Capítulo veintisiete
No dejar que mi boca hable lo ha enfadado mucho.
—No sé qué te puedo decir, no soy nadie—digo mirando el panorama.
Golpea el volante —Sara Poezyn, tú eres más que todo para mí —lo miro expectativa a la situación.
Tengo que decirle.
Lo malo es que se aleje de mí.
—Pues la verdad es que recordé ciertas cosas de mi pasado y ahora sé que soy —observa la carretera y luego a mí en actos seguidos queriendo decir que prosiga —soy una mujer demonio.
Su cara relajada me demuestra que él ya lo sabía —Yo lo sabía desde que te vi en la mansión, tú eres tan pálida y tus ojos tan profundos, pero tu riquísimo olor me descompuso y no pude pensar en otra cosa que no fueras tú, pero descarte la idea cuando te vi totalmente indefensa ante el vampiro—toma mi mano y la lleva a sus labios para dejar un corto beso en esta.
—Yo soy una demonio, de lo que me acuerdo desde pequeña es que él siempre me golpeaba y me maltrataba igual que mamá hasta que crecí y no me deje más, empecé a darle una cucharada de su propia medicina y me volví mala, comencé a matar gente y todo lo demás, un día cuando estaba recién levantada hoy gritos, baje lo más rápido que pude y mire a Elizabeth tendida en el suelo y al lado de ella estaba él y un brujo, cuando reaccione ya era tarde, el brujo había borrado mi memoria, más tarde como veinticinco años después me golpee la cabeza tan fuerte que volví a recordar todo y simule no haber recordado nada, pero él si se dio cuenta y nos trato de matar quitándole los frenos a un auto que Elizabeth manejaba, después de que sobrevivimos a ella la mando a un prostíbulo y empezaba a mandarla a clientes en línea para satisfacer sus deseos y puesto que yo no recordaba nada por el golpe que obtuve no supe de nada hasta ahora que lo veo todo con claridad —al menos una parte.
Una parte de mi verdad.
Solo esa debe saber, no quiero sufrir viéndolo dejarme por lo que cometí.
No ahora.
—¿Cuántos años tienes en realidad? —me saca de mi mente nublada por pensamientos negativos.
Mi edad.
No me he puesto a pensar en eso.
—Pues tenía dieciséis cuando me borro la memoria y después de eso cuando reaccione tenía veinticinco años vividos y desde que escape con mi madre a los diecisiete, sacando cuenta creo que tengo...
Me interrumpe—cincuenta y ocho años.
Asiento —Estoy vieja, aunque parezca de diecisiete.
—Yo tengo más que tú, no te preocupes.
Sonrió —Vaya, parece que la edad te hace más bueno cada día —reímos a la par—No te preocupes así te quiero, mi Ricky Ricón.
—Lo siento.
Junto mis cejas —¿Por qué? —una angustia se instala en mi pecho.
—Por no protegerte como debió ser—sonrío para él.
—Aun así, estuve bien —tomo su mano —No te preocupes por mí —dobla en un camino entre asfalto y tierra, todo lo que encuentro es bosque por todos lados hasta que al final hay una enorme mansión.
—Sé que esta manada es de mujeres y todas son muy lanzadas, pero te juro que no te engañe, aunque más de una intento seducirme.
Achico mis ojos, —¿Qué perra fue?
—¿Estás celosa? —sonríe.
Me cruzo de brazos mirando hacia otro lado —No lo estoy —lo observo de reojo.
—Si no lo estás, ¿por qué estás enojada?
—No estoy enojada.
—Si lo estás, tu cara roja y tu desinterés me dijeron que lo estás —volteo hacia él.
—Pues sí y que —sonrío con malicia —Ahorita mismo quisiera matar a las perras que se te aparecieron desnudas —digo entre dientes y abro la puerta del auto, me agarra del brazo y jala mi cuerpo contra el suyo, rápidamente hace una mueca de dolor y me separo de él.
