—Jefe, lo siento, pudimos contactarlos, pero ellos se niegan a venir —declaró Kistong un poco nervioso, porque sabía que Graymond Ballmer, no aceptaba un no por respuesta.
—Dame la dirección, porque me parece mal hecho de su parte, que no quieran conocer a la única hija de su hermana, la que lo dio todos por ellos. Y si fuera por mí, no me intentaría acercar a ellos, pero lo hago por Salomé, ella los quieres conocer… y todo lo que ella quiere, se lo voy a dar, porque la voy a retribuir por mis años de ausencia y por la soledad que debió enfrentar —expresó con firmeza.
—A Dios gracias que no encontró a esa hija cuando estaba pequeña, porque si no la habría convertido en una mujer caprichosa. Y odiosa Salomé y Conrado deberían estar pendiente de eso, porque pondrá a las niñas consentidas y creídas —dijo entre dientes, sin embargo, y pese a que no esperaba que su jefe entendiera y oyera la retahíla de palabras, lo escuchó.
—A pesar de lo que has creído durante mucho tiempo, siempre he escuchado lo que dices mal de mí entre dientes, descarado —aunque le estaba reclamando su tono no era de molestia.
—Es que se está pasando, pobre el señor Conrado, usted le está echando a perder a la esposa y a las hijas, sobre todo a estas últimas, cuando él quiere negarles algo para corregirlas, usted sale a complacerlas escondido de él, entonces, esas niñas serán de armas tomar, y si Conrado no puede corregirlas, menos Joaquín, que baila también al son que ellas toquen.
—Los abuelos son para eso, para consentir y es solo a Fabiana, porque Grecia es muy correcta… muy considerada, me recuerda tanto a Graciela —suspiró con pesar, aunque se recompuso rápidamente—, dame la dirección y manda a preparar mi vuelo a los Estados Unidos, voy a buscar a ese par, y no aceptaré su negativa.
Así lo hizo, luego de despedirse de su hija, de su yerno y sus adorados nietos, viajó a los Estados Unidos, quince horas después estaba llegando a Minneapolis, de una vez, lo estaba esperando un coche en el aeropuerto, le dio la dirección de sus cuñados, había tres direcciones, por eso decidió llegarse hasta la oficina.
Llegó a la sede de una empresa donde trabajaba el hermano menor, ahora un hombre de casi treinta años, cuando entró a la sede todas las miradas se posaron en Graymond, porque todo el mundo sabía quién era, no tuvo problemas en que le indicaran donde encontrar a su cuñado, se llamaba Michael Archer.
Cuando Graymond llegó, el hombre salió de su oficina para atenderlo, porque era un honor para él recibir a uno de los mejores empresarios del país.
—Señor Ballmer, ¡Qué agradable sorpresa! Cuando mis trabajadores me informaron de su presencia no podía creerlo, es un honor tenerlo aquí ¿Usted me dirá en qué puedo ayudarlo? —pronunció mientras la gente a su alrededor miraba con curiosidad.
—Señor Archer, lo que me mueve a venir a conversar con usted no es un asunto empresarial, si no personal ¿Podríamos hablar en privado? —propuso.
El chico frunció el ceño con desconcierto, pero de inmediato aceptó.
—Claro, pase por aquí —caminó por un pasillo hacia una gran oficina donde lo siguió Graymond.
Una vez dentro, Graymond se sentó en una silla frente al escritorio de Michael, previa invitación de este.
—Lo que voy a decirle, señor Archer, es algo difícil que tal vez le sorprenda, en realidad no sé ni como empezar —suspiró profundo y luego preguntó de forma directa— ¿Conoce su origen? —interrogó sin dejar de mirar al joven frente a él.
Michael se hizo una mueca un poco tensa antes de responder.
—Si, soy adoptado, mis padres y mis dos hermanos murieron cuando estaba pequeño, tengo recuerdos de ellos… y hasta mire… —tomó una foto de su escritorio y se la pasó.
Graymond, vio la imagen, estaban los señores Vidal, Graciela, Sergio y los dos más pequeños.
—¿Por qué me lo pregunta? —inquirió con curiosidad.
—Yo les mandé a buscar con un investigador, porque quería acercarme a ustedes, principalmente porque aunque Graciela murió, tuvo una hija que también es mía, ella quiere conocerlos, y también Sergio que sigue vive —expresó y la sorpresa en Michael fue evidente.
—¡Eso no puede ser! Nadie… me dijo nada —manifestó con una mezcla de sorpresa y de conmoción.
—La respuesta que le dieron a mi asistente es que ni usted ni su hermana querían conocerlos.
Michael negó con la cabeza.
—Eso no es cierto, a mí nadie me preguntó. Voy a preguntarle a Cassy para ver si alguien la llamó a ella.
De inmediato, tomó su celular y marcó un número, al atenderle, le hizo una pregunta a su hermana, quien respondió de manera negativa.
—Si no es molestia, señor Graymond, necesito saber ¿Con quién conversó la persona que vino a buscarnos?
—Puedes llamarme Graymond, déjeme hacer una llamada y le doy esa información.
Minutos después, le tenía la respuesta.
—Fueron donde era su antigua casa, y una mujer que dijo ser su hermana, manifestó que no estaban interesados en conocernos.
—Esa deber ser mi hermana mayor, es muy sobre protectora… pero ya ve, nosotros si queremos ver a mi hermano Sergio y conocer a mi sobrina ¿Tiene fotos de ella?
Graymond asintió orgulloso.
—Si y de mis nietos, ella tiene dos niñas, Fabiana, Grecia y el rey de la familia Gray, apenas tiene unos meses de nacido, pero nos tiene de cabeza a todos —sacó su celular y le fue mostrando cada una de las fotografías y explicarle el momento en que fueron tomadas.
Así estaban cuando llegó la otra chica, ni siquiera tuvo que preguntar quién era porque su cabello rojizo y su parecido con los otros chicos, con Graciela y Salomé era bastante.
—Hermano, ¿Cómo es eso que mi hermano Sergio está vivo y que tenemos una sobrina? ¿Acaso Graciela también está viva? —interrogó Cassy caminando directo hacia su hermano y parándose a su lado y poniendo su atención en Graymond, que se había mantenido en silencio, observando con interés a la mujer.
—Hermana, ella es Graymond, el padre de nuestra sobrina.
—¿Quiere decir que usted estaba en una relación con mi hermana? ¿Puede decirnos dónde estaba, cuándo ella murió? —inquirió de manera inquisitiva.
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