-¡Sigue!Teresa, si eso te hace feliz, ¡abofetéame! ¡No quiero deberos nada!-
Hace cinco años, Natalie era la comprometida de él, pero cinco años después, Zarina era su comprometida. Ahora ya no era nadie de Tomás.
-Tú…- Teresa bajó la mano que tenía levantada. -Ya no te voy a pegar, ¡pero ese bofetada era por mi hermano!-
-¡Vale! Ahora ya estamos en paz, ¿no?- Natalie ignoró la marca que tenía en su mejilla, son una ligera sonrisa en la cara, ¡subió a la planta superior!
Teresa se quedó aturdida en el mismo lugar, después de u rato, se dio la vuelta y se dirigió a la esquina, vio a Tomás apoyado en la pared con una mano, sus hombres estaban temblando. No se atrevió a acercarse, ¡temía que su hermano estuviera llorando!
Los ojos de Teresa enrojecieron, estaba detrás de él. -Tomás, ¡déjalo! ¡Una chica inocente como Zarina es lo mejor para ti! ¡Natalie es demasiado complicada!- Tomás no contestó.
Laura estaba observando a Natalie todo el tiempo, estaba preocupada. Cuando volvió, vio que tenía una marca de mano en su cara, pero estaba sonriendo. Laura de repente recordó el día que estaba en Mansión de Cielo, cuando Oscar y Alexia se estaban haciendo fotos juntos, aquel día, ¡Laura tenía la misma sonrisa!
-Natalie, ¿tu cara…?- Laura cogía su mano de preocupación.
-¡No pasa nada!- negaba con la cabeza.
En ese momento, Sandra estaba donde los ascensores mirando a Laura y a Natalie, su mirada era confusa, sobre todo cuando miraba a Natalie.
Laura también la miró, sin expresión alguna en la cara.
“Parece que ya está bien. Se ha recuperado bastante bien, y Ernesto parece que le trate bien. ¡Ella debe de estar feliz!” pensó Laura.
¡Esta mujer era su madre!
Estuvo con Umberto Hurtado, después con Nicolás Abasto, ¡y ahora con Ernesto Maroto!
¡Qué ridículo!
Ella apretó sus labios con una sonrisa amarga. -Natalie, ¡te acompaño a dar una vuelta fuera!-
Natalie pegó una mirada hacia la planta superior, creía que podría mostrarse generosa hasta el final de la celebración, ¡no pensó que fuera así!
La marca de su cara también impedía que siguiera ahí. -Vale. ¡Vayamos fuera!-
-¡Espera!- gritó de repente Sandra.
Laura se sorprendió, -¿Necesita algo Señora Maroto?
Sandro ignoró a Laura y se detuvo en frente de Natalie.
-¿Qué vas a hacer?- Laura se puso nerviosa.
Sandra la miró y dijo, -Me da igual quién seas, pero a partir de hoy aléjate de Tomás, ¡no voy a permitir a nadie que haga daño a Zarina! Y tú, Laura, ¡tampoco puedes!-
Natalie estaba un poco confusa, la mirada enemiga de Sandra hizo que diera dos pasos hacia atrás inconscientemente, -Señora Maroto, ¿cómo sabe mi nombre? Además, creo que hay un malentendido. ¡Tomás y yo no tenemos nada!-
-Natalie, ¡no debes darle ninguna explicación!- Laura sacudía la cabeza y siguió, -¡Vámonos!-
-¡Ja!- Sandra expresó una risa burlona.
Laura detuvo sus pasos, la miró y preguntó, -¿De qué te ríes?-
-Laura, ¿acaso tú quieres que esta tipo de mujer sea tu madrastra?-
-¡Eso no es asunto tuyo!- Laura estaba muy enfadada.
-¡No creas que con tener a Umberto ya tienes apoyo! ¡Nunca te convertirás en una señorita noble!- dijo Sandra sarcásticamente, después miró hacia Natalie, -Y tú, no te creas que él te querrá, ¡él no te quiere! ¡No es una persona con afecto, trata igual a todos!-
Este “él”, Laura y Natalie sabían que se refería a Umberto. Ambas miraban de manera confusa a Sandra, ella seguía siendo sarcástica, -Una puta de mafia ¿y aún piensas en seducir a mi yerno? ¡Ni lo piensas!-
-¡Eres tan desagradable!- contestó Laura. -¡Vámonos Natalie!-
Oscar, preocupado por Laura y Natalie, bajó por el ascensor, y vio la escena por causalidad. Primero quedó asombrado, pero enseguida bajó. -¿Qué sucede?-
Sandra hizo una sonrisa socarrona, echó un vistazo a Oscar y estaba por marcharse.
