El tiempo voló y otros cuatro años pasaron en un abrir y cerrar de ojos.
—¡Tío Siete…! ¡Llegaré tarde a la escuela! ¡Me iré antes!
Desde que empezó a menstruar, Xi Zhiheng ya no permitía que Yan Anmo se durmiera con él. Pero esa noche había llovido y cada vez que eso pasaba, la niña terminaba durmiendo en la misma cama que él, lo que le permitía descansar muy bien. Debido a que ese día no había podido hacerlo, la chica descansó poco e inevitablemente se le había hecho tarde de nuevo. En pánico, tomó su uniforme de la escuela de las manos del mayordomo, se lo puso y salió corriendo por la puerta principal.
—Detente, desayuna primero —le ordenó Xi Zhiheng.
—Tío Siete... realmente voy a llegar tarde...
Yan Anmo estaba ansiosa y preocupada. No quería entrar en el salón a mitad de la clase, sería muy vergonzoso… Xi Zhiheng por su parte, suspiró y asintió con la cabeza, haciendo un gesto para que se fuera.
—¡Gracias, Tío Siete! ¡Te amo! —dijo Yan Anmo, sonriendo y levantando de pronto sus brazos y formando un corazón sobre su cabeza.
Xi Zhiheng se congeló y sus exquisitos labios se curvaron suavemente hacia arriba. Esa chica se estaba volviendo más y más atrevida y él no sabía qué hacer con ella.
Miró al mayordomo Liu y éste lo entendió de inmediato. Como siempre, quería que le preparara el desayuno a la chica para que pudiera comerlo en el camino. Sin embargo, estaba empezando a preocuparse de que su Joven Amo desarrollara sentimientos prohibidos hacia Yan Anmo. Si eso sucedía, entonces el plan por el que habían trabajado tan duro, sería destruido y se vendría abajo.
En la escuela.
Yan Anmo llegó al aula antes de que sonara la campana del colegio. Tan pronto como entró, Su Ci inmediatamente le ayudó a quitarse la mochila.
— ¿por qué llegas tan tarde de nuevo?
—¡Me desperté tarde! —Yan Anmo le sacó la lengua a Su Ci.
Su Ci era conocido en la escuela como un vándalo. Tenía un buen historial, era guapo, y tenía un sinfín de novias. Ellas eran el tipo de chicas rebeldes que se rizaban el pelo, fumaban cigarrillos y bebían alcohol.
En un principio, Yan Anmo y alguien como Su Ci no se llevaban, pero después de que ella lo ayudara cuando el profesor le hizo una pregunta realmente difícil en clase, desarrollaron una amistad inexplicable. Después de ese incidente, Su Ci comenzó a hablar a veces con ella y con el tiempo, se fue convirtiendo en un amigo peculiar de Yan Anmo.
Mientras Yan Anmo se sentaba en su lugar antes de que llegara el maestro, escuchó a algunas chicas riéndose de ella por detrás.
—Casi llegó tarde otra vez. Tal vez estaba demasiado cansada de atender a ese magnate. ¡Escuché de mi padre que a los hombres ricos les gustan las jovencitas!
Estas palabras provocaron una fuerte risa de los otros estudiantes de la clase. La chica que estaba hablando se llamaba Ding Shan, que era hija de la familia Ding y se distinguía por ser una persona arrogante a la que no le gustaba que la gente resaltara más que ella. Yan Anmo era su mayor obstáculo a la vista.
Nadie en la escuela sabía de la identidad de Yan Anmo. El coche que normalmente la dejaba en la escuela era muy común, pero a veces, se la veía subir y bajar de un coche de lujo. Ding Shan incluso le había pedido a su padre que investigara a Yan Anmo en privado, pero no encontró nada.
Yan Anmo quería terminar el pleito, pero Ding Shan no lo permitía. Así, antes de que Yan Anmo lo esperara, Ding Shan corrió a su banca y la tiró con arrogancia, luego jaló con fuerza el cabello de Yan Anmo, que no esperaba que eso pasara. Su mente que estaba en blanco había despertado por el doloroso jalón en su cabello, sí que le dolió.
—¡Suéltame! —Cuando Su Ci vio lo que pasaba, apartó el escritorio de una patada, y metió las manos en sus bolsillos con una expresión molesta y feroz.
Aunque Ding Shan era arrogante, le tenía miedo a Su Ci. Así que contuvo sus lágrimas de humillación y soltó el pelo de Yan Anmo.
—Yan Anmo, ¡esto no se va a quedar así! —Ding Shan apretó los dientes mientras su odio por ella aumentaba cada vez más.
Yan Anmo nunca había sufrido tal injusticia. Quería pelear, pero no podía. Las lágrimas salieron de sus ojos, pero no dijo una palabra mientras se agachaba en silencio para recoger el montón de libros regados por el suelo.
—Déjame ayudarte —Su Ci se acercó y levantó el escritorio de Yan Anmo. Ella lo miró agradecida. Aunque se sentaron cerca el uno del otro, era la primera vez que miraba la cara de Su Ci detenidamente, sólo entonces se dio cuenta de que era bastante guapo.
— ¡Oh, mira!, el pequeño vándalo está enamorado de la niña buena.
—¿No es esta una escena que sólo aparece en las telenovelas juveniles? —Los cercanos a Su Ci comenzaron a burlarse de él.
—¡Jódanse! —Su Ci cogió casualmente un borrador de pizarrón y se lo lanzó. Luego volteó a ver a Yan Anmo y descubrió que ella tenía la cabeza agachada y a través de su largo cabello negro, pudo ver vagamente su cara sonrojada.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El hombre que la adoptó