Escuchar esto dejó a Regina sin habla por completo. Parecía no ser capaz de gritarle a Simón cuando la defendía de forma incondicional.
No tardó mucho para que Regina volviera en sí después de la bofetada. Le gritó:
—¡Maldición, Simón! ¡Cómo te atreves a golpearme! Muy bien, recuerda abuela, tú y tu padre no son los que causaron la muerte de mi tío. ¡Simón es el único responsable de su muerte! ¡Vamos ahora Nicolás!
Después de eso, Ilse salió hecha una furia hacia el elevador con Nicolás.
—Señor Zarco…
Beatriz le rogó que se detuviera, pero Nicolás lo arrojó hacia un lado.
Sintió que no tendría sentido quedarse en vista de que no podía vencer a Simón en una pelea. En vista de que esto se trataba del destino del padre de Regina, no tenía nada que ver con eso. No obstante, pensándolo bien, sintió que sería mucho mejor si él moría. Tal como dijo Ilse. La sangre de Luís estaba en las manos de Simón. Eso era debido a que, si pasaba, su familia nunca perdonaría a Simón.
Beatriz sintió una gran angustia mental cuando vio que Ilse y Nicolás se iban. Entonces le gritó a Simón:
—¡Lárgate ahora! ¡Aléjate de nosotros cuanto te sea posible!
De repente, el teléfono de Simón comenzó a sonar. Resultó que era Diana, por lo que sin decir ni una palabra, salió caminando de la habitación.
Su prioridad principal era salvar la vida de Luís en cuanto recibiera su botiquín médico.
Regina se sintió destrozada cuando lo vio irse.
Si antes estaba decepcionada, ahora sentía que había perdido toda la fe en Simón
Mientras tanto, después de aceptar el botiquín médico en la entrada, Simón se dirigió a toda prisa al cuarto de urgencias.
Diana se sentía en extremo emocionada por toda esa situación. Resultó que Simón había anunciado que renunciaría a ser un sanador cuando se retiró de la milicia.
Todos en la frontera del norte estaba consternado por la noticia. Algunos incluso dijeron que nadie podría siquiera dominar las habilidades que Simón tenía en al menos cien años. No obstante, nadie esperaba que Simón rompiera su propia promesa para salvar a un hombre el primer día de su regreso a Calandrias.
Parecía que solo la amante del Comandante Dragón podía convencerlo de romper su voto.
Mientras tanto, en la oficina del director, Beatriz estaba quieta en silencio sentada en una silla. Estaba por completo exhausta y sin esperanzas.
—Maldito Simón. ¡Él mató a Luís! No solo es pobre, sino también violento, Regina. A penas es una fracción del hombre que podría ser Nicolás. ¡Necesito que abras tus ojos y mires con atención al hombre que elegiste!
Parecía que Carlos había decidido culpar de todo a Simón.
«¿Cómo se atrevió ese b*stardo obsesivo a golpear a mi hija frente a mí. ¡No me respeta en lo absoluto!».
Carlos parecía furioso en ese momento. Casi parecía como si se le hubiera olvidado que su familia era la responsable por avivar las llamas que causaron que la Señora Estévez expulsara a la familia de Luís de la mansión.
Pero claro, estaba más enojado por la reticencia de Regina de casarse con Nicolás. En vista de que este era el caso, ninguno de sus planes se cumpliría si ella nunca se casaba con Nicolás.
De repente, la Señora Estévez, quien se había quedado callada durante todo ese tiempo, dijo:
—Creo que Nicolás solo se fue porque Simón estaba aquí. Su ego está herido porque Simón le dio una bofetada. En vista de que ya se fue, deberías de llamarle a Nicolás y disculparte ahora. Haz que regrese con tu papá.
Tras escuchar eso, Beatriz dijo:
—Así es, Regina. Apresúrate y llama al Señor Zarco. ¡La vida de tu padre está en tus manos ahora!
—Yo… —tartamudeó Regina porque quería rehusarse.
Comprendía que, si se disculpaba con Nicolás, estaría de acuerdo con su petición de antes. Tendría que casarse con él si terminaban juntos en la cama. No había diferencia a que la condenaran a un infierno en vida.
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