El hombre con la máscara de zorro romance Capítulo 224

Lorenzo, que solía ser indiferente, no pudo evitar reírse, -¡solo mi nieto podía provocar tanta ansiedad a mi hijo!-

-¡Volveremos más tarde!-

-¡Papá! ¡Ten cuidado en el camino!- dijo Oscar agradecido.

-¡Relájate, le pediré al conductor que conduzca despacito!-

Iker se subió al auto y finalmente se enteró de que por qué conducía tan despacio. -Abuelo, el conductor está conduciendo más lento de lo que iríamos caminando, ¿de verdad vas a ver a tu amiga?-

Lorenzo asintió, -Es debido a que hay mucha nieve, además, ¡tengo que sacarte porque estabas arruinando la noche de bodas de tu papá y mamá!-

-¡Abuelo! ¡Me engañaste, no saldré contigo la próxima vez!- dijo Iker, -¡Ya no te creo más!-

-¡Uh! ¡De verdad quiero ver a una amiga!- Lorenzo se explicó de inmediato ya que no quería que su buena imagen se viese destruida.

-¿De Verdad?-

-¡De verdad, la verás!-

-Bueno, te creo de nuevo, ¡pero no volveré a salir la próxima vez!-

Lorenzo se quedó sin palabras.

*

-Amelia, ¿es verdad? ¿Somos demasiado rebeles?- Laura se escondía en la azotea, miraba la nieve, y hablaba por el móvil. Amelia le dijo que escapara, lo que pudiera hacer que los hombres se sintieran ansiosos. Con un plan tan travieso, Laura se sentía un poco culpable.

-¡Vale, ya está arreglado! ¡Quiero ir a Hokkaido, donde las aguas termales van a hacerme sentir muy bien!- Se puso un poco triste cuando se acordó de que la ultima vez la había dejado sola en Hokkaido sin un céntimo.

Cuando regresó a la habitación, Oscar no encontró a Laura por lo que intentó buscarla por todas partes. Al escuchar un sonido en la azotea, inmediatamente se acercó.

Laura fue muy cuidadosa y cuando escuchó los pasos de Oscar, dijo, -Vale, Amelia, voy a colgar, ¡hablamos!-

Justo cuando colgó el móvil, se acercó Oscar.

Laura sostenía el teléfono con la conciencia culpable.

-¿Qué estás haciendo?- Oscar parecía sospechar algo, la miró y entrecerró los ojos ligeramente, lo cual era muy aterrador. -¿A quién llamaste?-

-¡Amelia!- dijo rápidamente.

-Amelia, ¿por qué estás tan nerviosa? ¡Pensé que estabas llamando a un hombre!- Se rio, abrazando a Laura como un lobo atrapando a una oveja. -¡Cariño, papá llevó a Iker a ver a la madre de Alonzo para dejarnos un poco de privacidad!-

La abrazó y la besó en la mejilla.

Laura estaba muy nerviosa, pensando que Alonzo la había llamado. -¡Alonzo me llamó para disculparse y dijo que tenía demasiado vergüenza de vernos y iba a irse!-

-¡Necesita tiempo!- Suspiró Oscar, -¡Espero que mi padre pueda resolverlo todo!-

-Bueno…- asintió Laura. -¡La nieve es tan hermosa!-

-Cariño, aunque yo también querría disfrutar de la nieve, lo que más quiero es hacer el amor contigo.-

-¡No! ¡Quiero disfrutar de la nieve!- Laura negó con la cabeza. -Es raro ver nevadas tan fuertes. Ah, ¿cómo pueden salir, Iker y tu papá con una nevada tan fuerte?-

-¡Qué va! Papá dejará que el conductor conduzca muy despacio.- Sin terminar de hablar, Oscar enterró su cara en el cuello de ella, absorbiendo la fragancia suya y gimiendo. El deseo reprimido se despertó de nuevo. En este momento, sabía que no sería interrumpido.

-¡No seas tan bestia, quiero disfrutar de la nieve!- Laura apartó la cara de Oscar bruscamente.

