Todavía nos cuesta creer que David nos haya regalado una casa. Ninguno de los dos sospechaba nada de lo que estaba tramando y mucho menos podemos creer que este ubicada en esta área de Winter Park donde la vista al lago Virginia, es maravillosa. Estaciono frente a la dirección que nos ha dado y al ver la casa, Alai y yo nos miramos como intentando asimilar que todo esto es real. Se trata de una casa de dos pisos con dos cocheras dobles y arquitectura moderna producto del trabajo de renovación, la entrada de coches es amplia al igual que el jardín frontal y definitivamente esto es mucho más de lo que esperábamos —¿preparada para entrar y conocer nuestra casa? — le pregunto a mi bellísima esposa y ella sin dudarlo asiente.
—Mucho más que lista— sentencia y rápidamente me bajo del auto para darme la vuelta e ir a abrirle la puerta y después ayudarla a bajar —realmente mi papá se pasó… es que es demasiado— comenta mientras cierro la puerta y luego la tomó de la mano para que juntos caminemos a la entrada de la casa.
—Lo sé, realmente es demasiado, pero tampoco sé cómo rechazar algo como esto— explico y se sonríe.
—Jamás nos hubiera dejado hacerlo, él quiere lo mejor para nosotros y cuando es así, no aceptara un “no” por respuesta— me dice y sé perfectamente que es verdad.
A medida que nos vamos acercando a la entrada, notamos extraordinarios detalles de paisajismo y de diseño en la fachada de la casa, pero todo eso pareciera ser nada cuando al abrir la puerta y entrar a la casa, nos encontramos con un increíble diseño rustico-moderno que conforma parte de todos los detalles del interior. Pisos de madera color grisáceos, muebles rústicos pero muy modernos, cuadros haciendo juego, una cocina que se conecta con la sala sumamente moderna y unas enormes puertas dobles de cristal que dan al jardín y al salir nos percatamos de algo que nos deja anonadados; la casa tiene su propio muelle para amarrar un bote y poder navegar en el lago.
—Esto es impresionante— murmuro cuando estamos parado en medio del jardín observando la maravillosa vista que tenemos frente a nosotros.
—Voy a llorar— me dice entre risas nerviosas y al verla me doy cuenta de lo emocionada que estoy.
—Preciosa, no llores— le pido parándome frente a ella y sujeto su rostro delicadamente.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Invitado de La Boda