeado con su brazo.
Marisol frunció el ceño cuando de repente se encontró frente a la pantalla del móvil de Antonio, y sintió como su mejilla era tocada por el dedo índice de Antonio, "¡Sonríe a la cámara!"
"¿Por qué debo sonreír?" le preguntó Marisol, aún confundida.
La voz grave de Antonio ya contaba atrás en su oído, "Tres, dos, uno..."
"¡Clic!"
El sonido claro del obturador del teléfono resonó.
Marisol frunció el ceño, "…"
Sin darle tiempo para reaccionar, Antonio ya había guardado su móvil en el bolsillo del pantalón y abrió de nuevo la puerta del coche.
Con un poco de molestia, Marisol le preguntó, "Antonio, ¿qué estás tramando?"
"¡Espérame en el coche!" fue todo lo que dijo Antonio mientras le ponía el cinturón de seguridad y se apresuraba a cruzar la calle.
Marisol se quedó sentada en el coche, confundida. A través del cristal, vio pasar dos autobuses en direcciones opuestas y la figura de Antonio desapareció, sin saber en qué tienda había entrado.
Unos diez minutos después, él reapareció en su campo de visión.
La puerta del coche se abrió y se cerró, y Antonio volvió al asiento del conductor, entregándole algo a Marisol, "¡Toma!"
Con curiosidad, Marisol miró hacia abajo y vio una foto de tres pulgadas en su mano.
La tinta de la foto aún no estaba completamente seca, estaba recién impresa.
En la foto estaban ellos dos, era la foto que se habían tomado hace un momento, ella estaba abrazada por Antonio. En ese instante capturado por la cámara, él lucía atractivo bajo la luz de la noche, con una leve sonrisa en sus labios, y ella miraba hacia arriba, con la boca ligeramente abierta y una expresión de sorpresa.
Marisol miró fijamente y vio a Antonio abriendo su vieja billetera, sacando todo el efectivo y las tarjetas bancarias. Luego, bajó la ventana del coche y, con un tiro perfecto, lanzó la billetera al contenedor de basura cercano.
La billetera que acababa de comprar en la tienda ya estaba desempaquetada y él comenzó a colocar sus tarjetas en los compartimentos.
Finalmente, extendió su mano hacia ella.
Marisol observó mientras él colocaba la foto en el compartimento más externo de la billetera, donde siempre sería visible cada vez que la abriera...
Ella se lamió los labios, conteniendo la respiración, "Tú…"
"Lo de la foto no lo sabía hasta ahora, fue Jacinta quien la puso en mi billetera cuando volví al país", le dijo Antonio con voz baja, explicándole con un tono que resonó en su corazón. Marisol se sorprendió al mirarlo y vio que él tomaba su nueva billetera hacia ella, con ojos encantadores y profundos, pero ardientes, declarándole, "Sra. Pinales, de ahora en adelante, la billetera y la foto en su interior solo tendrán que ver contigo."
"..." El corazón de Marisol latía con fuerza.
Desvió la mirada, sus pestañas temblaron ligeramente, y ella sabía que un inmenso júbilo había estallado desde algún lugar.
Después de cambiarse a su pijama y salir del baño, Marisol se metió bajo las sábanas. Entonces escuchó unos pasos. Antonio venía de la cocina, parecía que también acababa de ducharse en el otro baño.
Con el cabello húmedo, las gotas de agua caían por las líneas de sus musculosos pectorales y se detenían en la toalla que llevaba flojamente alrededor de su cintura. Con cada paso que daba con sus largas piernas, parecía que la toalla podría caerse en cualquier momento, era una imagen que aceleraba el pulso.
Marisol tomó una profunda respiración, apartando la vista de él con esfuerzo, sospechando que lo hacía a propósito.
"Ya son casi las diez, las embarazadas deben descansar temprano."
Cuando vio la figura erguida acercándose al dormitorio, el corazón de Marisol se aceleró, sus dedos se hundían en las sábanas, y con las mejillas ligeramente calientes le respondió, "¡Lo sé!"
Pensó que sus pasos se acercarían más, pero se detuvieron en la puerta sin entrar.
Viendo que después de darle instrucciones estaba a punto de irse, Marisol le dijo sorprendida, "Antonio, ¿tú... también vas a dormir?"
La noche anterior no sabía a qué hora había entrado a su habitación, y por la mañana, al abrir los ojos, él ya estaba acostado a su lado. Ayer por la noche incluso se había acostado descaradamente en su cama, y ahora...
"Mmm." Antonio le respondió con desgano y con una ceja levantada, "¿Pasa algo?"
"¡No, nada!" Marisol negó lentamente con la cabeza.
Antonio sonrió con ironía y, antes de irse, amablemente apagó la luz cerca de la puerta, "¡Te apago la luz!"
Marisol asintió sin palabras, "Mmm..."
Entonces, con la luz apagada y la puerta del dormitorio cerrada, la habitación quedó sumida en la oscuridad.
Marisol se volteó en la cama, manteniendo sus ojos fijos en la puerta.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Dulce Disparo al Jefe Cachorro Enamorado