Laura empujó a Oscar a un lado, con cara de queja. Había conseguido un poco de privacidad echando a su hijo, pero ahora Laura no estaba dispuesta. Levantó la cabeza y miró hacia el invernadero en la azotea. Había un pequeño invernadero en el interior, que era muy cálido y en el que se podía disfrutar de la nieve sin pasar frió. ¡Pero también se podía hacer otra cosa! ¡El vidrio estaba cubierto con una ligera película de condensación. Solo se podría ver el exterior desde el interior si no se encendía la luz!

Se le ocurrió una idea. Independientemente de la oposición de Laura, la abrazó y llevó al invernadero, la puerta se cerró y la besó apasionadamente.

Fuera del invernadero, la nieve volaba por todo el cielo de forma hermosa y pintoresca.

Dentro del invernadero, Laura se empezaba a sonrojar y a mostrarse más coqueta que las flores que la rodeaban.

-No…-

-¡No puedo aguantar más!- Con un murmullo dominante y poderoso, Oscar le besó rápidamente los labios, de forma apasionada, sin darle ninguna oportunidad de rechazo.

***

-¡Nos pueden ver!- gritó Laura nerviosamente. No quería estar expuesta, especialmente en un momento intimo.

Oscar la escuchó, y con una sonrisa, bajó la cabeza y le besó afectuosamente los ojos, y dijo en voz baja, -Los cristales están empañados, no se puede ver nada sin encender la luz!-

Antes de que Laura pudiera negarse, la volvió a besar, acariciando sus labios tiernos, jadeando, y tocando todo su cuerpo. Le desabrochó el sujetador y subió su jersey, besándole apasionadamente desde su cuello a su pecho.

-Oscar, vamos a la habitación...- Su voz era un poco apresurada. Laura trató de empujarle, pero no tenía la fuerza para mantenerse en pie, apoyándose en la puerta de vidrio. De repente, sintió un fuerte calor en el pecho y, sintiéndose acalorada, estuvo a punto de caerse al suelo.

-Sigue disfrutando de la nieve...- Oscar le besó el pecho con mucha pasión, -¡La puerta está cerrada, nadie vendrá a aquí!-

Desde dentro del invernadero, se podía ver claramente la nieve volando por el cielo. Con la tenue luz, Laura vio la cara más hermosa de Oscar.

-¿Estás loco?- jadeó ella, sintiendo que su corazón latía como un tambor, y susurró, -Eres un imprudente ¿cómo vamos a hacerlo aquí?-

-Jeje…- El calor de su boca roció su hermosa cara, lo cual hizo que se ruborizara.

-Deja de reírte. ¡Vete!- dijo con un tono mimoso.

Oscar, sonrió levemente mostrando una sonrisa ansiosa pero también de molestia, -Cariño, es normal, tú y yo somos marido y mujer, un poco diversión, por favor.-

-No... tengo miedo...- se sentía no solo nerviosa, sino también avergonzada y emocionada.

-¡No hay manera de que te escapes!- le susurró, -¡Echo tanto de menos tu cuerpo!-

-¿Cómo puedes…- ella luchó con sus brazos, tratando de apartarlo.

-¿Tienes frío?- Le preguntó con voz tierna. Incluso en la oscuridad, ella podía sentir las llamas de deseo en sus ojos, a punto de incendiarse de inmediato.

La temperatura en el invernadero era de al menos veinticinco grados. Ella negó con la cabeza y no se atrevió a mirarlo a los ojos. Podía sentir como la temperatura corporal de Oscar subía y como su aliento seguía calentándose.

Oscar respiraba rápidamente y la abrazó con fuerza. -¡Cariño, relájate, déjamelo a mí!-

-Tengo miedo...- susurró, sintiendo como él la sostenía con mucha fuerza, y como la oscuridad hacía nacer la pasión entre los dos. La respiración empezaba a temblar.

Oscar la levantó gentilmente, y apretándole contra la puerta le desabrochó la falda, le quitó las bragas, y le rodeó vigorosamente su cintura. Los besos largos y delicados quedaban impresos en su cuello.

-Tengo miedo… volvió a decir.

