El Cocinero Del Capitán [BXB] romance Capítulo 11

¿Por qué mis ojos dejan escapar lágrimas si fui yo quien le dijo que lo hiciera? Esto es absurdo, aunque también el hecho de traer a una mujer, significaría que el castaño tenía razón, el capitán sólo me ve como una prostituta…

No puedo evitar llorar, como mi llanto se había desatado decidí acercarme a mi hamaca para acostarme hasta que me dormí de tanto llorar. Hay pocas veces en donde lloro hasta ese punto, pero cuando desperté por la mañana sentía mis ojos cansados y tras levantarme, e incluso alistarme para comenzar con un nuevo día, me di cuenta de que ya habíamos zarpado y nuevamente estábamos en medio de la nada.

Como sabía que los chicos se acercarían pronto a la cocina, decidí picar cebollas para que mis ojos hinchados no fueran sospechosos, algo que sin duda funcionó, de todas formas, cuando me vieron rápidamente dedujeron que había sido a causa de la cebolla.

Tenía que picar muchísimas, ya que planeaba utilizarlas para el almuerzo de hoy, de todas formas, soy el cocinero, mis penas no les interesan a los hambrientos tripulantes de este barco.

Claro que, cuando el almuerzo estuvo listo al mediodía, le pedí a Julián que le llevara el almuerzo al capitán, yo no quería verlo, sabía que terminaría con un nudo en la garganta, además tampoco quería ordenar su habitación, no cuando seguramente la desordenó en la compañía de aquella mujer que vi ayer.

Para no parecer sospechoso, usé la excusa de servirles a toda la tripulación, ya que él salió de su cabina y sentí como me miraba desde la distancia, aunque no se acercó, supongo que entendió que estaba ocupado.

–Muchas gracias– me dijo un pelinegro, él siempre es amable conmigo y suele agradecerme la comida con una gran sonrisa en los labios. En esta oportunidad, fue al último que le di de comer.

–No hay de qué, de todas formas, es mi trabajo– le dije con una sonrisa.

–Joshua– me nombró Alejandro, el otro chico que me ayuda en la cocina– ¿apartaste tu porción? –me preguntó.

–¿No has comido aún? –me preguntó el pelinegro con el plato en sus manos– toma, te doy el mío.

–No te preocupes, estoy bien, además puedo cocinar algo después– le dije mientras que él se mantenía preocupado.

–¡Leonel! –gritaron– ¡ven, te aparté un sitio! –lo llamaba otro chico, mientras que el pelinegro se mantenía centrado en mí.

–No me respondas si no quieres, pero ¿ayer comiste? –me preguntó viéndome directamente a los ojos.

–¿Por qué preguntas? –pregunté, tratando de evitar responderle.

–Ayer pasé mucho tiempo en el mercado y varias veces te vi, pero no te vi comer y asumo que no tenías dinero– me explicaba.

–Eh…–solté sin saber cómo responder.

–Toma– dijo poniendo su plano sobre mis manos– come algo– añadió.

–Pero…–traté de negarme, pero él se alejó de mí, llevándose sólo el pan.

–Uh… creo que a Leonel le gustas– comentó dándome codazos Alejandro, mientras sonreía de forma coqueta.

–Sólo es amable– le aseguré, sintiéndome nervioso por la idea de haber contagiado a alguien más con mi desagradable enfermedad.

–Oh… el capitán está mirándonos– comentó, haciéndome sentir nervioso– creo que está enfadado, deberíamos escondernos en la cocina– añadió, e inmediatamente lo seguí.

No quisiera ver al capitán enfadado, él siempre ha sido amable conmigo, aunque por culpa de eso ahora me siento triste por la idea de pensar que estuvo con alguien más. Es evidente que no tengo derecho de reclamarle, aunque duele pensar que en realidad sólo era amable con tal de acostarse conmigo…

Soy tan idiota…

Igualmente, no debería seguir pensando en eso, de hecho, decidí comer a pesar de que no me sentía con apetito, pero como aquel pelinegro llamado Leonel me cedió su almuerzo, no deseaba desaprovecharlo ni mucho menos tirarlo.

No pude evitar pensar más de la cuenta en su gesto, fue muy amable de su parte, aunque a diferencia de lo que piensa Alejandro, creo que él sólo quiere ser mi amigo.

Un amigo… ¿Seré digno para tener uno? En el pueblo en donde vivía, cuando era pequeño, los niños se alejaban de mí, algo que se repetía cuando fui creciendo, ya que aseguraban que podía contagiarlos con mi enfermedad ¿a Leonel no le asusta la idea de ser contagiado?

Supongo que tendré que hablar con él para advertirle que no podemos ser amigos, no quisiera enfermarlo…

Una vez terminé de comer, con Alejandro y Julián recogimos todos los platos y cubiertos con la idea de lavarlos, teníamos que tener todo limpio antes de volver a cocinar para la cena, aunque como la cocina estaba un poco sucia, decidí barrerla y trapearla, pero para esto tomé un cubo de madera que lancé por babor queriendo recolectar más agua.

El cubo estaba atado a una cuerda, la cual debido al peso del agua se encontraba bastante estirada y con mucha dificultad estaba levantando el cubo. Lo he hecho muchas veces, así que sabía cuan cansado sería, aunque no pensé que Leonel se me acercaría para ayudarme, de hecho, incluso de regreso a la cocina llevaba el cubo mientras me preguntaba por mi alimentación.

–Te agradezco por el gesto, pero no deberíamos relacionarnos, podría contagiarte y no quisiera crear de tu vida una miseria– le fui diciendo, mientras que él detuvo sus pasos queriendo mirarme a los ojos.

–Oí sobre ello, aunque no pensé que realmente lo consideraras una enfermedad–comentó, acercando su mano hasta mi mejilla con el propósito de alzar mi rostro– algo como eso no se puede contagiar, el hecho de que te gusten los hombres no cambiará mis gustos por las mujeres– me trataba de convencer– te aseguro que sólo deseo ser tu amigo, además en mi pueblo, uno que comparto con varios de este barco y con el capitán, esto no es considerado una enfermedad, de hecho, mi hermana está casada con una chica y nos llevamos muy bien.

–¿Es posible casarse…? –pregunté sorprendido.

–No seguimos a los mismos Dioses, Joshua– me respondió dedicándome una sonrisa– pero ¿Qué me dices? ¿Aceptarás mi amistad? –preguntó, ofreciéndome su mano como una manera de crear un acuerdo.

Me sentía temeroso por la idea de aceptar su mano, pero sentía mucha curiosidad por conocer más sobre aquellos Dioses que ellos siguen ¿qué clase de Dioses aceptarían eso? Es raro de pensar, por lo mismo, estreché su mano aceptando su amistad, algo que parecía hacerlo feliz y una gran parte de mí, también lo estaba.

Tengo un amigo… no debería estar tan feliz, pero me siento eufórico por la idea.

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