Seguidamente, alguien de fuera entró apresurado y le dijo a Sandra, -¡Señora, han secuestrado a la Señorita Zarina!-
-¿Qué?- Sandra gritó. -¿Por qué?-
-El secuestrador es raro, no ha pedido dinero a cambiosolo quiere impedir la celebración de compromiso, y pidió que canceló la celebración, de lo contrario...-
-¿qué?
Aquella persona dijo temblando de miedo, -¡Van a matar a la Señorita Zarina!
***
¡Habían secuestrado a Zarina!
La novia no aparecía en la celebración, ¡ahora todo era un caos!
Tomás se sorprendió, ¡pero más que nada sintió culpa!
Natalie también estaba sorprendida. En ese momento todos estaban preocupados.
La cara de Ernesto se puso pálida en un segundo, señalaba a sus ayudantes y gritó, -¡Inútiles! ¡Inútiles! ¿No sabéis proteger a la Señorita? ¡Sois tontos!-
-Ernesto, tenemos que tomarnos tiempo antes de decidir- dijo Sandra temblando de miedo.
-¡Cállate puta!- Ernesto insultó a Sandra ante mucha gente. Instantáneamente el silencio reinaba la sala, y él se dio cuenta que había dicho palabrotas, pero no se disculpó. Tensó su cara y gritó, -¡Búscala!-
¡Sandra se puso pálida y se escondió a un lado callada!
Solo se podía ver a Sandra al lado de Ernesto susurrándole algo al oído, la mirada de Ernesto de enfrió, entrecerró los ojos, miró a Laura e hizo muecas.
Laura quedó aturdida por un momento, y sin darse cuenta todavía, Ernesto ya estaba a su lado.
Cuando nadie se había reaccionado aún, Ernesto cogió de una la muñeca de Laura y la estiró hacia él, y sin saber de dónde había sacado una pistola, apuntaba a su cabeza. Ernesto reía y gritaba con desdén, -¡Umberto, tu hija está en mis manos. Suelta a mi hija y yo soltaré a la tuya!-
-¡Ah!- Laura gritó del dolor del estirón, quería intentaba liberarse, pero la pistola apuntaba a sí misma, dirigió su mirada inconscientemente a Sandra, pero en la mirada de Sandra no había ni el mínimo remordimiento.
Laura no se lo podía creer, ella había dejado que Ernesto la apuntara con la pistola. ¡Ella era su hija biológica! Su nerviosismo en este momento fue sustituido por dolor. Su madre, así era su madre.
-¡Mierda!- Oscar no sabía que hacer ante eso. Mientras en su mirada pasaba una preocupación fugaz, había recuperado la calma,
-Ernesto, hablemos con tranquilidad, ¡primero suelta a Laura!-
En ese momento Laura sentía un amargos en su corazón, repentinamente le entró ganas de llorar, pero sus lágrimas no caían. Esa era su madre, ¡su propia madre! Desvió su mirada hacia Oscar y vio preocupación en sus ojos, de repente, le sonrió.
En aquel momento, ¡se sentía agradecida por tener a Oscar! Al menos él se preocupaba por ella.
Al verla sonreír, Oscar quedó tieso, -Laura, no tengas miedo, ¡yo estoy contigo!-
Ella sabía que él estaría a su lado, lo sabía perfectamente, por eso no tenía miedo.
-¡Dile a Umberto que suelte a mi hija!- Ernesto estaba estirando a Laura hacia fuera.
-¡Espera!- Oscar agravó la voz, mientras sonaba su voz fría, su rostro indiferente y su aire soberbio y noble dejó al todos desconcertados.
-Ernesto, Laura es mi mujer, y llevártela así… ¿Es que quieres provocarme?-
-Oscar Rasgado.- La cara de furia de antes había quedado indecisa en un instante. Ernesto sabía lo contundente que era en los negocios, por eso él era la primera opción para ser su yerno, ¡este joven tenía un aire grandioso que Tomás no tenía!
-¡Esto es asunto entre Umberto y yo! No te preocupes, si no le pasa nada a mi hija, ¡a tu mujer tampoco le pasará nada!-
-¿Entonces está decidido de que se va a llevar a mi mujer?- la voz apagada y áspera de Oscar tenía un hilo de frialdad, su mirada firme y penetrante apuntaba a la cara vieja de Ernesto y a Sandra.
Todos estaban sorprendidos.
Tomás tampoco se esperaba eso, Natalie, nerviosa, agarró a Tomás y dijo, -Tomás, levántate, dímelo, ¿alguien te ha amenazado?-
Tomás no contestó a su pregunta, solo dijo, -¡Erneto, suelta a Laura! ¡Te prometo que salvaré a Zarina!-
-¡Ni lo pienses! ¡No te vas a casar con mi hija! ¡Demonios!- gritó Ernesto, -¡Mi hija debe de estar ciega de amor por enamorarse un cabrón como tú!
Tomás no contestó, dejaba que Ernesto lo insultara.
En cambio Oscar, ya no tenía la expresión amable de antes.
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