Sin escucharle, Oscar inclinó su cara hacia ella bloqueando abruptamente su boca que todavía le regañaba, saboreando el dulce de sus labios con avidez.

Introdujo su lengua en la pequeña boca de Laura, jugueteando, incitándola a sacar y enredar sus lenguas.

Sus grandes manos acariciaban su fina cintura y deteniéndose en sus blandas nalgas. Luego, sosteniendo firmemente su hermoso trasero lo acercó hacia su entrepierna que ya estaba dura como el hierro.

Dejó escapar un gemido de satisfacción. Le sostenía las nalgas con firmeza, y sin dejar de frotarse le apretó con más fuerza. La firmeza y el calor le excitaban.

-Oscar…- La cara de Laura se percibía enrojecida en la oscuridad. Estaba sin fuerzas, por lo que ya le permitía que hiciera lo que quisiera.

Su timidez no hizo más que encender aún más el deseo de sus ojos.

Todas las palabras apagadas por los ardientes labios de Oscar.

-¡Déjame aspirar a poseerte!- Oscar la sostuvo, mientras la sentaba sobre su cintura. La sintió, murmurando con satisfacción, quemando la pasión que pertenecía a la noche.

-Oscar, ¡oh! Oscar...- Laura no pudo evitar susurrarle con excitación. Su voz era tierna y su lengua, lamiendo suavemente su oreja, hacía que todo su cuerpo sintiera una pasión insoportable.

Sin poder aguantar más sus jadeos y susurro al oído, Oscar la penetró hasta el fondo.

-Ah…- Laura mordió el hombro de Oscar para no gritar. Y apretándose con fuerza a su cintura se empezó a mover suavemente disfrutando de la sensación de intrusión,

En la oscuridad, ambos jadeaban y temblaban. Les poseía una sensación de alegría, satisfacción y placer.

-Cariño, ya eres mi esposa oficialmente. ¿estás contenta?- le preguntó en voz baja, sin retroceder. Su tono eran tranquilo, pero los constantes jadeos eran un claro indicativo de lo excitado que estaba.

Ella temblorosa no pudo decir ni una palabra.

-¿Te gusta?- preguntó de nuevo moviendo su cuerpo deliberadamente.

Todo el cuerpo de Laura se tensó. Era como una tortura de placer, que la hacían gemir y jadear sin control.

Él seguía moviéndose de forma repentina y violenta. Ella quería gritar pero no podía, quería luchar, tampoco podía. Solo podía colgarse y cabalgar aquel hombre, acompañando sus movimientos de arriba abajo.

Laura estaba completamente sumida, a punto de llegar al éxtasis.

En la oscuridad, no se atrevió a gritar. La nieve volaba afuera, y las dos jadeaban en el invernadero.

Además de sus jadeos, Laura estaba tan húmeda que los movimientos repentinos hacían que también se escuchara levemente cada envestida.

Avergonzada de muerte, Laura se colgó de Oscar, volviendo a la locura de movimientos suaves y salvajes.

Oscar envestía y frotaba sus genitales con fuerza, lo cual hizo que su cuerpo se volviera más sensible. -Oscar, yo...no...puedo...más...-

-¡Uh!- En la oscuridad, Oscar miró fijamente a sus ojos que estaban llenos de deseo, y preguntó. -Cariño, ¿lo quieres o no?-

Mientras lo decía, la sostuvo con más fuerza, moviéndose salvajemente y con fuerza.

La violencia de sus movimientos hicieron que Laura casi perdiera la voz. Una fuerte sensación agitó todo su cuerpo y mente. De su boca, ya no podían salir palabras, solo podía dejar escapar un gemido de llanto.

Una última fuerte envestida la hizo llegar al clímax quedándose en blanco...luego, se desvaneció...

Por un minuto, estuvo en blanco completamente. No sabía donde estaba. Solo dejaba caer su cabeza en los hombros de Oscar, jadeando débilmente. Él que estaba sudando, la abrazaba en silencio y pensando en lo que habían pasado. Después de un largo rato, finalmente los jadeos pararon.

-Cariño, ¿quieres más?- preguntó con voz ronca.

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