El Joven Secreto romance Capítulo 51

No puedo decir con certeza cuánto tiempo ha pasado. Su respiración está agitada, aunque un poco menos que cuando recién perdió el equilibrio. Siento sus manos en mi cadera, apenas pasando el cinturón de mi pantalón. El sudor que lleva en la frente hace que su pelo haya perdido su peinado habitual y se haya alborotado casi por completo. Este aspecto tan…fuera de forma que tiene me lleva a recuerdos compartidos bajo las sábanas que no puedo relatar.

Tengo ambas manos en su pecho en una posición defensiva, producto de la sorpresa que me llevé cuando prácticamente cayó encima de mí. Su corazón es un tambor en percusión, a tal punto que los latidos vibran bajo la palma de mi mano.

—Perdón.

Murmura y es cuando automáticamente salgo del estado de tontera, sintiendo de forma repentina el dolor que me genera la presión del mármol sobre mi espalda baja.

—¿Estás bien? ¿Llamo a un médico?

Samuel se aparta sosteniéndose cuidadosamente de mis brazos y se echa hacia atrás. Me apresuro a ayudarlo a sentarse en el sofá. Vuelvo unos pasos hacia la cocina, apago la hornalla para evitar problemas y me encamino hacia él otra vez.

—¿Qué sentís?

Me siento a su lado, algo indignada, a decir verdad.

—Nada, solo un dolor muy agudo cuando batía. Ahora es solo agotamiento.

—¿Dónde viste que alguien que se recupera de un accidente como el tuyo se ponga a batir cosas?

—En ningún lado, supongo.

Bufo, levantándome nuevamente y trayéndole un vaso de agua fría.

—Cerrá los ojos, inhala profundo y exhala lentamente, de a poco.

Ordeno, dejando el vaso de agua en la mesa ratona mientras el me hace caso, repitiendo el mismo ejercicio varias veces. Minutos después, los abre y me observa, con una cara algo inocente y desvía su mirada al vaso de agua de la mesa. Permanece así un instante y luego vuelve a mirarme, como si me pidiera permiso para tomar el líquido. Asiento, y creo que es la primera vez que me siento a cargo de un paciente fuera del ámbito hospitalario. Es una sensación que me asusta un poco, a decir verdad.

—¿Te sigue doliendo?

Niega con la cabeza, dejando el vaso vacío en su lugar.

—Casi nada.

—¿Y la cabeza?

Suspira, jugando con el borde de su remera con los dedos.

Exhala fuerte y lento, y no termino de entender si lo hace pensando en lo que acaba de decir o simplemente sigue con el ejercicio que le ordené hacer hace un rato.

—Me di cuenta cuando ya no estaba de que el hecho de tener la responsabilidad de cuidarla hacía que de alguna forma seguir adelante fuera la única opción que tenía. Entendí después de su muerte que, en parte, mi actitud sobreprotectora con ella era porque pensaba que quizás actuando así lograría recuperar a la madre que tenía antes, antes de que él se fuera.

No tengo palabras para describir lo que me duele oír eso y las ganas de abrazarlo que me carcomen de repente. Me cuesta horrores controlar el impulso de estirar mi brazo y empujarlo hacia mí, sintiendo culpa de no haberlo acompañado en el luto de su madre. Como dije anteriormente y como creo que él también lo entendió, creo que soy una bolsa gigante de culpa que no para de buscar motivos y ya no sabe de qué aferrarse para confirmar su idea de que todo lo que sucedió fue culpa de ella. Siento que le debo mucho por los horrores que él tuvo que pasar por haber decidido salir conmigo alguna vez.

Siquiera he notado que me he quedado muda sin decirle nada durante un largo rato luego de la forma en la que se ha abierto conmigo. Parece que no solo me he quedado muda, sino que mi rostro adoptó una imagen rara para él y quizá preocupante ya que su voz interrumpe mis pensamientos de repente y por primera vez en mucho tiempo siento su cálida mano sobre mi mejilla, obligándome a mirarlo.

—¿Estás bien?

Me fuerzo para cerrar los ojos y, por alguna razón, mi cuerpo tiembla. La temperatura de la piel de su palma me produce una sensación de paz que no sabía que anhelaba tanto hasta sentirla.

—May.

Abro los ojos y la preocupación en la mirada de Samuel se triplica al mirarme fijamente, y es cuando noto humedad en mis ojos. Mis labios tiemblan y una pequeña lágrima desciende por mi mejilla.

Y lo peor es que no sé por qué.

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