El hombre con la máscara de zorro romance Capítulo 53

-¡Sí, es bastante caro!- Max vio que Laura parecía un poco avergonzada, y vio el desprecio en los ojos de Brenda, sus ojos se volvieron bruscamente y dijo en el momento adecuado, -Realmente no hay muchas mujeres que vivan su vida como Laura, quien se case contigo morirá de felicidad.-

La cara de Brenda se torció al oír que Max decía que no estaba viviendo su vida.

-¿No es cierto, Presidente Oscar?- Max se volvió hacia Oscar.

Los apuestos rasgos de Oscar se tiñeron con los rayos del sol del mediodía, perfilando la angulosidad mientras giraba ligeramente la mirada para observar a Max. -¿Qué has dicho? No te he oído-.

Laura bajó la cabeza.

Max cogió el menú y le dijo al camarero, -Dos filetes, Laura, ¿Cómo quieres el filite?-.

Laura volvió a mirarle y dijo, -¡Lo quiero muy hecho!-.

-¿Sabrá mal?- Max se preocupó.

-¡Es mejor que tener diarrea!- La voz de Laura era baja, no se atrevía a comer la carne cruda, no podía soportar la diarrea, por no hablar del retraso en el trabajo, sino también de ver al médico.

¡Ah!

Max luchó contra el impulso de soltar una carcajada. -De acuerdo, tomaré dos filetes muy hecho y dos ensaladas de mango-.

Cuando volvió a levantar la vista, Laura vio que la cara de Brenda parecía torcerse junto con ella, mientras que las comisuras de la boca de Oscar parecían estar ligeramente enganchadas, y se preguntó qué había dicho para que tuvieran ese aspecto.

El perfume del cuerpo de Brenda era demasiado fuerte, y después de un tiempo, Laura todavía no podía acostumbrarse a ella, y se sentía tan incómoda que se le atragantó la garganta.

Los ojos de Oscar seguían recorriendo su rostro, si acaso, y estaba aún más en ascuas.

-¡Voy al baño!- Se levantó, asintió con la cabeza y se fue.

Oscar siguió su ejemplo y se levantó. -¡Voy a fumar!-

Brenda se quedó atónito, -No...-

Sin embargo, Oscar se alejó a grandes zancadas, dirigiéndose a la dirección que acababa de tomar Laura.

Brenda giró la cabeza confundida y miró a Max a su lado, mientras que Max se limitó a enarcar una ceja y a esbozar una radiante sonrisa, -¡Señorita Brenda, ha pasado mucho tiempo, está usted preciosa de nuevo!-

Laura se dirigió al cuarto de baño, cerró la puerta y se apoyó en el panel de la puerta, sintiéndose de repente impotente, lo que pasaba por su mente no lo sabía ni ella misma.

Realmente sólo estaba jugando con ella, ella acababa de rechazarlo y había encontrado a otra mujer, no, él nunca había roto con Brenda, y las marcas en el cuello de Brenda, ¡Ella creía que le dejó los chupetones!

"¡Es sólo eso! ¿En qué estoy pensando? ¿Qué es para mí?"

Laura se puso delante del espejo, se dio unas palmaditas en la cara con fiebre para ocultar los pensamientos que no debería tener, y salió por la puerta.

Sólo que una figura alta le bloqueó el paso en la entrada del baño, y Laura se hizo a un lado inconscientemente.

El hombre, sin embargo, la enganchó por la cintura.

-Ah-- Levantó la cabeza para ver que era Oscar. -¡Jefe!-

Oscar la miró con una sonrisa en el rostro, pero su voz era tan fría como la de un demonio sediento de sangre, -¡Laura ... eres muy capaz, eh!-

Laura no sabía a qué se refería, y miró el rostro que tenía cerca, un rostro frío y malvado, enganchando ligeramente las comisuras de los labios de forma sonriente. Sus ojos eran profundos como la tinta pura, pero sin una pizca de luz, como una estrella caída apagada y oculta, estaba algo insondable.

