El santo millonario romance Capítulo 36

Dayana Berlusconi

Cuando menos lo esperábamos la tormenta de nieve paso y pudimos regresar a California haciendo el mismo recorrido, no tenía gana de nada al llegar y estaba muy cansada por todo el viaje, pero a la mañana siguiente Donovan se levantó temprano para ir a sus rutinas de ejercicio. Por ahora nos quedan tres o cuatro días más de vacaciones y volver a la empresa, Alexandro hizo un buen trabajo y me toco revisar la agenda de pendientes.

Como mi cereal con fresas picadas, Donovan aparece en la cocina con una toalla colgada en su cuello mientras el sudor recorre su pecho descubierto. Antes era diferente y se acomplejaba por sus marcas en la espalda, pero ahora lo he hecho darse cuenta de que no es algo de lo que deba preocuparse y que no debe ocultarla cuando está conmigo.

—Buenos días, —me besa con cariño—¿Qué se aproxima en esa agenda? —cuestiona mientras busca utensilios para preparar el desayuno.

—Tienes cita con la doctora Florentino ¿Quién es?

—Una doctora, —lo miro mal. —Es un chequeo de rutina, me psicoanaliza y también tengo que hacer un conteo de espermatozoides, —alzo mis cejas.

—No me diga que la doctora lo incentiva, —se carcajea.

—¿Eso son celos? —interroga.

—Donovan, —reprocho.

—No. La doctora no me ayuda con eso, recurro a las revistas que tienen en la sala y además no es complicado, ya que por las pastillas era recurrente tener erecciones, —informa.

—Quiero ir contigo, —suelto.

—Dayana, es vergonzoso. Mejor ve con tu madre y llévale los regalos que le trajimos de Estocolmo, —pide y niego.

—Acordamos que iríamos juntos, no crea que se salva de las preguntas, —señalo.

—Igual no quiero que vayas, es algo muy personal, confía en mí, —se acerca y se coloca en medio de mis piernas—. La doctora es muy profesional y nunca ha interactuado de manera inadecuada, —me dice, coloca sus manos en mi cintura y me mira a los ojos.

—Está bien, me quedaré aquí y veré serie hasta que llegues. Ahora ve a darte una ducha y yo continuo tu desayuno, —pido.

—¿Qué apesto? —interroga.

—Estás muy sudado, no haga nada loco, —señalo viendo sus claras intenciones, me da un casto beso y se marcha.

No es que desconfié de Donovan, pero con eso que me contó de que hasta sus doctores le reprocharon que él tenía la culpa de lo sucedido a su hermana, no quiero que vuelva a recaer en el uso de las pastillas y no sé quién diablos manipula la vida de este hombre, me prometí que cuidaría de él y que estaré al tanto de cualquier cosa que pueda hacerle daño.

En estos meses que estuvimos fuera, Donovan ha mejorado mucho y duerme con normalidad, no tiene pesadillas y le es fácil conciliar el sueño. No quiero que alguien venga y lo desestabilice con mentiras que este puede llegar a creer, su madre es mi principal sospechosa, ya que es una bruja maldita y seguro pronto la tendremos por aquí.

Donovan regresa cambiado de manera semi formal llevando puesto un polo blanco debajo de ese saco azul, su pantalón negro y sus zapatos del mismo color lo hacen ver atractivo, me gusta su estilo al vestir y tiene un buen ojo para escoger mis ropas.

—Aquí tienes, —sirvo su desayuno y me siento a su lado hasta que termina.

—Me tengo que ir a la cita, volveré pronto, —murmura.

—Está bien, ve con cuidado, —pido, me da un beso y luego otro que me saca una sonrisa.

—¿Te he dicho que te ve sexi con mis camisas? —cuestiona.

—Señor Bristol ¿se está llevando estas imágenes en su mente para su prueba de conteo de espermatozoides? —cuestiono.

—No puedo mentir diciendo lo contrario, —muerde mi labio y se separa de mí para marcharse dejándome sola en el apartamento.

La puerta es tocada y camino hasta allá, sé que la única persona que llega sin anunciarse es Alexandro. Abro y efectivamente es él, me hago a un lado para que entre y lo sigo hasta el sofá.

—¿Dónde está Donovan? —cuestiona.

—Tiene una cita con su doctora ¿sucede algo? —interrogo al ver algunas ojeras debajo de sus ojos, suspira sentándose en el sofá.

—¿Me das un consejo? —pregunta inseguro y asiento. —¿Qué piensas del sentimentalismo en el sexo? —alzo mis cejas.

—Si la persona en realidad te interesa deberías arriesgarte, pero si no vale la pena. Entonces no deberías darle tu corazón, —es lo mismo que hice con Donovan, no puedo decir que lo amo, pero le entregue la oportunidad de ganar mi cariño, ya que este me ha entregado el suyo.

—¿Cómo sabré eso?

—Dándole una brecha en el muro que construiste para que nadie te pueda hacer daño.

—Fue duro escucharme hablar por lo que pase, pero me ha hecho darme cuenta de que no puedo vivir aferrándome a cosas del pasado. Hice todo para que Valentina sobreviva, pero el destino fue cruel y me la arrebato, no es mi culpa, —mascullo.

—Es un gran progreso y me gustaría conocerla, —pide. —¿Puedes traerla a tu próxima cita?

—Claro, no hay problema.

Dayana Berlusconi

—Te está pegando fuerte, —suelto mirándolo cuando regreso a la sala vestida.

—¿Qué? —me mira confundido.

—Se nota que te gusta mucho esa persona ¿Por qué no le has dado la oportunidad? —cuestiono.

—Porque soy un idiota, —susurra. —Le ofrecí dinero para que se acueste conmigo y ahora debe odiarme.

—Eres un idiota, —se ríe.

—Las manías se pegan, —lo miro sin entender—. Nada, pero ya que estoy aquí ¿puedes persuadir al gruñón para venir a una fiesta? —interroga.

—Lo intentaré, pero no prometo nada.

—Sé que va a ir, —asiento y me despido de este después de acordar la hora en la que nos reuniremos en el lobby y me amenazo con que si no bajamos, nos tumbaría el polvo tocándonos la puerta, Alexandro está loco.

En la vida no que menos deseas te rebota en la cara hasta que debes tomarlo, no hay opciones que mejoren tus condiciones sociales, Donovan llego justo cuando más necesitaba la ayuda para el tratamiento de mi madre. Sola podría cubrir varias secciones de quimio, pero con la ayuda de este no sabría si ella iba a vivir.

El cáncer es mortal, agotador tanto de manera física y mental, no solo el que lo carga sufre con su condición. También lo que los amamos sufrimos con ellos, ese miedo contante de saber que pueden perder la guerra y dejarnos es dolorosa la idea, no estamos, ni estaremos preparados para ver a alguien que queremos partir y verlo partirse durante este proceso es como vivir en infierno, ver su tortura día a día es amargo.

No todo es como lo pintan, insomnios, depresión, agotamiento mental y físico, dolor y angustia. Nadie desea esto a su enemigo, pero todos soñamos con que abra una luz al final del túnel y que al fin podremos ver a esa persona ganar esa guerra para continuar con su vida y ser el ejemplo de otros guerreros que pasan por esta batalla que puede ver sé sin fin, pero sé que tiene su momento de terminar.

Cuando el guerrero muere, no se debe decir que perdió la guerra porque ha ganado la inmortalidad del descanso eterno. Doloroso para los vivos, pero placentera para ese luchador que sufrió día a día y que se quebró una y otra vez hasta el cansancio, ya no tiene por qué pelear y al fin su dolor ha terminado.

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