El Alpha Millonario © romance Capítulo 36

Capítulo treinta y cinco

—Tranquila, todo estará bien, es más, ni siquiera le tomarán importancia —sobo su hombro.

Después de que salí de todo ese escándalo y bullicio subí al auto lo más rápido que pude, pero una cámara tomo una fotografía de Sara en el auto.

Su miedo incrementa cada vez más al pensar que la justicia pueda decir algo al respecto con nuestra relación, aunque para ser sincero no estamos rompiendo las reglas, ella está en los cincuenta y tanto de años.

—¿Cómo lo sabes? —me mira fijamente con los ojos vidriosos.

—Tú me amas, además, tu madre es parte de mi manada. Ella fácilmente puede decir que te ha emancipado y si no fuese así, da el caso de que no me negaría estar contigo y si lo hiciese yo la puedo obligar con la voz de Alpha. Ahí si no me lo puede negar —aprieto su mano.

Suspira —Te creeré solo porque tú casi, casi, siempre tienes la razón —sonrió.

Pasamos el último puente y doblamos a la derecha para entrar a los inmensos bosques, la carretera está mojada por la reciente llovizna y el frío que hay fuera es como de dos grados. Los autos aquí pueden derrapar, bajo la velocidad a sesenta y sigo en ese curso hasta que veo la entrada a la manada, bajo un poco el vidrio de mi lado para que los guerreros perciban que su Alpha está de visita, las puertas son abiertas y entramos, todos están jugando fuera y la casa principal está llena de niños pequeños.

Los viejos están en la entrada abrigados con una frazada. El abuelo abre el garaje subterráneo para los autos y cada uno se estaciona en un lugar diferente, apago el motor del lambo y volteo a ver a Sara dormida. La presentación que tendrá con mi abuela serán unos hermosos ronquidos.

Si señor.

Desabrocho su cinturón y salgo del auto —¿Y Sara? —Elizabeth camina hacia mí y la detengo.

—Está dormida, no quiero ni un solo ruido —abro su puerta y la tomo en mis brazos, ella se acomoda mejor y balbucea algo que no pude escuchar.

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—Si me van a hablar o decir algo que sea por aquí—los miro —Matías, cierra la puerta, por favor—señalo con la cabeza el auto y camino hacia la escalera.

—Wade, la abuela va a querer examinar, así como hizo con Isaac —tenso mi mandíbula.

—Se tendrá que esperar, han sido muchas experiencias para ella en un día —me hago a un lado —Emilie, abre la puerta, por favor —sube los dos escalones faltantes y escucho el chillido de la abuela.

Emilie le indica que guarde silencio y está frunce el ceño.

—Abuela perdón, pero está dormida, la presentación tendrá que esperar, además, tu nieto viene cansado — camina hasta mí y ve a Sara, toca su rostro y levanta la mirada hacia mí.

—Esta bien, hijo. Ven que te tengo la habitación lista —sonríe alegremente y camino detrás de ella.

—Cuando yo despierte la despertaré a ella para que bajemos juntos —asiente y se va dando pequeños brincos.

Marco a mi padre y a los tres pitidos me contesta —¿Llegaste bien? ¿Cómo están mis padres? —me asiento en el borde de la cama.

—Ellos están bien, pero ¿ya hablaste con mi madre? —se escucha una larga pausa hasta que por fin decide hablar.

—Está muy sentida por lo que paso, es todo, sabes que tu madre es muy resentida, pero eso se le quitará —paso una mano por mi desordenado cabello.

—Notifícame si ocurre algo con ella, la última vez se trato de quitar la vida—cuelgo y tiro el teléfono en la cama.

—Niño rico, tu abuela es sumamente agradable, dice que bajes a comer —Sara se detiene en el marco de la puerta —¿Qué pasa, Alpha? —se acerca a mí y toca mi cuello y frente —Dios Wade, estás ardiendo en fiebre.

No es fiebre, es la puta calor que se aproxima, solo falta una semana y esta será la más grande por lo visto.

—No te preocupes, es otra cosa que todavía no puedes saber —la asiento en mis piernas y busco sus labios desesperadamente, una de sus manos viaja a mi espalda mientras que la otra se posiciona en mi mejilla.

Me separo ligeramente de ella y sus ojos cambian a rojos de un segundo a otro, con una fuerza increíble me tira en la cama y hunde su cabeza en mi cuello.

Pues parece que habrá acción.

...

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