El Socio de mi padre romance Capítulo 30

Axel Vega Lazcano

León, Guanajuato, México

Lo que me dijo Amaia, no me lo podía creer ¿Dos de mis hermanas sabían que Amaia estaba enamorada de mí y no me dijeron nada? Apenas si podía creer eso. Me estacioné en un lugar que se veía bien para cenar y abrí la puerta del lado de Amaia, en cuanto ella se bajó del auto, nos abrazamos y no pudimos evitar, besarnos y sentirnos un poco, aunque fuera por un momento. Siempre me pasaba eso con ella, nunca la quería soltar, siempre quería tenerla así cerca de mí.

–Te amo preciosa, gracias por estar conmigo – Seguí besándola y abrazándola – No quisiera soltarte, nunca.

Ya no sé qué iba a hacer, Amaia lo era todo para mí y el estar casado con Cecilia, me impedía estar como me gustaría estar con mi preciosa Amaia.

–Ni yo tampoco a ti, Axel. – Me dijo mirándome a los ojos.

En ese momento, le llamaron a Amaia y era nada menos que su novio, Luis Miguel, para lo del evento en su casa esa noche. Amaia estaba por negarse a ir, cuando yo le hice señales que no lo hiciera y que fuera, pues eso sería lo mejor. No despertar sospechas y todos seguir con nuestra vida diaria.

–Axel, no quiero ir con Luis Miguel – Dijo ella al colgar – Irá por mí, en una hora al hospital, para irnos a su casa a la cena.

–Entiendo preciosa, no pasa nada. Debes ir, por mucho que me pese. El ayer cumplió con su parte y hoy te toca, cumplir con la tuya – Me dolía decir esas palabras – Yo voy a estar bien.

–Vamos a cenar algo y volvemos al hospital, para esperar a Luis Miguel. Me muero de hambre, Axel y en esas cenas yo nunca ceno, odio todo lo que tenga que ver con la alta sociedad.

–Está bien, vamos cariño. – Seguimos buscando.

Entramos a cenar unos tacos y papás a la francesa y cuando terminamos volvimos al hospital. Estuvimos en la sala de espera con todos y cuando llegó Luis Miguel, Amaia se despidió tiernamente de mí antes de irse con él. No podía aguantar, a pesar de la situación en la que estaba los celos que me invadían, sabiendo que ella se iba con Luis Miguel.

–Nosotros ya nos retiramos, Axel, tomate los días que sean necesarios, hasta que se recupere tu hermana – Me dijo Mauricio – Para lo que necesiten tu familia y tú, cuentas conmigo.

Mauricio era mi socio y amigo, le agradecía ese gesto que tenía para con nosotros, era un ser humano muy comprensible y bondadoso.

–También conmigo Axel, que todo salga bien con Elisa – Dijo Bin Laden – Te supliré en tus casos y ayudaré a Ale, tú pierde cuidado.

–Gracias a todos por estar aquí – Respondí – Cualquier cosa, les aviso.

–Axel, lo que sea me llamas a la hora que sea – Ale me abrazó de un modo que me incomodó y lo hizo delante de mi hermana Lorena – Te quiero mucho.

Ya me parecía mucho descaro el que tenía Ale, yo nunca le había dado pie, para se comportara de esa manera delante de todos, nunca le había demostrado algún interés.

–Yo también a ti Ale, vete con cuidado y gracias por venir.

–Te he traído un cambio de ropa, para que estés cómodo. Fui al despacho y te traje cosas de ahí y le mentí a Ale que me quedaría con Luis Miguel, porque yo quiero quedarme contigo, no quiero dejarte solo.

–Preciosa, no es necesario en serio. Estoy aquí con Lore y más tarde llegarán mis papás. – Quise razonar con ella.

–De todos modos, no puedo dejarte así, no podría dejarte en este momento Axel.

–Gracias, mi amor, esto significa mucho para mí. Ven preciosa, vamos con Lore.

Caminamos así abrazándonos con Lore y nos sentamos con ella en la sala de espera. Estuvimos platicando un poco, luego me fui a cambiar con la ropa que me había traído Amaia y después volví a sentarme con ellas, a estar esperando a que llegaran mis padres y mi otra hermana y a que nos dieran noticias de Elisa. Lore, entonces, bajó un poco su volumen de voz, en medio de la plática.

–Axel, se ha quedado dormida Amaia – Voltee a verla y parecía un ángel, estaba preciosa, dormida en mis brazos – Ya no hablemos, para no despertarla.

Amaia había sido terca en querer quedarse conmigo en el hospital, así no iba a poder descansar, ella nada y se tenía que ir al Tec, en unas horas, pero nada había podido yo hacer, no la podía obligar a que se regresara a casa de su hermana a esa hora.

–No lo había notado, Lore – La abracé más y la tapé con mi saco.

Lore y yo, al poco rato nos quedamos dormidos también. Hasta que mis padres llegaron y nos despertaron. Mis padres se quedaron muy impresionados, de ver que yo estaba con Amaia y no estaba con Cecilia. En ese momento todo, lo que me pasó por la mente era que, no fueran a tomar a mal, lo de Amaia y yo. No quería que se opusieran mis padres, porque a ella no la iba a dejar jamás, no la soltaría por nada del mundo.

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