Después de tomar el almuerzo en la cafetería, Yan Anmo regresó con lentitud al salón de clases, pero… justo cuando abrió la puerta y dio un paso para entrar… ¡un balde de agua cayó de repente sobre su cabeza! Al instante, cada mínima parte de su cuerpo se enfrió.
No había muchas personas en el salón, sólo estaban Ding Shan y sus amigos, que vieron a Yan Anmo parada ahí como un pollo mojado mientras se reían a carcajadas. La ropa de Yan Anmo estaba mojada por completo y se adhería a cada centímetro de su piel helada. El frío la invadió y comenzó a temblar un poco. Yan Anmo entonces, apretó sus puños, levantó la cabeza y miró a Ding Shan con ira.
—¡Oh Dios! ¡Mira, Ding Shan, la chica buena parece enfadada! —Esta burla se sintió como una aguja clavándose en el corazón de Yan Anmo.
—¡Ja, ja, ja!, Date prisa y mírala, ¡es graciosísima!
Cada palabra grotesca y desagradable perforó los oídos de Yan Anmo. Pero el que no quisiera pelear, no significaba que fuera una cobarde. ¡Simplemente no quería crearle problemas al Tío Siete! ¡Pero esta vez, no pudo soportarlo más!
Yan Anmo tomó una regla larga de un escritorio, se dirigió a zancadas hacia Dingshan y le dio un feroz golpe en la cara. Luego la levantó en alto y la golpeó contra su cuerpo sin mostrar ninguna piedad.
—¡Ah...! ¡Duele! —Ding Shan no lo esperaba de Yan Anmo.
—¿Te has vuelto loca, Yan Anmo? —Ding Shan trató de quitarle la regla, pero justo cuando ella volteó su cara, sonó un fuerte «paf»: la regla cayó ferozmente contra su cara.
De principio a fin, los ojos de Yan Anmo no parpadearon ni una vez. Ding Shan sostenía su mejilla sin decir nada. Sus rodillas se debilitaron y se arrodilló en el suelo, incapaz de detener sus lágrimas. Las chicas a su lado estaban aterrorizadas y se apresuraron a llamar al maestro. Yan Anmo se quedó paralizada, parecía que… que se había metido en problemas...
—¡Yan Anmo! ¡Golpeaste a Ding shan! ¡La desfiguraste! —La chica que tenía la relación más cercana con Ding Shan agarró la regla de Yan Anmo y mientras ésta se quedaba ahí paralizada, comenzó a picarle el estómago con ella mientras la empujaba.
—Ella es hija única de la familia Ding. ¡Estás acabada, Yan Anmo!
El odio de Ding Shan se acumuló en su interior, tomó la regla, reunió toda su fuerza y trató de golpear a Yan Anmo en la cara.
¡Paf!
Para sorpresa de todos, la regla cayó sobre la espalda de Su Ci, quien abrazó a Yan Anmo y bloqueó la venganza de Ding Shan con su cuerpo. La mente de Yan Anmo se quedó en blanco. Su mirada se volvió vacía mientras veía los ojos preocupados de Su Ci. Además de su Tío Siete, era la primera vez que alguien la abrazaba así, y era la primera vez que se sentía protegida.
Después de que el profesor llegó, Ding Shan fue llevado al hospital y a Yan Anmo y a todos los estudiantes presentes en la escena los llevaron a la oficina del director.
—¿Quién atacó primero? —preguntó el director Zhang, una persona severa y sumamente esnob.
Aparte de Su Ci, las chicas señalaron a Yan Anmo e incluso alguien intentó avivar el
fuego:
—Director Zhang, estábamos sentados tranquilamente en el aula cuando Yan Anmo se
acercó a Ding Shan y empezó a golpearla.
—¡Tú! No me importa como te llames, ¿por qué la golpeaste? —El director Zhang preguntó con severidad. Vagamente recordó que esa chica tenía buenas notas, pero que no era de alta cuna ni contaba con un fuerte respaldo.
Yan Anmo levantó su pequeña y terca cara y miró al director Zhang sin decir una palabra. Sus ojos se llenaron de ira, pero no puso ninguna excusa porque entendía cómo era el director Zhang.
Xi Zhiheng se sentó en el sofá, hojeando una revista. La comida preparada por la señora Liu ya estaba en la mesa, pero Yan Anmo no llegaba a casa todavía.
—Llama y mira donde está— sin levantar la cabeza ni mencionar un nombre, habló con calma sin ninguna expresión particular en su cara.
El mayordomo Liu entendió y llamó al conductor encargado de recoger a Yan Anmo. Pero, la respuesta que obtuvo fue que el conductor tampoco sabía por qué no había visto a la señorita.
—Prepara el coche —dijo Xi Zhiheng.
Al parecer iría personalmente a la escuela a recoger a Yan Anmo, sin embargo, al acercarse a la escuela, notó que las puertas de la escuela estaban cerradas. Esto significaba que los profesores y los estudiantes se habían ido, pero Yan Anmo no parecía estar en ningún lugar.
Una mirada de desagrado pasó por los ojos de Xi Zhiheng, ocultando su preocupación. Justo cuando estaba a punto de salir del coche, el mayordomo Liu lo detuvo.
—Joven Amo, me temo que esto no es una buena idea. Déjeme entrar y echar un
vistazo.
La expresión de Xi Zhiheng se volvió dura y levantando las cejas, dijo con tono frío:
—Señor Liu, te estás volviendo demasiado controlador.
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