El Joven Secreto romance Capítulo 53

Su primera reacción tras pocos segundos es echarse hacia atrás, y es ahí cuando mi mundo se desmorona. He cometido un error, y el primer paso para llegar a esta culminación tan desastrosa fue aceptar las llaves de Eva. ¿Qué hice? ¿En qué pensaba? ¿Quién era yo para él como para estás cercanías pese a no estar juntos fueran cómodas? ¿Qué fue lo que se me pasó por la cabeza al suponer que a él le agradaría mi presencia? ¿Por qué no detuve el impulso de besarlo apenas se sinceró conmigo por primera vez luego de nuestra ruptura? ¿Qué imagen acabo de dar? La de una chica que aprovechó su primer momento vulnerable para salirse con la suya.

El ritmo de su respiración hace que su pecho suba y baje, ya no sé si por el ataque de pánico de hace un rato o…

El hilo de mis pensamientos se corta cuando, de repente y sin previo aviso, me toma de la nuca, enredando sus dedos con mi pelo alborotado y me vuelve a besar.

Ya no recuerdo ni en qué estaba pensando. No sé ni donde estoy. Samuel está literalmente hambriento, a tal punto de que me es hasta difícil seguir el ritmo de sus labios.

Si antes el silencio era tan abrumador que se alcanzaba a oír el movimiento de tik tok de las agujas del reloj, ahora no logro escuchar mucho más que nuestras respiraciones agitadas, cuyo volumen invasivo penetra en mi cabeza, haciendo que todo lo demás pase a un segundo plano.

Lentamente, él va cayendo sobre mí, viéndose mi espalda, viéndose mi espalda presionada contra el apoyabrazos del sofá. No sé cómo llegamos a esto y tampoco sé qué estamos haciendo, si tan solo estábamos charlando minutos antes, pero no quiero parar.

Mis manos arrugan la tela de la parte frontal de su remera cuando Samuel suelta un gemido inesperado, sorprendiéndome por un momento hasta que, viendo el dolor que expresa su rostro, capto que no es necesariamente de placer.

—¿Estás bien? ¿Te lastimé?

—No, no.

Responde, cerrando los ojos con fuerza.

—Creo que es la postura.

—Son tus costillas.

Corrijo y lo empujo lentamente hacia atrás hasta que consigue sentarse nuevamente.

—Levantate la remera.

Exclamo, llegando a la conclusión de que quizás está sufriendo más de lo habitual y queriendo ver cómo se encuentra su tórax. Samuel abre los ojos, mirándome algo perdido y finalmente hace caso.

Mi teoría era cierta: la zona de las costillas rotas está al rojo vivo.

—Permiso.

Digo y sin siquiera mirarlo o esperar una respuesta de su parte, apoyo mi mano sobre el área colorida. Su pecho sigue subiendo y bajando de forma desmesurada, asumo que, en parte por lo que estaba ocurriendo antes de que le empezara a doler el pecho.

—¿Te duele respirar?

Pregunto, sabiendo muy a mi pesar que, en caso de recibir una respuesta positiva, no me quedará más remedio que volver a llevarlo al hospital. Y eso, para un paciente recién dado de alta…como acompañante me deja muy mal parada.

—No, solo me duele en general.

Presiono un poco la zona con la palma de la mano. Tocar su pecho al descubierto y sentir su piel ardiente bajo la mía luego de la subida de temperatura previa…no es del todo, cómodo.

—¿Y ahora?

—Ahora más que antes.

Sigo presionando.

—¿Y es un dolor insoportable?

—No, en esta posición no.

Aflojo mi mano y, por primera vez, levanto la vista. Samuel tiene la suya fija en mis ojos. Hay una notable transparencia en su mirada que hace que me sienta atontada.

Es hipnotizante.

Creo que mi expresión de boba enamorada es ridículamente graciosa, ya que una leve sonrisa aparece en sus labios tras estar un rato observándome. Como si me hubiera despertado de un cachetazo, quito mi mano de su pecho, la cual ni me había percatado de que seguía ahí.

—¿Y? ¿Voy a morir?

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Joven Secreto