Las palabras de Amanda alteraron a un más a Selene y la mujer comenzó a llorar, mientras enterraba su rostro entre las manos.
—Héctor no me quiere en absoluto, solo tiene ojos para Adriana. No tiene ningún sentimiento real por mí…
—Está bien, calla, calla, deja de llorar… —Amanda abrazó a su hija con el corazón adolorido—. Niña tonta, en definitiva, te defenderé cuando se presente la oportunidad. Vamos al vestíbulo para comprobar si estás herida.
Mientras tanto, la subasta estaba a punto de comenzar. En el lugar se escuchaba música a todo volumen.
—Tengo ganas de irme a casa —le dijo Adriana a Dante.
Sin embargo, este no la escuchó.
Así que se acercó a su oído y repitió:
»Señor Licano, ya tengo ganas de irme a casa.
—Todavía es temprano —Dante rodeó con sus brazos la esbelta cintura de la mujer y la jaló hacia sus brazos. Rozó sus fríos y finos labios contra las mejillas de la mujer y le susurró al oído—: ¿Fue divertido enredarse con un gigoló? ¿Eh?
—¡Pfft! —Adriana se quedó sin habla y se puso nerviosa ante su pregunta. Se asustó todavía más cuando se encontró con su mirada perversa y trató de explicarse—: En realidad, lo que pasó entonces fue…
—Esa no fue la primera vez que alguien me hablaba de ese asunto —dijo Dante en un susurro seductor, mientras le mordía los lóbulos de las orejas de manera juguetona—. Parece que eres famosa por enredarte con gigolós.
Un cosquilleo adormecedor recorrió el cuerpo de Adriana, sintió como si la estuvieran electrocutando. Se estremeció. El corazón le latía tan aprisa que creía que se le iba a salir del pecho. Se distanció de manera apresurada de él, mientras se movía un poco hacia un costado.
Dante no pudo evitar sonreír con discreción al ver lo nerviosa que estaba la mujer. La sensibilidad de una mujer representaba, ya sea su pasión o su pureza. No importaba cuál de las dos fuera, ¡él se sentía feliz de la misma manera!
Héctor observaba sus interacciones desde la distancia. Podía sentir que su corazón se comprimía y sus puños apretados con fuerza temblaban… En ese momento, tuvo el impulso de abalanzarse y arrebatarle a Adriana.
—Héctor, ¿dónde están Selene y tu madre? —preguntó Simón, interrumpiendo los pensamientos del hombre.
—Están descansando en el vestíbulo —respondió Héctor con el ceño fruncido.
—¿Qué sucedió hace un momento? No tienes muy buen aspecto. —El hombre siguió indagando.
—¿Puedes preguntarles tú mismo y dejar de molestarme?
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El increíble papá de los trillizos
Más capitulos...
Más capitulos por favor está bella, la novela...
Que paso no.hay más capítulos...
No hay más capitulos vale...
Más capítulos...
Por favor me gusta la historia más capitulos...
Más capítulos...
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