El comprador (COMPLETO) romance Capítulo 74

Labios acariciaban la piel de mi cuello con ternura. Manos se prendían a mis caderas mientras su cuerpo se introducía en el mío con una lentitud enloquecedora.

Las sábanas se arrugaban bajo mi cuerpo cada vez que me retorcía presa del suyo. Estaba siendo deliciosamente torturada por su hambre de mí.

Cada embestida era ardientemente calculada. Mis piernas se sostenían de su cintura mientras mis manos tiraban de su pelo atrayendo en ese gesto su boca a la mía. Nos besábamos como locos, frenéticos de obtener más.

Era una marcha sensual y una oda al orgasmo.

Con cada instante en que avanzábamos hacia la cúspide de nuestro encuentro sexual a media luz del amanecer, una preciosa polifonía de gemidos y jadeos duales se convertían en el preludio de un intenso orgasmo que nos llevaba al cielo, ida y vuelta tomados de la mano del sexo pleno de amor.

—Pagaría toda mi fortuna al mismísimo diablo porque me dejara estar siempre así contigo. Siendo mía y solo mía.

Su peso estaba sobre mi endeble cuerpo pero la sensación era maravillosa. No quería que acabara.

—¿Sabes algo...? —Le pregunto besándolo antes —Yo nunca voy a poder entender cómo puedes quererme así. Yo te amo, lo sabes y lo has podido sentir, pero lo tuyo Ale... lo tuyo es otra cosa. Supera la realidad.

Cerró los ojos, privándome del color azul que tanto amaba ver en ellos y saboreó mi nariz con la suya, juntándolas con delicadeza, antes de mirarme nuevamente y confesar...

—Tú me amas mucho más, solo que no puedes sentir lo que provocas en mí —aparta el pelo húmedo  de mi frente y deja un beso luego —. Eso es lo que conduce mis sentimientos al nivel que los sientes tú, amor. Pero la realidad es, que, eres tú quién posee ese amor que ambos nos tenemos.

¡Es que él me derrite completamente!

—Tengo que ir a trabajar, amor —confiesa cerrando así el tema anterior.

—Yo quiero dar un paseo con Patri y recoger las cosas del hotel. Hay algunas más en la casa de Christian...

—Dale las llaves a Joss y él se hará cargo —decreta alzando su cuerpo de la cama, dejado su espacio vacío —no quiero que vayas allí.

Tampoco quería ir.

Llevaba dos días ya en la mansión y la verdad era como una luna de miel perpetua. Un constante placer y volver a reencontrarme con gente que quería y que llevaba tiempo sin poder ver.

Mery estaba ún poco resentida y escéptica conmigo. Asumía que dejaría a Alexander otra vez y volvería a sentirse como antes sin saber, que tenía motivos poderosos para dejarle cuando hice lo que hice.

El tiempo con mi amiga fue un gustazo, habíamos hablado mucho y las tardes de piscina, con su nuevo noviete y mi marido, eran una absoluta novedad que empezaba a adorar. Todo parecía tan perfecto que asustaba. Pero me encantaba.

—Me preocupa que trabajes en tu condición, Alexander.

Me adentro en el baño y me recuesto contra uno de los armarios de las toallas frente a la ducha. Él esta en todo su esplendor, lavando su poderoso cuerpo.

—Hasta ahora tengo que seguir trabajando y no ha pasado nada. No te preocupes. Estos dos días he descansado y estar contigo es todo lo que necesito. Me siento como nuevo.

No importa lo que dijera, yo iba a investigar por mi cuenta.

—Hoy tengo que entregarle a Christian el bote. Va a mandar un gerente de los suyos a recogerlo.

Los últimos tiempos su padre había estado llamándola y eso había hecho que descubrieramos dónde exactamente estaba, sin embargo Alexander entendió que ya no había amenaza sobre nosotras, puesto que junto a él, en prisión, estaba el otro preso que sabía lo que yo había hecho en un principio y había sido debidamente sobornado, así que se mantendría callado y en vista de que Alfonso estaba muerto, ya no podía chantajear a nadie. El otro se encargaba de mantenerlo a raya con tal de que mi esposo asumiera económicamente a su familia en la calle.

Las cosas estaban bastante bien, respecto al pasado que nos había traído hasta este presente. Pero ahora, las amenazas eran otras.

—¡Hola, chicas!

El saludo de Mónica nos interrumpió y la conversación sobre el único canon suelto que nos quedaba de ese pasado, quedó pospuesta cuando entramos en el principal tema de mi presente.

—Hola, ¿Quieres beber algo? —Patri le tenía mucho aprecio. Le había salvado la vida.

—Ya pedí un chocolate. Hace frío, ¿Eh?

—Un poco, Mónica —comencé a dirigir la naturaleza del encuentro porque no tenía tiempo que perder —necesito saber que sabes, valga la redundancia, de la enfermedad de mi marido y todo lo que asumas o conozcas con respeto a Luca.

Patricia al oír el nombre del hijo supuestamente muerto de Alex, se atoró con su café y casi escupe en el mantel de lujo, pero la doctora y yo, solo podíamos sostenernos la mirada de manera poco tranquila.

—No sé si van a gustarte las cosas que tengo para decirte —murmuró seria.

—Con que las digas me doy por satisfecha, luego veré como lidiar con sus repercusiones.

Y así iniciaría el rumbo hacia la solución de los misterios pendientes del comprador.

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