Sólo pensar que Laura no sabía a qué se refería con eso, es más, no podía imaginar que él también vendría al baño, sólo pensar que traía a Brenda, su amante, pero en este momento, él enganchó su esbelta cintura de nuevo. Ella se burló en su corazón, luego levantó la cabeza y lo miró, -¿Usted quiere entrar al baño? Este es el baño de las mujeres, no me imagino que el presidente tenga esta afición, ¡siempre le gusta agarrar el baño con las mujeres!-

Ella esperaba ver su cara cambiar de color, pero lo que no esperaba ver era su sonrisa creciendo, no una mueca, sino una sonrisa alta y cálida, y entonces bajó la cabeza, a un paso de ella, su aliento rociando su cara, -¡Me gusta robarte! Recordemos cómo fue la última vez-.

Y con eso, la condujo al baño una vez más y cerró la puerta.

Laura casi gritó de asombro, por suerte no había tanta gente a esta hora del día, o la gente habría pensado que era un pervertido.

-¿Qué? ¿tienes miedo?- Exhaló frente de ella, provocándole un mareo momentáneo, y cuando reaccionó al significado de sus palabras, su bonito rostro se cubrió al instante de rojo, y ella misma pudo sentir el ardiente calor, barriendo toda su cara e incluso la nuca.

-Presidente, la señorita Brenda está fuera, ¿no teme que se enfade?- Ella dio un paso atrás, alejándose de él. Ells no quería decirle nada más, pero estaba bloqueando la puerta del baño, no podía salir.

Y estaba claro que no quería dejarla libre de ese modo, tirando de ella de inmediato, encerrándola firmemente en sus brazos, antes de abalanzarse y besarse sus labios con imprudente abandono.

Su beso era áspero y salvaje, incluso con una pizca de castigo, y sus manos la sujetaban con fuerza como si quisieran frotarla hasta hacerla pedazos.

Laura sólo sintió que el mareo volvía con ella, y el repentino dolor en los labios la hizo volver en sí al instante, y levantó la pierna, y antes de que pudiera patearle, su pie ya estaba asegurado por él.

Parecía que en todo momento no podía superarlo, el hombre era simplemente su némesis.

Al sentir que todo su cuerpo temblaba, finalmente dejó de moverse y la relajó ligeramente.

Sus profundos ojos contenían una mirada de advertencia, mezclada con una pizca de lujuria, y jadeó tanto como ella, con los ojos clavados en los de ella, -¿Quién te ha dado permiso para salir con Max?-.

-¿Quién está saliendo? Inexplicablemente-. Ella gimió.

Volvió a besarse los labios de ella, y en sus labios apareció el dolor de ser mordisqueada, el dolor que la hizo fruncir el ceño, pero sus miembros eran débiles y sólo podía dejar que la masacrara, y su abuso desenfrenado conllevaba una sensación de placer vengativo, hasta que el espeso olor a sangre estimuló los sentidos, y Laura sólo se despejó del beso dominante y exigente.

Ella comenzó a forcejear, dura y silenciosamente, y él no la dejó ir. Los dos casi forcejean, se desgarran, se golpean contra la pared y se desprenden de ella hasta el fregadero, la ropa de ella se mancha de agua, y él sigue sin soltarla.

-Suéltame, suéltame, no te debo nada, no me hagas esto ...- suplicó en voz baja, le dolía mucho, ¿por qué la provocaba? Se sintió tan asfixiada por dentro, tan impotente, tan triste, que sintió que le dolía el corazón con ello, y que las lágrimas de dolor acudían a sus ojos.

Ella trató de escapar y él no quiso que lo hiciera, tirando de ella y su delicado cuerpo fue presionado con fuerza contra el lavabo.

-¡No hagas esto, por favor no hagas esto!- Estaba tan indefensa y desesperada, como si volviera a aquella noche de los diecisiete años, cuando fue inmovilizada con fuerza por el hombre de la máscara de zorro ...

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El hombre con la máscara de zorro