El hombre con la máscara de zorro romance Capítulo 113

Lorenzo miró al niño frente a él y suspiró, ese niño era inteligente y encantador, -Mocoso, ¿quieres ver a Andrés?-

-¡Por supuesto! ¡También quiero ver al tío Oscar!- dijo Iker de inmediato.

-¿Quieres venirte a mi casa esta noche? ¿Te atreves a venir?- preguntó Lorenzo con interés.

Iker enarcó una ceja, -¿Por qué no me atrevería? ¿Acaso el abuelo realmente es un tigre y me va a devorar?-

-Ja, ja, ja, ja...- A Umberto le gustaba cada vez más el niño. Lo tomó en sus brazos, -No, es mejor que te vengas conmigo, ¡en mi casa tengo comida deliciosa!-

-Pero en tu casa no está Andrés. Andrés es el hijo de mamá. Yo tengo que ayudar a mamá a recuperar a su hijo. Abuelo, me gustas mucho, ¿puedo ir a tu casa mañana?- preguntó Iker abrazando el cuello de Umberto.

-¡Está bien! ¡Está bien! ¡Como tú quieras!- Se rio Umberto.

-¿Mañana no es sábado? ¡Puedes quedarte en mi casa hasta el lunes, y le pediré al chofer que te lleve al colegio!- dijo Lorenzo.

-A ver, Señor Lorenzo, ¿estás yendo en mi contra a propósito?- Umberto estaba un poco descontento, -¡Hemos quedado en que irá a tu casa hoy y vendrá a mi casa mañana! ¡Cariño, tengo un regalo para ti, tienes que venir mañana porque tengo un tesoro!-

-¿Estás bien?- Milagros le entregó un pañuelo preocupado.

Laura asintió con la cabeza y dejó escapar una débil sonrisa, -¡Estoy bien! ¡Muy bien! ¡Voy a arreglarme!-

Laura fue al baño a ordenar su ropa, pero en cuanto entró, cerró la puerta del baño, se apoyó contra la pared y lloró en silencio.

“¡Oscar! ¿Cómo estás?

¡Todavía te echo de menos! ¡Te echo mucho de menos!”, ella susurró en su interior. Solo Dios sabía cómo había pasado esos días, sufría de insomnio, y solo se quedaba dormida después de mucho, mucho tiempo. ¡Casi todas las noches se quedaba mirando el techo hasta el amanecer!

Había derramado muchas lágrimas, había pasado por mucho sufrimiento...

¡Resultó que extrañar a alguien era algo tan insoportable! Era más doloroso que cuando extrañaba a Andrés todos los días, ¡era mucho más insoportable!

¡El baño, el baño fue el primer lugar donde la besó a fuerzas! ¿Por qué aún se acordaba de él a donde fuera?

Cuando Laura volvió a salir, Milagros estaba esperando afuera y preguntó preocupado, -¿Estás bien? ¿Tienes frío?-

Al ver que su vestido estaba empapada de vino, le preocupaba que se resfriara, así que se quitó el traje y se la puso, -¡El vestido está mojado, pónsela!-

-¡Gracias!- dijo Laura.

-¡De nada, Laura, te llevaré de regreso!- dijo Milagros.

Cuando los dos volvieron a la fiesta, recibieron la noticia de que Lorenzo se llevó a Iker.

-Jefe, ¿por qué mi hijo se fue con Señor Lorenzo?- preguntó Laura nerviosa.

-¡Iker dijo que te ayudará a encontrar a Andrés!- dijo Umberto.

Laura se puso nerviosa de inmediato.

-Señor Lorenzo dijo que no le hará nada a tu hijo, ¡que no te preocupes!-

Impotente, Laura no pudo decir nada, solo se quedó preocupada por el asunto en todo el camino. Por su lado, Milagros la llevó al callejón en coche. Al salir del auto, Laura encontró un Bugatti azul estacionado en la entrada del callejón.

Se puso nerviosa enseguida.

Después de que se bajara, Milagros también se bajó.

La mirada de Laura estaba buscando algo subconscientemente, y vio una figura solitaria en el costado del auto. Su sombra estaba medio escondida en la sombra y medio bajo la luz. La farola hacía que su figura apareciera extremadamente larga.

Al verlos salir del auto, se acercó lentamente con una complejidad indescriptible en su mirada.

Con un cigarrillo en la mano, esperó a que ella regresara. Eran las once, ella se bajó del auto, ¡pero se bajó del auto de otro hombre!

De pronto sintió una angustia por dentro, y la sensación de vacío fue reemplazada por una sensación de angustia.

Laura no dijo nada al verlo. Milagros también vio a Oscar.

Los dos hombres se miraron y empezaron a examinar el otro.

-¡Milagros, vuelve a casa, ya es tarde!- Laura le devolvió el traje y le dijo con una sonrisa, -¡Gracias por tu ropa!-

Oscar vio que ella vestía ropa de otro hombre y entrecerró levemente los ojos.

Al verla sonreír a otros hombres, en ese momento, sintió claramente que su corazón se había roto en pedazos.

Esa sonrisa parecía tan deslumbrante, pero no sabía por qué sentía que detrás de esa sonrisa había un gran dolor, era una sonrisa brillante producido por el dolor, tan vacía y desesperada.

-¡Está bien! ¡Me voy!- Milagros asintió, luego regresó al auto, se dio la vuelta y se fue.

Laura vio que su coche desapareció en el callejón, luego respiró hondo y se giró.

Él ya estaba delante de ella. A dos metros de distancia, la figura alta era solitaria y esbelta. Tenía una pinta cansada y demacrada. Su barba había crecido mucho, y el traje que llevaba estaba arrugado. Tenía un cigarrillo en la mano, ¡pero no estaba fumando!

Ella se paró frente a él, lo miró y sus ojos coincidieron.

Él también la miró. Mientras estaba mirándose el uno al otro, era como si hubiera pasado un siglo.

Nadie habló, los dos guardaron silencio.

Era a principios de invierno, ella se estremeció porque hacía mucho frío. Se abrazó sus brazos con ambas manos inconscientemente. ¿Cuánto tiempo hacía que no se veían?

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El hombre con la máscara de zorro