El Invitado de La Boda romance Capítulo 69

(Horas más tarde)

Se ve fabulosa con ese vestido color rojo entallado a su cuerpo que apenas va develando los cambios que provocan el embarazo. Su rostro enmarcado en ese sutil maquillaje se luce más que nunca, y como si todo eso fuera poco, sus ojos verdes brillan de una manera sin precedentes, y es que ahora comprendo eso que dicen acerca de la mirada de una mujer embarazada…

—Desprendes una luz que encandila todo lo que hay a tu alrededor— le confieso cuando sus pasos se dirigen hacia mí.

—No hay nada que hacerle, eh… eres el hombre más romántico de este planeta— me dice sonriente.

—¿Es una queja o un halago? — cuestiono divertido y su respuesta se traduce en un beso que se que me dejara la huella de su labial en mi boca, pero que no me preocupa en absoluto.

—Un halago, hay suficiente gente fría y mala en este mundo… se necesitan más hombres como tú, y espero que, si nuestro hijo es un niño, él sepa amar de la misma manera que lo hace su padre— comenta dejando mis sentimientos al borde de un abismo de amor donde no me importaría caerme.

—Te amo, y creo que es mejor que nos vayamos de aquí antes que decida suspender todo y secuestrarte en nuestra habitación para mi solo— le digo entre risas nerviosas que la contagian.

—Aun ni siquiera me dices donde me llevas— se queja como niña pequeña.

—No me sonsacaras ninguna información— le advierto y sin más la tomo de la mano —asique, mejor vayámonos de aquí para que puedas enterarte de una vez cual es la sorpresa que te tengo— propongo y sabiendo que jamás la decepcionaría, ella sigue mis pasos hasta que salimos del departamento y después vamos hasta el auto.

[…]

Si hay una cosa que me hace completamente feliz en esta vida, es sorprenderla. Amo ver sus ojos llenos de ilusión, esa sonrisa nerviosa que tiene cuando la incertidumbre o los nervios la sobre pasan, o incluso la manera que juega con su cabello cuando está en una situación como esta. Son gestos tan simples, pero tan sinceros que me desarman y me hacen amarla más cuando tengo la sensación de que ya no se puede. Nunca había entendido eso que decían que a veces tu felicidad dependía de la felicidad de otra persona, bueno… desde que la conocí, lo entiendo y lo vivo… la felicidad de mi esposa, es mi propia felicidad.

La sorpresa evidentemente tan solo se puede mantener oculta por un corto tiempo, ya que al darse cuenta de que estamos yendo para nuestra nueva casa, sus sospechas van incrementando, o al menos sus teorías, las cuales espero que sean tan acertadas —¿acaso pasaremos una noche romántica en nuestra nueva casa? — me pregunta haciéndome sonreír.

—Ya veremos… no comas ansias— le pido mientras que entro el auto a la entrada de coches y una vez que estaciono, bajo del mismo, doy la vuelta y le abro la puerta para ayudarla a bajar.

—Tu y tus misterios… debería estar acostumbrada ya, pero simplemente no puedo— comenta de una manera tan llena de picardía, que me provoca besarla sin parar, pero no quiero arruinar el momento.

—Mejor vayamos— insisto y la vuelvo a tomar de la mano para ir hasta la entrada de la casa y abro la puerta con algo de prisa para que después entremos. Tal y como hemos acordado, no hay nadie en el interior, todas las luces están apagadas y cuando ella intenta encender alguna de ellas, yo lo evito y le pido que me acompañe hasta el jardín, y es justo cuando salimos al mismo, que toda nuestra familia, compañeros de trabajo e incluso algunos amigos cercanos gritan “sorpresa” mientras se encienden las luces dejando ver una fiesta tal y como ella se merece.

—No lo puedo creer… esto es hermoso— comenta sorprendida mientras observa cada detalle de la decoración, las mesas, las luces, las estaciones de comida y hasta la pista de baile que hay en el centro del jardín.

—Como no pudimos tener una fiesta de casamiento con toda la gente que queremos, se me ocurrió que podíamos tener un dos en uno… fiesta de cumpleaños y celebración de boda— explico y sin importar absolutamente nada, ella cuela sus brazos por encima de mis hombros y me besa con esa locura que nos caracteriza a los dos.

—Te amo, y si tuviera diez vidas, te amaría en cada una de ellas con esta misma intensidad— me dice sobre mis labios y a pesar de que hay muchísima gente mirándonos, la vuelvo a besar lentamente.

—Y si yo tuviera diez vidas más, me volvería a enamorar de la novia de la boda a la que me invitaron— murmuro y solo ella y yo podemos entender de que va todo esto que sentimos.

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