-Pero eres un mujeriego, has tenido tantas mujeres, y... y todas ellas...- murmuró ella, su cara enrojeció aún más, tímida, coqueta, pero tan suave como el agua.
-¿Qué va a ser?-
Tragó saliva y apretó los dientes, -¡Todas eran buena chicas cuando te seguían, pero las arruinaste!-.
-¡Laura!- Oscar dijo.
-Tienes demasiadas mujeres, ¿cómo voy a saber si has dicho esto a alguien más, con cuántas mujeres has estado esta vida? Soy leve como una mota de polvo en tus ojos. No soy nada, y estoy criando un niño adoptado, así que...-
-¿Y qué?- La fulminó con la mirada, -¿Me desprecias? ¿Porque he tenido otras mujeres?-
-¡No!- Ella sacudió la cabeza, -¡Tengo misofobia!-
-¡Yo también lo tengo!- Dijo.
-No me gusta compartir un hombre con otras mujeres, ¡se siente sucia de esa manera!- Laura dijo bajando la cabeza y sonrojándose aún más.
-Jajajajaaa...- Sin embargo, Oscar se río a carcajadas.
-¿De qué te ríes?- Ella se lamentaba. Se estaba riendo de ella, ¡pero ella estaba diciendo la verdad!
-¡Me río de lo torpe que eres!- Su barbilla se apoyó en el pelo de ella y le apretó la cabeza contra el pecho, -¡A mí tampoco me gusta compartir a una mujer con otro hombre!-.
-¡Pero dejas que muchas mujeres te compartan!- ella susurró.
-¡Uh!- Se aturdió, -¡Últimamente no! ¡Sólo tú! -.
-¡Oscar!- Se sonrojó como un tomate.
-Nadie más podrá acercarme a partir de ahora excepto tú, ¿vale?- Continuó en un tono bajo, su voz ronca con un toque de lujuria.
-¡Oscar, deja de decir eso!- Ella gritó avergonzada, mientras se estremecía en sus brazos, y el estremecimiento hizo que su corazón y su cuerpo se agitaran con él.
-¿Por qué no lo puedo decir?- Oscar se río.
El repentino peso que se quitó de encima hizo que todo su cuerpo se sintiera más ligero, nunca le había importado el puesto del presidente de Grupo Rasgado, ¡sólo que era propiedad de la familia Rasgado y él era el único hijo de su padre! Además, se sentía culpable hacia su madre, por eso había sido el director ejecutivo del Grupo todos estos años, no esperaba que su padre se enfadara tanto esta vez, y él, ¡no sabía cómo enfrentarse a él!
Oscar le levantó la barbilla con una mano y le rodeó la cintura con la otra para que su cara se inclinara hacia él. Su mirada ardía en ella y sus ojos eran profundos, -¿Tímida?-
Estaba ronco en la garganta.
La mirada de ella le dijo que sí.
-¡Chica tonta!- Se río suavemente, -¡Me he quedado sin trabajo! Y tú tampoco puedes ir a trabajar-.
-¡Uh!- Ella se quedó atónita, pensando en su carácter dominante, -¿Cómo pudiste decirle al Tomás que renunciaba?-
-¿Por qué no? Con lo cansado que es trabajar allí, no me gustaría que mi mujer estuviera en el pasillo siendo mirado por un millón de hombres pervertidos-. Dijo con malicia Oscar.
Sus labios mostraron una tímida sonrisa. Nadie era tan pervertido como él ¿verdad?
Él era el pervertido del siglo. ¡Qué tonto era!
Oscar se quedó mirando esa sonrisa y no pudo evitar agachar la cabeza, como si fuese una especie de reverencia, y poniendo sus labios con suavidad y dulzura sobre esa sonrisa.
Bum...
¡Se voló su mente! Sus besos eran un poco dominantes, siempre tan llenos de agresividad, pero esta vez tan suaves, tan atentos, que ella no sabía cómo adaptarse.
El cuerpo de Laura estaba temblando y tenso, no sabía dónde poner las manos, seguía sentada en su regazo, y la posición era tan avergonzada que no podía evitar sonrojarse.
-Jajaja.- Oscar se rio, y esa risa la avergonzó aún más. Ella no pudo evitar forcejear, pero él le rodeó las piernas con las suyas, -¡No te muevas! ¡Es peligroso!-
Laura le miró desconcertada, pero él cogió su mano y lo trajo hacia él. Ella se sorprendió abriéndose la boca.
Laura se sonrojó, se agarró de la camisa y murmuró, -¡Suéltame!-.
-¡No! Tengo hambre-.
-¡Te hago algo de comer!- Dijo bruscamente.
-¡No es ese tipo de hambre!- Oscar le cogió la barbilla.
Ella no pudo reaccionar a tiempo mientras que su rostro se acercaba y posó sus labios encima de ella de forma dominante. Ese era su beso, siempre tan dominante, lleno de agresividad.
Ella le dio un puñetazo, y él la cogió la mano con un movimiento suave, envolviendo su mano grande alrededor de la suya, -¡Me tienes que llenar!-
-¡Oscar!- Ella abrió la boca con vergüenza y rabia, y él puso sus labios en ella, -hum...-
Ella pensó que ya le daba igual todo hoy, sentía que su cara se había sonrojado ya millones de veces y encima cálido, sus latidos se habían intensificado, y esto, ¡realmente la iba a matar!