—Creo que ha empezado a doler ahora que no tengo con que distraerme —me suelto de su agarre y bajo para rodear el auto y ayudarlo a caminar hacia la mansión —Puedo solo, pero la verdad es que me gusta tu atención.
—¿Desde cuándo te volviste más atrevido? —llegamos a la puerta y toco el timbre.
—Desde que sé que me quieres, eso es más que suficiente —siento como todo el calor de mi cuerpo sube a mi cara.
Estoy roja como un tomate.
Aparto mi rostro de sus hermosos ojos y en el momento de su protesta un tipo alto abre la puerta, me escanea de arriba a abajo y sus ojos se vuelven más negros de lo normal.
Un lobo en épocas de apareamiento.
Observo la mano de Wade que cada vez me aprieta más contra él —Tranquilo, lobito—juego con mi mirada.
—Al parecer si es hermosa tu compañera, ¿Me la prestas?
—Ni en tus más locos sueños, idiota —se hace a un lado para dejarnos pasar y sigo a Wade que, en vez de yo llevarlo, él me lleva a mí jalada del brazo, sube las escaleras conmigo y entra a una enorme habitación —¿Qué le mirabas a ese? —me tira detrás de la puerta y me encierra con sus brazos a los costados—¿Te gusta?
Oh no, está celoso.
—¿Por qué me gustaría un tipo cómo él?
Su mirada cambia, ahora tiene un debate interno—Esa no fue la pregunta.
—¿Y cuál fue? —cierra sus ojos y en el momento que los abre me lanzo contra él.
Despierto con un dolor en mi cuello y me remuevo incómoda en la cama gigante, abro mis ojos poco a poco y una mirada preocupante al pie de la cama me hace levantarme.
—¿Qué pasa señor ricachón? —camino hacia él y observo donde antes estaba su herida.
—No sientes algo diferente —junto mis cejas tratando de comprender y miro su rostro demacrado.
Es comprensible cuando sintió todo ese dolor.
—No, aparte de que me duele el cuello —me señala mi vestimenta y me observo de pies a cabeza. Estoy con ropa suya —y me cambiaste—sus ojos viajan a mi cuello instintivamente y es cuando lo comprendo.
Me muevo por toda la habitación tratando de encontrar un reflejo y tomo su celular, voy corriendo hacia el centro del cuarto y reflejo el vidrio del teléfono con mi cuello.
Efectivamente en este están sus iniciales.
W.A.D
Con dos espadas entrecruzadas y un sol en el punto de encuentro de las espadas.
Toco la marca y mi cuello, de un jalón siento una corriente pasar por todo mi cuerpo y me volteo hacia don ricachón.
—Lo siento, el doctor me dijo que si no lo hacía nuestro vínculo desaparecería por el inmenso dolor y que posiblemente tu morirías—baja la mirada a sus pies.
—Wade —mis ojos se encuentran con los suyos —hiciste bien —camino hacia él y lo abrazo —ahora deja de ser sumiso que no quiero que te vean así.
Aspira fuerte y me apega más a él —Contigo no me importa lo débil que me vea, solo tú tienes ese poder de descomponerme, no lo olvides.
—Como el día que me escape de ti en la cena—quito mi cabeza de su pecho para mirar su rostro.
—Perdón si ese día te dije cosas que no te gustaron, es que la mayoría de personas que estaban eran lobos de mi manada y pensaban cosas que no debieron pensar y me enojé.
Me separo y me acuesto en la cama —No quiero estar aquí —observo la pared blanca arriba de mí —quiero volver a casa—el lado izquierdo de la cama se hunde y caigo encima de su cuerpo.
Miro el cuello de Ricky Ricón —Ahí irá mi marca.
—No me provoques, Sara, de lo contrario completaré el vínculo —gruñe.
No sé de donde saco el valor, pero me encuentro besando su cuello y siento su apretón en mi cintura —Sara—advierte.
Hago caso omiso a su reclamo y ahora soy yo la que me encuentro debajo de él.
Dios, en qué me he metido.
...
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