Axel Vega Lazcano
León, Guanajuato, México
Mi hermosa Amaia estaba celosa o no habría salido de esa forma tan intempestiva como salió de mi oficina, no me disculpé con la güera y poco me importó dejarla sola en mi oficina, para ir detrás de la mujer que amo.
–Amaia, alto ahí por favor – Ella comenzó a correr cuando me supo cerca – Tenemos que hablar, cariño.
Ella no me hizo caso y siguió caminando sin importarle que iba detrás, no se detuvo para nada, no me gustaban los berrinches.
–No quiero hablarte Axel, déjame en paz – Ella estaba llorando y eso no lo soportaba – Me largaré a hacer mi tarea a otro lado, buen provecho.
Ella alcanzó a salir a la calle y se fue corriendo lo más rápido que pudo por un callejón que estaba al lado del despacho, ahí la alcancé y la pegué a la pared, no le iba a permitir que siguiera huyendo de esa manera, ya no pudo huir más, estaba aprisionada entre la pared y yo, ahogada en llanto y sin levantar la mirada para verme a los ojos.
–Amaia cariño, no tienes porque ponerte así. Déjame que te explique, porque sé lo que piensas preciosa – Acaricié su rostro notando que ella se estremecía de inmediato – Te aseguro que lo que tu mente piensa no es lo que es.
Eso me pasaba por no haberle dicho antes que tenía una amiga y que así nos llevábamos, no era la primera vez que alguien se confundía con eso, pero eso quedaba fuera de toda realidad.
–Suéltame Axel o voy a hacer un escándalo, no quiero que me toques, ni que me beses ni nada. Eres un desgraciado, un pendejo y…
No la dejé seguir más, la besé como siempre lo hacía dejándole claro que ella era y sería siempre solo mía y la única mujer que me interesaba. Nos dejamos llevar por el beso, hasta que ella, sacó fuerzas para apartarme.
–Déjame Axel, te exijo que me sueltes por favor – Gritó ella – Lo de nosotros, lo que sea que haya sido, se acabó.
No sabía que fuera tan difícil hablar con Amaia, estaba reacia a escuchar cualquier cosa que le dijera, pero tenía que hacer que me escuchara de todas formas, de lo contrario no había vuelta atrás.
–Amaia, por favor déjame hablar y deja de ponerte así – Le limpié sus lágrimas tiernamente – No tienes que hacerte esto a ti misma, estás haciendo una tormenta en un vaso de agua.
–No estoy haciendo nada Axel, simplemente es por lo que he visto ¿Cómo pudiste pedirle a otra de tus amantes que fuera a buscarte al despacho de mi papá? Es el colmo del cinismo, ¿Cuántas son aparte de mí. Las mujeres con las que te acuestas?
Ella seguía llorando, no podía calmarse y yo estaba quedando como el malo del cuento ante toda la gente que pasaba por el callejón, una de las desventajas de los años que nos separaban, que ella seguía haciendo sus berrinches y sus dramas.
–Sí soy así como dices y lo acepto Axel, ya déjame en paz. No quiero saber nada de ti – Volvió a gritarme – Lárgate con la güera y disfruta con ella, lo que yo, nunca voy a poder darte porque para empezar no estoy, así de bonita como ella.
Se me volvió a soltar y se fue de nuevo caminando, como odiaba esos jueguitos, esos arranques y esas cosas de tener que estar persiguiendo a una mujer, ya no estaba para ir detrás de nadie. La seguí de nuevo, convencido que lo iba a intentar por última vez y si no lograba nada, iba a dejar todo por la paz con ella, no me gustaba esto, pero para nada. No le aguantaba a nadie, que me hiciera esa escena.
–Es la última vez que te detengo y si vuelves a irte será para siempre – Decreté con seguridad – Ella es mi mejor amiga y te lo digo de nuevo, vamos a comer los tres si es que me quieres dar el beneficio de la duda.
–Y si no te lo quiero dar, ¿Qué pasa? – Me rebatió – No estoy obligada a dártelo y sé lo que vi e imagino lo otro que han hecho a mis espaldas, ya te veo haciéndoselo ahí en el escritorio de tu oficina, como la otra noche me lo hiciste a mí el día de la fiesta.
No tenía que hacer ese tipo de comparaciones, porque ella era a la primera que le hacía el amor en la oficina, jamás se me habia pasado por la cabeza hacer algo ahí, solo con ella, porque se dio la oportunidad de hacerlo y lo hicimos.
–Muy bien Amaia, te dejaré en paz – La solté y ella me miró asustada – Fue un placer coincidir en esta vida contigo y compartir, lo que compartimos. Aquí es dónde volvemos a ser los amigos, que éramos antes de todo esto, espero tengas palabra y la cumplas, yo hice lo que tenía que hacer, pero veo que eres una persona que no entiende razones.
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