Dayana Berlusconi
—Nunca voy a poder tener hijos, no es nada del otro mundo, pero todo ocurre por algo, —le digo al ver su rostro descompuesto por todo eso.
—¿Esto se debe a algo? —interroga.
—Todo ocurrió después de la muerte de mi padre. Tuve un total descontrol hormonal y el periodo ya no llegaba como debía, no me preocupo en lo absoluto hasta que ya no volví a menstruar y fui con mi ginecóloga, me diagnostico con anovulación temprana y que si quería alguna vez quedar embarazada tendría que ser de manera in Vitro porque mi útero se encuentra bien, —informo. —De manera natural nunca lo tendré y deberé someterme a tratamientos hormonales para producir óvulos completamente maduros…
—Entonces no puedes rescindirte a no ser madre alguna vez, —me interrumpe.
—Es algo que no está en mis planes, —menos después de lo sucedido en mi antigua relación.
Nunca pensé que un bebé fuera más importante que el amor que se juran dos personas, pero esto es cuento de pasado que aunque fue bueno tuvo sus bajas horrible que casi me destruyen.
—Comprendo, —es lo último que dice sacándome de mis pensamientos.
Suspiro y continúo con la traducción de los documentos.
(…)
Los últimos toques del proyecto fueron los más estresantes de todos, Donovan y yo íbamos temprano a la obra para luego regresar tarde de la noche. Ducha, cena y cama era lo que hacíamos en estos días y solo esperaba que esto termine para ir a la relajante cabaña que ha alquilado el señor Bristol para pasar año nuevo. Los cinco meses sean reducidos a tres, por lo que ya estamos en Diciembre, veinticinco para ser exacta y mañana es el cumpleaños del jefecito.
Estoy pensando en que debo regalarle, ya que un hombre que lo tiene todo es difícil conseguir el regalo perfecto para darle. Observo los escaparate de la tienda mirando los diferentes diseños de camisas que sé que le quedarían muy bien al jefecito, con una corbata que me recuerdan al azul eléctrico de sus ojos.
Aunque parezca lo contrario la decisión fue difícil, pero logre tomar una camisa blanca y la corbata, espero al señor Bristol le guste y también como ya se la dirección de la cabaña mande un pastel de chocolate hasta allá. Los agentes de seguridad están enterados de que envié eso, camino fuera de la tienda con el regalo envuelto, Suecia se encuentra muy fría y se está por venir una fuerte nevada aunque desde noviembre está nevando.
Subo al auto después de que Jean abra la puerta de este, Donovan se encuentra en una reunión de último momento y no requiere mi presencia, por lo que me voy directo a la cabaña a preparar todo para su cumpleaños, ya que se estima que llegue a las doce de la noche y seguro el señor Bristol espera encontrarme dormida.
Donovan Bristol
Respondo algunos mensajes de Alexandro mientras el auto avanza hacia la cabaña que alquile hasta enero. Este me dice que al menos no estaré en medio de una nevada solo y que tendré quien me caliente, no puedo evitar poner los ojos en blanco y también desde hace días ando tratando de organizar mis ideas para hablar de un asunto muy serio con la rubia.
El auto ingresa al estacionamiento y bajo de este, camino hacia la entrada y me quito el pesado abrigo quedando con uno de tela más fina, suspiro y observo la hora «Feliz cumpleaños para mi» pienso viendo el reloj que marca la una de la madrugada. Le indico a los de seguridad que puede ir a descansar, por suerte la cabaña es bastante espaciosa y pueden tener su habitación propia cada uno.
Subo hacia la habitación siendo recibido por Dayana y me sorprende verla despierta, me sonríe con un pastel en sus manos y sonrió.
—Feliz cumpleaños Donovan, —cantan la canción y me hace a soplar las velas.
—No tenías por qué hacerlo.
En seguida sus ojos se ponen en blanco.
—Un cumpleaños sin pastel y regalos no es buena idea, —me entrega el pastel para caminar hasta el closet de dónde saca una bolsa de regalo, me hace dejar lo que tengo en la mano sobre una mesa de noche y luego abro el paquete.
—Conoces muy bien mis gustos. De verdad Dayana, gracias por esto, —es la primera vez desde hace años que alguien se preocupa por hacerme un regalo, ya que Alexandro sabe que detesto celebrar este día.
—Pronto regresaremos a California, —me recuerda caminando a la cama donde se sienta en la orilla y yo dejo el regalo en el sofá para sentarme.
—Dayana debo hablar algo muy importante contigo, —asiente con calma. —Sé que te dije que esto es solo un acuerdo entre nosotros, pero soy yo el que acaba de romper sus propias palabras, me gustas Dayana, no pude evitarlo, lo siento.
—Lo sé y no tienes por qué disculparte, —murmura tomando mis manos.
—¿Qué?
—Tienes una clara obsesión con verme en pelotas, —suelto arrogante.
—Señor Bristol, no se haga de rogar y vaya sacándose los pantalones, —nos reímos y terminamos desnudo mientras abrazo su cuerpo.
—Al regresar debemos comenzar a organizar la boda.
—Lo sé, nada de su plan se arruinara y por el bien de tu empresa debes seguir siendo el presidente de esta, —me sorprende mucho eso.
—¿Por qué?
—Es que siento que nada será igual sino sigues siendo el gruñón.
—Mi padre dejo ese legado para mí y que quede en manos de otros no es una opción factible, no después de dedicarle tantos años y olvidar que tengo una vida que seguir, —informo.
—Tienes toda la razón, —se gira para mirarme a los ojos y acaricia mi mejilla. —¿Entonces ahora hacemos el amor o seguimos teniendo sexo convencional? —Bromea.
—Depende de las circunstancia.
—¿Cómo cuáles?
—Por ejemplo ahora, nos encontramos frente a una chimenea, desnudos, con vino y claramente parece digno de una escena de libro de romance ¿Qué crees que estamos haciendo? —cuestiono, pero no recibo respuesta alguna, no verbal, ya que sus labios me besan y le sigo.
Subo sobre su cuerpo y sus piernas no tardan en atraparme, me lleva hasta su sexo y terminamos envuelto en una noche apasionante y diferente a todas las demás porque ambos estamos claro de que esto no es sexo. Ahora Dayana y yo hacemos el amor como nunca antes, mezclando ese sentimiento que ha florecido entre nosotros, gemir su nombre y que ella igual diga el mío mientras me mira a los ojos es una sensación única desde este momento.
La siento temblar debajo de mi cuerpo cuando el arrebatador orgasmo la consume arrastrándome a su misma cúspide. Subiendo a una nebulosa de placer, sentimiento y perdiéndonos en medio de un mar de sensaciones totalmente distintas y únicas.
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