El hombre con la máscara de zorro romance Capítulo 140

Sandra estaba asfixiada. Al escuchar sus palabras, su rostro palideció de inmediato. Sus ojos se movían por todos los lados sin mirarlo. La respuesta fue rápida. -¡No sé de qué estás hablando!-

-¿No te atreves a admitirlo o no quieres admitirlo?- El hombre le preguntó con el tono un poco duro.

-¡Sal!- Señaló la puerta. -¡Tú, vete!-

-Sandra.Te doy las gracias. Gracias por dar a luz a Laura para mí. ¡Ella es una niña buena!-

-Umberto. ¡No la molestes! Ella está bien ahora. ¡No perturbe su pacífica vida!-

-¿Qué te preocupa?- Umberto arqueó las cejas con los ojos agudos entrecerrados.

-¡No me preocupó!- Sandra de repente se dio cuenta de lo que había dicho.

-¿Entonces Laura realmente es mi hija?-

-¡No, no!- ella gritó ansiosamente. -¡No la conozco!-

-¡Eso es! ¿Cómo has estado durante estos años?- a Umberto se le bajó la voz. -No esperaba que te casaras con Ernesto. Pero, ¡Me alegro de ver que tienes una vida buena!-

Su tono estaba mezclado con emociones complicadas y un poco de ironía. -Ya tengo la respuesta que quiero, por lo tanto, ¡te agradezco de nuevo por dar a luz a Laura! Cuídate, Señora Ernesto, ¡ no voy a importunar tu vida más! ¡Adiós!-

Sandra se hallaba atónita y no reaccionó nada hasta que la puerta de la sala se cerró. Luego se apresuró a seguirlo corriendo para impedir que él no fuera a molestar a Laura. Sin embargo, tras abrir la puerta ya desapareció la silueta de Umberto.

Se mantuvo de pie junto a la puerta. Ella murmuró,

-¿Por qué vuelves ahora? ¿ Por qué?-

Laura vio a Umberto temprano por la mañana. Solo sin verlo por un día, pero parecía que él se envejeciera mucho de repente y se veía extraña, pero no podía describir por qué era extraño.

-Laura, ¡ven a mi oficina!- al llegar a la empresa, lanzó tantas palabras Umberto a Laura.

Entró en su oficina.

-Jefe, ¿me necesita algo?-

Umberto levantó su cabeza desde detrás del escritorio y sus ojos eran amables y gentiles. -No pasa nada especial, Laura. Solo de pronto encuentro que ya soy un poco viejo, ¡y quiero hablar con alguien!-

-No eres viejo!- Laura sonrió.- Ahora le pasa en flor de la vida, ¿por qué dices así?-

-Laura, ¿te trata bien tu novio?- de repente Umberto preguntó. -¡Uh! Parece un poco molesto esa cuestión. ¡Pero solo me preocupo de ti! Eres una chica tan amable y encantadora, ¡espero que seas feliz!-

Al principio, Laura se quedó un poco atónita pero luego sonrió de manera tranquila. -¡Sí, muy bien! De hecho, ¡me trata muy bien!-

Si anoche Oscar realmente se quedó toda la noche sin dormir fumando tres paquetes completos de cigarros frente a su casa, él era en serio bueno con ella.

Era solo que entre ellos todavía hacía falta demasiado pulir su relación. Con respecto al futuro, realmente ella no lo sabía nada.

-¿Pareces estar en duda?- Umberto dijo mirando a Laura, -¿Te ha pasado algo mal?-

De pronto Laura recordó a Natalie, quien tal vez amaba a Tomás. Pero ella estaba con Umberto. No lo entendía bien, quería preguntárselo pero por fin no dijo nada.

Además, ¿por qué Umberto la conocía a Sandra? Y era obvio que ellos antes se conocían, Sandra se desmayó al ver a él. En su memoria, Sandra siempre era una persona que no lloraba tan fácilmente, y mucho menos se desmayaba.

-¿Qué quieres decir?- Umberto encontró que ella abrió la boca levemente pero estaba en silencio otra vez.

Laura miraba su expresión preocupada, -Jefe Umberto, ¿por qué conoce a Sandra?-

Al escucharlo, las manos de él temblaron y se cruzaron juntos. –Laura, ¿por qué no reconoces que ella es tu madre?-

Frente a esta pregunta, Laura frunció las comisuras de la boca,

-¡Es ella que no me reconoce!-

Era un poco amargo decirlo, debido a que en el año en que su padre falleció, Sandra de repente abandonó a ella y el hermano menor, luego se casó con la Familia Maroto y no se preocupó más por sus situaciones. Una vez rogó llorando a Sandra que pagara para salvar a Nico. Pero ella solo le dio tres mil euros. Por lo tanto, Laura tuvo que vender la casa antigua. Aunque ya era así, todavía le faltaban gastos medicinales de Nico. Por eso, la pidió a Sandra otra vez, pero ella rechazó y le dijo que no la buscara más.

Una mujer, que no cuidaba ni siquiera a sus propios hijos, tal madre, ¡No merece ser mi madre!

-¿Ella no reconoce que eres su hija?- Umberto frunció el ceño. -¿Por qué?-

-Mi madre ya murió, ¡antes de ocho años!- dijo Laura de manera amarga, -Solo puedo tomarla como ya muerta.-

-¿Cómo te ha pasado estos años?- sus manos temblaron más fuertemente. Viendo la actitud de Laura hacia Sandra, su corazón se volvía dolorido, -¿Estás feliz?-

Se sintió un poco sorprendida, porque el tono de Umberto parecía ser muy cauteloso. Ella estaba un poco en duda, ¿por qué la mirada que el jefe le dio era tan extraña? Como si él estuviera mirando a una gatita callejera, lleno de lástima.

-Jefe Umberto, no me mire con tal mirada llena de lástima. De hecho, ¡creo que soy muy afortunada! No soy una niña callejera y tengo un padre que me quiere mucho, también mi hermano menor. Aunque él murió de enfermedad cardíaca congénita. Pero hemos vividos juntos durante varios años. ¡Pienso que soy muy rica! Porque cuento con el cariño familiar.-

Sintió una sacudida en su corazón, Umberto estaba un poco triste. -¡Eres una chica tan optimista!-

-Jefe, ¡tal tono tuyo parece el de mi padre!- Laura sonrió y la vista se ponía un poco borrosa. Realmente extrañaba a su padre, ¡no sabía si le pasaba bien en paraíso! –Pero mi papá ya falleció hace muchos años.-

De repente Umberto se puso de pie nerviosamente y estaba un poco agitado. –Laura, en realidad yo...-

Quería decir que, ¡en realidad era su padre! Las palabras iban a salir de su boca, ¡pero se las detuvo!

Finalmente no dijo nada Umberto y solo le dijo a Laura que estos fines de semana iba a invitar a ella y Iker a su casa para comer. No lo rechazó Laura.

Cuando ella salió del trabajo, acababa de irse de la oficina, vio a Milagros. Pero él le echó una mirada desde lejos sin saludarla, fingió no verla y entró en el ascensor.

-Mila...- Laura se suspendió, no sabía qué pasó a él. Su sonrisa ligero se congeló en las comisuras de su boca y miró con sospecha hacia el ascensor.

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