Donovan Bristol
—¿En serio no me dejarás recibir año nuevo unido a ti? —cuestiono mirando su rostro desde arriba, me presiono para que sienta mi erección que desea ser liberada.
—Aún estoy manchando, no quiero arriesgarme, —anuncia, pero esto no es suficiente para convencerme además se nota ansiosa al sentirme de este modo, me froto contra su centro. —Donovan, —se queja antes de dejar salir un gemido.
—Lo deseas tanto como yo y fue tu plan desde que salimos de California, —me acerco a su rostro para besar sus labios entreabiertos, suspira cuando la beso y finjo penetrarla ganando un gemido ahogado de recompensa.
—Siento que ahora eres el león detrás de su presa, —suelta mirándome con diversión—. He creado un monstruo, —no puedo evitar reírme.
—Ahora debe encargarse de complacer a su creación, —la beso y en pocos minutos terminamos desnudos, me uno a ella despacio mientras observo su rostro, muerde sus labios y termino de entrar—. Un año nuevo se acerca, —susurro mirando mi reloj de mano donde indica que faltan pocos minutos para el día primero.
—Olvídate de eso y fóllame, —pide.
Inicio embestidas lentas y me olvido de todo, me muevo mientras sus uñas se entierran en mi espalda cuando la penetro con fuerza, gemimos al unísono y el calor aumenta provocando que el sudor empiece a correr por nuestros cuerpos calientes, Dayana envuelve sus piernas en mi cadera y gimo.
Me detengo, protesta y me mira.
»¿Qué sucede? —cuestiona, niego y beso sus labios.
—Solo quiero que mientras te estés corriendo, me mires a los ojos, —muerdo mi labio inferior, Dayana asiente, me muevo hasta quedar arrodilla. Retomo mis embestidas mientras froto con mi pulgar su clítoris, lloriquea por eso, pero cumple lo que le pido, se corre mirándome y gimiendo mi nombre.
Su sexo se contrae y jadeo, doy varias estocadas y me corro. Descargo mi esperma en su interior y continúo moviéndome despacio, con mucho pesar salgo de ella para recostarme detrás de cuerpo.
La abrazo y beso su cuello mientras tratamos de regular nuestras respiraciones.
—Feliz año nuevo, —murmura entrelazando sus dedos con los míos.
—Feliz año, —la aprieto contra mi cuerpo y nos quedamos en silencio hasta quedar dormidos.
Alexandro Bianchini
—Las buenas noticias es que la obra en Estocolmo dirigida por el presidente ejecutivo, es todo un éxito, —anuncio y los aplausos estallan en la sala. —El señor Bristol termino esto en un tiempo récord y por más que quiera estar presente en esta celebración, no ha podido salir de Suecia por la nevada que está azotando el país, pero hoy brindamos por los logros de la empresa y por los que están por venir.
Alzo mi copa de champán para que la fiesta inicie, es común hacer esto de fin de año. Aunque hoy estamos a treinta y lo hacemos este día para que los empleados puedan pasar sus fiestas con sus familiares, camino a un lugar apartados de todos y me encuentro a Asher.
—Pensé que no vendrías, —comento.
—Estoy casi marchándome, —murmura, se ve tierno con ese abrigo blanco que resalta su palidez.
Desde hace varios meses no he parado de tener putos sueños húmedos con Asher, no me sirvió de nada tener sexo con algunas chicas y también con un chico para comprobar si me hacía falta tener este contacto, pero todo sigue igual y necesito tantear el terreno.
—Espero me acompañes con unas copas.
—Claro, —se anima y tomamos varias copas de champán, conversamos de asuntos sin importancia, ya que durante mi periodo gripal se encargó de cocinarme y cuidarme bien, Asher es buen chico, se ve lleno de paz y es como una luz blanca que atrae a las polillas hasta su resplandor, creo que eso es lo que no me ha permitido abalanzarme contra este.
Asher parece un chico de esos que buscan algo más que un revolcón y yo no ando dispuesto a esas situaciones de amoríos, no me interesa eso. Me gusta disfrutar y continuar mi vida normal sin problemas de parejas.
»Deje unos documentos personales en la oficina, me pregunto puedo subir a buscarlos, —anuncia.
—La puerta solo abre con mi huella digital, vamos, —caminamos fuera de ese lugar que ocupamos para eventos y pasamos por la recepción donde algunas personas camina hacia la salida. Subimos en el ascensor y en silencio esperamos que el cajón metálico nos lleve al piso donde está la oficina a la cual ingresamos, Asher va a su escritorio a buscar los documentos que ha dejado aquí.
Cruzo mis brazos esperando que termine y me debato preguntar, pero lo hago.
»¿Tienes pareja Asher? —se gira a mirarme.
—No, —responde, camino hasta este mientras me mira con sus ojos verdes sin entender que sucede.
Vuelvo a besarlo y trato de sacar su abrigo, pero se aparta.
—No, —lo beso de nuevo, muerde con fuerza mi labio inferior y maldigo.
—¿Qué mierda Asher? —cuestiono y este tiene su ceño fruncido.
—No es correcto, —susurra apenado.
—No me caracterizo por hacer las cosas correctas.
—Usted es mi jefe Alexandro, mi madre es su empleada doméstica y no quiero problemas, —murmura bajando del escritorio.
—¿Qué quieres? —interrogo, me mira sin entender. —Solo pide cualquier cosa y te la doy, —me mira indignado.
—Es un descarado, pensé que era algo mejor y veo que no, —no puedo dejarlo ir, camino hasta este y tomó su mano.
—Perdóname Asher, no quise decir eso, no soy de esa manera y me siento impotente sin saber qué puedo hacer para que estés conmigo, —suspiro.
—El dinero no resuelve todo en la vida, —comenta.
—Y lo sé, —paso una mano por mi cabello con desesperación—. Tengo meses intentando poder llegar a este momento contigo, pero eres diferente a cualquier persona, —suelto.
—Porque no soy como otras personas, no me interesa su dinero, su belleza o lo que pueda ofrecer en el sexo.
—Lo imagine y por eso nunca intente nada contigo, —no hay porque callarlo.
—Entonces no me valora lo suficiente al verme como algo donde puede ir y profanar cuantas veces desee, —lo dejo ir porque no puedo obligarlo a nada más.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El santo millonario