**Esta historia NO contiene incesto. En ninguna relación, la protagonista tiene la misma sangre que sus intereses amorosos masculinos.**
—¡Ah, ahh, ahh! Eduardo, por favor, para... nosotros... ah... no podemos hacer esto... ahh -jadeé entre besos mientras la lengua de mi tío adoptivo invadía mi boca, girando contra mi propia lengua mientras la chupaba con suavidad con pasión.
-¿No te dije que me llamaras «profesor» mientras estuviéramos en el trabajo? —respondió burlonamente antes de seguir mancillando mi boca.
Mi cuerpo se congeló por la sorpresa de lo que estaba sucediendo mientras mis manos se apretaban con fuerza contra su bata blanca de laboratorio. Intenté separar mis labios de su beso sólo para que sus cálidas y grandes manos empujaran la parte posterior de mi cabeza dirigiendo mis labios húmedos de nuevo hacia sus labios hambrientos y su lengua buscadora.
-Te daré tanto placer que te olvidarás de Luciano... -se rio en mi oído y me susurró con su voz profunda y seductora.
-Ah... por favor. —Otro conjunto de gemidos escapó involuntariamente de mis labios para mi propia sorpresa.
Perdí el control de mi mente y de mi cuerpo cuando sus grandes y varoniles manos se deslizaron poco a poco por el interior de mi bata de laboratorio y me acariciaron el pecho izquierdo, masajeándolo de forma intensa. La sensación me sacudió y empecé a sentir una repentina oleada de calor y pegajosidad que salía de entre mis piernas.
«No, estoy reaccionando a él tan rápido y con tanta fuerza». Como si percibiera mi excitación, su cuerpo delgado me acorraló, empujando mi espalda contra su mesa de trabajo, y luego metió su pierna izquierda entre mis muslos. Intenté suplicarle que se detuviera, pero los únicos sonidos que podía producir eran gemidos sensuales mezclados con mi dura respiración. Mi tío me acariciaba los dos pechos por encima de la ropa.
—No... para... no puedo... —gemí y jadeé mientras su lengua me lamía poco a poco los lóbulos de las orejas y luego me las chupaba emitiendo húmedos sonidos de succión.
La sensación era tan intensa que abrí los ojos de par en par sólo para ver su hermoso rostro y sus ojos ardientes de deseo por mí mirándome. Tan parecido, pensé en el calor de ese momento, sus ojos verdes, su pelo castaño oscuro, su hermosa nariz recta, sus labios juguetones y su cuerpo delgado y un poco musculoso eran tan parecidos al hombre que amaba y que había anhelado en secreto... mi padrastro.
Volvió a besarme con fuerza, introduciendo su lengua en mi boca. Nuestra saliva mezclada goteaba de mis labios cada vez que cambiaba el ángulo de nuestro beso.
Gimiendo entre nuestros besos, pude sentir su muslo presionado hacia arriba contra mi palpitante pasaje secreto.
-No más... alguien podría entrar... -Susurré la única excusa que se me ocurrió para que parara.
—Entonces supongo que será mejor que bajes esos ruidos lascivos que has estado haciendo, ¿eh? —respondió y metió su dedo corazón en mi agujero del amor con un movimiento profundo y rápido.
Grité de placer, mis piernas apenas podían soportar mi peso y me apoyé en la mesa para apoyarme. Los sonidos húmedos llenaron todo el despacho de mi tío mientras movía su dedo dentro y fuera de mí antes de enroscarse dentro de mí para explorar la parte superior de mi cueva buscando mi punto más placentero en su interior.
—¿Es aquí donde te gusta? —me preguntó con una voz seductora y ronca mientras su dedo presionaba mi punto.
Sentí que me mojaba cada vez más mientras él seguía estimulando ese punto. No pude aguantar el placer que se acumulaba en mi cono y empecé a rechinar con fuerza contra su mano mientras gemía con abandono. Los sonidos húmedos de los golpes resonaron por toda la habitación mezclándose con nuestros jadeos y gemidos apasionados. Sintiendo que quería más, introdujo otro dedo dentro de mí y empezó a empujar con más fuerza y rapidez desde distintos ángulos.
—Tu cono está chupando mis dedos... eres una zorra. No puedo esperar a follarte duro —gimió en mis oídos mientras me metía los dedos con fuerza y luego procedió a chupar mis pezones erectos. Su otra mano pellizcaba mi hinchado y duro nudo del clítoris haciendo que el dulce dolor entre mis piernas fuera insoportable para mí y pudiera sentir que se acercaba... mi orgasmo.
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