Mientras pensaba eso, sus besos le invadieron una vez más. Laura lo esquivó con torpeza, pero no pudo evitarlo, su beso era tan profundo que le costaba respirar. La inmovilizó contra el sofá, y sin saber cuándo, cambió de posición.
Laura nerviosa le empujó de repente, -¡Oscar, no lo hagas!-
Él se puso rígido, respirando un poco agitado, pero sus labios no se apartaron de los de ella, y sólo se relajaron un poco. Sus labios en los de ella, ella se sintió un poco mareada con el sabor a tabaco del beso, y le empezó a doler el vientre.
Laura se incomodó bastante tiempo y dijo, -¡Tengo invitados que vienen!-
Después de decir eso, su cara se sonrojó.
Oscar se quedó pasmado y, al cabo de medio día, se dio cuenta de que la supuesta -invitado- ¡era la regla! Y él reaccionó, -¡Antes de ayer no lo tenías! Estás mintiendo-.
Se limitó a besarla como si fuera un castigo, y sus manos se volvieron aún más revoltosas.
Laura jadeó bruscamente y gritó, -¡De verdad, llegó esta mañana!-.
-¡Vale!- La mente de Laura no pudo reaccionar a tiempo, y su expresión originalmente estoica reveló un toque de sorpresa mientras murmuraba con suspicacia, -¿Por qué hemos venido aquí?-.
-¡Compra el anillo!- Oscar respondió, saliendo del coche.
¿Para qué era el anillo? Laura realmente no entendía, se bajó del coche con rigidez y le siguió por detrás. Oscar era demasiado alto, algo más de 180 cm, y ella no podía seguir sus pasos, y después de seguirle unos pocos pasos, ya estaba quedando sin aliento.
Y él, al darse cuenta de lo que ocurría, se detuvo de repente, la agarró de la mano, la tomó y se dirigió hacia los joyeros.
Laura tiró de su propia mano, pero él se aferró a ella, y Laura se llenó de confusión. ¿Qué hacía él sosteniendo su mano? ¿Seguía siendo el mismo director ejecutivo de Rasgado del que hablaban las revistas de corazón?
¿Cómo iba a coger la mano a una mujer?, ¿no había sido siempre las mujeres las que se pegaban a él?
Laura miró pensativamente al suelo.
La ventana de cristal de la joyería era tan brillante que podía reflejar sus figuras caminando juntas, Laura miró inconscientemente, de repente sintió que el hombre del espejo era tan guapo y ella parecía el patito feo caminando al lado del cisne blanco, ¡tan pequeño que no era nada compatible!
De repente se sintió un poco inferior, ¡tan inferior que quiso llorar!
Inconscientemente, retrocedió un poco, tratando de alejarse de él, y él se detuvo, -¿Qué pasa?-
-¡No... nada!- Mirando a la gente que iban y venían, a los coches que circulaban, y luego al hombre alto y guapo que estaba a su lado sosteniendo su pequeña mano, Laura dijo, -¿Puedo andar sola? ¡Así no puedo andar bien!-
-Jajajajaja...- Al escuchar esto, Oscar se rio a carcajadas, sin ningún remordimiento, atrayendo miradas de las otras personas. ¡Este hombre debería estar loco!
Laura frunció el ceño molestamente. ¿Tan divertido era?
La arrastró a la joyería, y en cuanto entraron los dos, la dependienta les dieron la bienvenida y los saludó inmediatamente, -¡Bienvenidos!-
La dependienta fue muy acogedora y se apresuró a saludarle, -¡Señor! ¡Señorita! ¿Qué necesitáis? ¡Tenemos algunos anillos nuevos aquí! Son muy bonitos, los anillos de pareja son perfectos para vosotros-.
La cara de Laura se sonrojó y le soltó la mano con violencia, pero él volvió a tirar de su mano y la sujetó con fuerza. Pues Laura murmuró con disgusto, -No somos...-
-¡Sí, vamos a comprar anillos!- Oscar la interrumpió rápidamente y se giró ligeramente hacia un lado, mirando uno de los anillos de diamantes que había bajo el mostrador de cristal y tiró de la mano a Laura, -¿Te gusta?-
Ella se quedó atónita y, antes de que pudiera reaccionar, él señaló a uno de ellos y le dijo, -¡Sácame este para probarlo!-.
-¡Ah!- Laura estaba aún más aturdida. ¿Qué iba a hacer aquí? ¿Comprar un anillo? ¿Comprarlo para quién? Ella no creía que lo estaba comprando para ella.
-Tienes buen ojo señor, este es uno nuevo que acabamos de recibir, ¡es el único! Sólo existe uno-. Dijo la dependienta mientras sacaba el anillo de diamantes.
Oscar frotó su mano y directamente tomó el anillo y lo puso en su mano, lo que fue tan dominante, pero no grosera.
-¡Oye! Oscar...-
-¡Cállate!- Susurró.
Laura se calló inmediatamente.
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