El santo millonario romance Capítulo 16

Dayana Berlusconi

Después de un rápido desayuno nos regresamos y no puedo evitar sentirme agradecida de volver, espero que la próxima vez que mire a esa señora sea cuando me case con el jefecito que me dejo en mi casa y se marchó sin mirar atrás hacia su lujo apartamento.

—Buenos días Charlie, —saludo cuando la puerta del ascensor se abre y esta él allí parado en espera de este.

—Dayana ¿Cómo estás?

—Bien ¿y tú? ¿Dónde está Arturo? —cuestiono al no verlo con su pequeño.

—Esta con mi madre… estaré viajando a Alemania por asuntos de mi familia paterna, ya que mi abuelo falleció hace meses y requieren mi presencia en la mansión, —pone los ojos en blanco.

—Entiendo, espero tengas un feliz y tranquilo viaje, —salgo del ascensor y este agradece.

Al despedirnos sigo mi camino hacia mi apartamento que esta igual como lo deje, voy directo a mi habitación para poder colocarme una ropa cómoda y hacer una pequeña limpieza, no estoy cansada y mucho menos tengo sueño.

Mañana visitare a mi madre, ya que mi jefecito me dio el día libre y obviamente me recalco que debo estar temprano en la empresa porque tendremos muchos trabajos pendientes, es un mando pero sé que hace lo mejor por lo que ha dejado su padre.

(…)

—Mi niña, no sabes lo feliz que me haces que estés por aquí, —me abraza mientras que disfruto de su calor.

—También te extrañe un montón mamá, —musito con calma.

La observo y tiene mejor aspecto aunque su cabello, ya no es largo como antes porque tuvo que cortarlo todo por las quimios, caminamos hacia los sofás y enseguida se ofrece en prepararme un café el cual acepto.

» ¿Cómo va el tratamiento? —cuestiono al estar ambas ya sentadas con la taza humeante frente a nosotras.

—Es un poco agotador, pero vale la pena y la doctora según leí es una de las mejores ¿No crees que estas gastando mucho dinero? No quiero que gast…

—Tranquila, esto es parte de mi seguro de la empresa… además de que el dueño es un benefactor de instituciones que luchan contra el cáncer, —en cierto punto es cierto, ya que Donovan hace donaciones a algunas institución oncológicas.

—Agradécele de mi parte, es un acto muy noble la que hace tu jefe, —asiento.

Ayudo a mi madre a organizar la casa, lavo la ropa sucia y la invito a hacer una pequeña compra de productos que le hacen falta y allí me doy cuenta que en mi cuenta hay cinco mil dólares que ante no estaban, no recuerdo en que momento fueron depositado y la única persona que podría tener algo que ver con eso es Donovan.

Desde que llegamos a la casa me voy unos minutos al jardín para poder llamar a mi impertinente jefe que por obra y gracia responde al segundo timbrazo.

—¿Sucede algo señorita Berlusconi?

—¿Se puede saber por qué has depositado cinco mil dólares en mi cuenta?

—Eso es parte del contrato, bonificaciones sino mal recuerdo, —comenta despreocupado.

—Mira Donovan con que ayudes con los gastos hospitalario de mi madre es suficiente, no quiero tu dinero ¿entiendes? —cuestiono.

—No va a suceder, estoy clara de que no buscas una pareja y tampoco me enamoraría de ti, —anuncio y este asiente sin expresión.

—Bien, —toma el dinero y lo hecha en un cajón—. Entonces ambos cumpliremos lo estipulado en el contrato y no abra ninguna queja, —sentencia sacando su teléfono, teclea varias veces en este y en cuestión de minutos el mío vibra.

Saco mi celular del bolso para ver un correo del banco donde anuncia que me han hecho un depósito de diez mil dólares.

—¡Esta loco! —exclamo mirándolo alterada.

—Este fin de semana hay un evento benéfico al que asistiré, necesito que venga conmigo y allí se hará oficial nuestra relación, le estoy haciendo su pago por adelantado y devolviendo el dinero que trajo en efectivo, no hay más nada que discutir así que le pido que vuelva su trabajo, —sus palabras son frías y directa al grano, se pone a teclear en su laptop ignorando mi presencia y sé que si me pongo a discutir con Donovan ahora mismo no valdrá la pena.

De mal humor abandono la oficina hacia la mía, ya que ahora ocupare una y para poder bajar la intensidad del momento coloco seguro y de mi bolso saco el pequeño pero intenso vibrador de clítoris que compre en una tienda erótica.

Elevo mi falda y hago aun lado mi braga para comenzar con el primer nivel del aparato, cierro mis ojos y solo puedo imaginar los azules del magnate, gimo y al estar más húmeda aumento la velocidad del juguete.

El calor comienza aumentar y mi humedad hace del momento más erótico de todo, jadeo y me recuesto de mi sillón sumergida en mi propia nebulosa de placer. Toda mujer merece autosatisfacer su propio coño sin miedo a nada porque nadie más que tu debe conocer esos puntos que te suben hasta la cúspide y esos que te matan por completo la intensidad del momento.

Conocer tus puntos más sensible te da el poder en todo momento, amate y consiente tu propio coño sin pena alguna, es tuyo y nadie puede decirte que es malo o que no está bien lo que haces. Sin miedo al ego machista tócate mientras te follan, ubícate en la cúspide y disfruta del sexo como la diosa que eres.

Gimo y muerdo mi labio inferior en el momento que no puedo contenerme, cruzo mis piernas con el juguete clavado en mi coño hasta que me corro olvidando porque quería cortarle las pelota al imprudente, mal humorado y tremendo orangután calienta braga de Donovan.

No lo puedo negar y es que hasta enojado me dan ganas de que me folle como animal en época de celo, pero tarde o temprano me va a pagar cada paja que me hago a su nombre imaginando como su grosor inunda mi coño húmedo.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El santo millonario