—¡René!
Al ver que su hija había recobrado el conocimiento, Erasmo corrió al instante con toda la emoción del mundo.
—Padre...
René miró alrededor de la habitación con una mirada perdida en sus ojos. Al ver a la multitud arremolinándose, la aprensión la inundó de inmediato.
—¡Me asustaste hasta la muerte, René! ¿Sabes que estuviste inconsciente durante varios días?
Las lágrimas corrían por el rostro de Erasmo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El despertar del Dragón