Amaia Domínguez García
León, Guanajuato, México
Todo el día en el Tec, se me pasó muy rápido y Luis Miguel mi amigo y novio falso, me hizo el favor de llevarme al despacho. Al entrar, se me hizo fácil meterme a la oficina de Axel, como era mi costumbre, porque ahí había un espacio para hacer mi tarea.
–Hola Amaia – Se asomó por la puerta una de las asistentes de mi padre – Lamento interrumpirte cuando estás estudiando, pero están afuera buscando a Axel.
–Hola Dalia, él no está ¿Quieres que lo llame? Sí es alguno de sus clientes, pregunta por favor quién es y veo si lo puedo ayudar yo.
–No lo creo, esta mujer no parece ser su clienta – Dalia habló por lo bajo – Parece ser su amante.
Lo que dijo Dalia me heló la sangre, dejándome congelada por completo sin saber qué hacer, respiré profundamente, así que le dije lo primero que se me ocurrió.
–Pásala a la sala de espera general, por favor Dalia. Yo ahora salgo a ver que quiere, primero trataré de localizar a Axel.
–Claro Amaia, gracias.
–Por nada.
No le iba a llamar a Axel, por supuesto que no. Eso no lo haría, estaba antes que eso mi curiosidad. Primero tenía que ver por mis propios ojos, quién era esa desgraciada mujer y luego ya vería que decirle a Axel. Salí de su oficina mientras pensaba que él, era alguien muy ocupado, por el sexo opuesto: Cecilia, Ale, Amaia y ahora ¿? No sé quién sería.
Iba caminando por el pasillo, para llegar a la sala de espera general, me encontré con Bin Laden, quién caminó conmigo hasta allá, me moría de la curiosidad. Lo que había dicho Dalia, me hizo reaccionar de inmediato.
–Hola Amaia, no te vi llegar del Tec – Me saludó – Siempre va Axel o tu hermana Ale por ti, ¿Sigues sin comprar la batería del clásico?
–Hola Bin Laden, sí aún no la he comprado, pero, ya pronto. Me has caído del cielo, ¿Tú sabes quién es esa mujer de allá? La que se ve por el cristal de la sala general de espera.
–Es un monumento de mujer, tengo que ir a conocerla – Bin Laden apuró el paso – Ahorita mismo, te saco de dudas y te digo quién es.
Este era peor que Axel, los dos eran unos mujeriegos de primera, nada más ver cómo le brillaban los ojos al ver a la mujer que estaba en la sala, más me daba coraje. ¿Porqué Axel, me tuvo que hacer eso?
–Gracias.
Me quedé parada como tonta en el pasillo, mientras Bin Laden abordaba a esa mujer, pero a los pocos minutos él salió con ella platicando de allá y se dirigían directamente a mí.
–Listo Amaia, ella es Ivanna Linares – La presentó Bin Laden – Viene a buscar a Axel.
Pues de eso ya estaba enterada, lo que quería saber en qué plan venia, de cliente o de otra cosa, que era lo que más me importaba.
–Mucho gusto señorita, ya la había visto antes, pero en persona es más linda – Me ofreció su mano – Ivanna Linares, a sus órdenes, pero si lo prefieres puedes llamarme, güera.
Levanté la vista al frente y lo vi, él también me vio y cuando puso apenas un pie dentro de su oficina esta mujer, se lanzó a sus brazos y lo llenó de besos. El encantado la recibió sin importarle que ahí estuviera yo.
–Güera, que bueno que has venido. Estás guapísima, me moría de ganas de verte – Le decía el muy sínico – Hay mucho de que platicar.
–Canijo, que gusto verte. Estás tan guapo como siempre condenado, mírate nada más – Le respondía ella y volvían a abrazarse.
Sin pensar en nada y en medio de esa maldita escena, dónde Axel abrazaba a otra de sus amantes en mi presencia. Tomé mis cosas de la tarea y estaba por salir de su oficina, cuando él me detuvo.
–Amaia cariño, quiero que conozcas a…
–Ya nos hemos presentado formalmente Axel – Dijo esa mujer – De hecho, ella me trajo a tu oficina a esperarte.
–Que bueno que ya se conozcan, ¿Vamos a comer los tres? – Propuso Axel.
–Vayan ustedes, yo tengo mucha tarea – Dije furiosa – Disfruten su comida.
Me salí de la oficina de Axel, caminando lo más rápido posible con mis zapatillas de tacón y sin mirar atrás, no quería parecer una estúpida en esa comida, ¿qué le pasa a Axel, quería tener a dos mujeres a su merced?
Para entonces, ya las lágrimas habían salido como cascadas de mis ojos, escuché que él corría tras de mí, deseando que no me alcanzara o le diría lo que pensaba en ese momento, que era un estúpido, desgraciado y pendejo. No lo quería volver a ver en mi vida.
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