El Socio de mi padre romance Capítulo 42

Axel Vega Lazcano

León, Guanajuato, México

Empecé a caminar dejándola atrás, sin importarme que estuviera llorando. Odiaba que se pusiera en ese plan, que no me creyera y no le iba a estar rogando, yo no le ruego a nadie. Seguía caminando a paso lento, para que fuera ella está vez quién recapacitara y caminara para seguirme a mí, pero al no hacerlo me provocó voltear y al hacerlo me asusté cómo nunca en mi vida, estaba tirada desmayada en el piso del callejón.

–Amaia, mi amor, cariño despierta por favor preciosa – Llegué corriendo a su lado en milésimas de segundo – Por favor, mi chiquita háblame.

La levanté en mis brazos y al hacerlo, mi mirada se cruzó con la de la güera que veía la escena muy consternada.

–Axel, lo siento te estabas tardando y salí a buscarte – Explicó mi amiga – Pensé que habías tenido un problema con tu chica y no me he equivocado.

No sabía cómo mantenerla cargada e intentar recoger sus cosas, afortunadamente mi amiga había decidido salir a buscarnos.

–Güera, ayúdame a levantar las cosas de Amaia por favor – Le pedí – Sí tuvimos un problema y fui muy duro con ella, que ahora se ha puesto mal por mi culpa.

– ¿Por qué no me sorprende lo que dices, Axel? Nunca has tenido tacto para tratar a las mujeres. Yo levanto las cosas, siéntate en una banca con ella.

No me puse a analizar que Amaia, es todavía una niña y no está acostumbrada a que le hablen en ese tono, me había pasado de la raya, ahora tenía que hacerla reaccionar.

–Lo sé, soy un pendejo, pero ella es diferente a pesar que se me quiso poner altanera, le afectó más de la cuenta que le pusiera el alto y todo acabó así.

Me senté con Amaia en mis brazos, en una banca de piedra del callejón, sintiéndola demasiado fría y muy desvanecida, tanto que temía que se me soltara de mis brazos. La güera recogió sus cosas y las puso en la banca, ella comenzó a mover las manos de mi hermosa Amaia y a tratar de pasarle un poco de calor, pero nada, seguía en las mismas.

–Axel, voy allá enfrente a comprar alcohol – Señaló la farmacia – Tenemos que hacerla que reaccione.

Había una farmacia cruzando la calle, esperaba que no se demorara, esto que me pasaba con Amaia ya no era normal porqué se desmayaba a cada rato.

–Gracias güera, si por favor.

Mi amiga se fue por el alcohol, dejándome un momento a solas con mi hermosa mujer, la besé en sus labios y estaban helados, la movía suavemente, pero ella parecía no poder volver de ese estado tan profundo de inconciencia, quería que reaccionara, ya me estaba entrando el pánico, porque ya no sabía que más hacer.

–Amaia cariño, despierta. Siento mucho lo que te dije, perdóname yo te amo – Mis lágrimas caían sobre su hermoso rostro – Despierta, mi reina. – Volví a besar sus labios.

La besé muchas veces y en una de tantas sentí que sus labios se abrieron para recibir mis besos, siendo ese el mejor momento de mi día. Ella había reaccionado. Continuamos el beso y me alegré que haya vuelto en sí.

–Veo que ya el alcohol, no será necesario después de todo – La güera llegó a romper nuestro momento – Menos mal, que ya ha podido reaccionar tu chica, Axel.

–Encantada de conocerte Amaia – La güera tomó la mano de Amaia – Y no, no tienes razones. Axel está enamorado con todos los huevos de ti.

Mi amiga no se medía a la hora de hablar, pues conmigo no había problemas, pero apenas estaba conociendo a Amaia, no creía que fuera el momento para ser tan indiscreta a la forma de hablar.

–Que vulgar eres güera, que bárbara – Me reí de su comentario – Pero sí Amaia, estoy enamorado con todo de ti.

Le dije mirándola de frente y sin pena por estar delante de mi amiga, pues ella lo sabía de sobra, llevaba años contándoles mis penas, porque nunca pensé que se fuera a dar algo entre Amaia y yo.

–Y yo, estoy loca de amor por ti Axel Vega – Amaia me miraba con ojos de amor – No sé vivir si no es contigo.

Nos dimos otro apasionado beso, sin importarnos que teníamos de audiencia a toda la gente que pasaba por nuestro lado a de la que estaba en el callejón y a la güera que nos miraba besarnos, muerta de risa por toda la situación.

–Bueno ya, déjense un rato. No desayuné y tengo hambre ¿A dónde nos vas a llevar, Axel?

–A dónde quieran ustedes, pónganse de acuerdo.

Amaia y la güera empezaron a discutir de lugares, se iban a llevar muy bien. De eso podía estar plenamente seguro, ya que decidieron algo, caminamos los tres al despacho, para poder irnos en el auto a comer algo.

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