Amaia Domínguez García
León, Guanajuato, México
Nos fuimos a comer a un bonito restaurante Axel, su amiga, la güera y yo. No podía negar que, aún me sentía demasiado apenada con ella por la manera tan fea en la que me puse, sin saber nada de su relación de amistad con Axel. Nos sentamos en una bonita mesa y empezamos a ver los menús que estaban ahí. Axel se sentó a mi lado y de vez en cuando me besaba, lo que no pasó desapercibido para la güera.
–Me siento mal haciendo el mal tercio, chicos – Manifestó la güera – Pero, la verdad se ven hermosos juntos.
–Gracias, güera – Respondió Axel – Ahora ya conoces, a la mujer de la que estoy enamorado como un estúpido.
–Estúpido ya estabas amigo mío desde que te conocí y no me van a dejar así con esta incertidumbre – Ella nos volteaba a ver a ambos – Amaia, hermosa cuéntame ¿Cómo acabaste andando con este hijito de su madre?
La güera nos hizo reír a carcajadas a Axel y a mí con su comentario. Me tuve que controlar un poco de mi ataque de risa, para poder responder a su pregunta.
–Tu amigo nunca se me declaró güera, por sí es eso lo que piensas – Empecé a contarle – He sido yo, quién se animó a declararle el amor que sentía por él y quién le propuso que fuéramos amantes.
Le dije sin pena, porque así había sido, si yo no me hubiera arriesgado, en estos momentos no estuviéramos juntos.
–Órale, que aventada Amaia y de este tonto de mi amigo no lo puedo creer. Axel es, él todas mías y se calló por mucho tiempo sus sentimientos por ti, allá en Autlán todos saben que te ama desde hace años.
–Güera, Amaia ya sabe eso – La silenció Axel – Ella ya tuvo contacto con mi familia en el hospital cuando se puso mal Elisa.
–Qué bueno, yo quiero ser testigo de tu divorcio Axel y después de tu boda con Amaia – Declaró la güera – No me pienso perder nada.
Axel estaba por responderle algo y afortunadamente no lo hizo, nos fueron a tomar en ese momento la orden y yo usé ese pretexto para ir al baño. No me gustaba que se tocara o se dijera nada relacionado con el escabroso tema del matrimonio, era alérgica a esa palabra.
Al regresar a la mesa, ya habían llevado unas flautas como entrada y no platicamos tanto mientras empezamos a comer primero eso y luego llevaron el plato fuerte y justo cuando terminamos de comer Axel, se levantó de la mesa para ir a atender una llamada.
–Amaia, ya que estamos solas dime ¿En serio estás con Axel porque lo amas? O es por curiosidad de estar con un hombre mayor y aparte casado. Yo soy una tumba, te lo juro.
Claro que iba a comenzar el interrogatorio, era de esperarse, pues era notable la diferencia de edad, y no, no me gusta porque fuera mayor que yo, simplemente me había enamorado de él, llevaba años haciéndolo.
–Es porque lo amo güera, solo por eso – Confesé sintiéndome en las nubes – Lo amo desde hace muchos años y casados, ya tuve, güera, Axel, no es el primero, pero sí el hombre al que amo.
–Me da mucho gusto escuchar eso Amaia, porque bueno, estoy un poco preocupada porque cuando supe que Axel y tú andaban, lo cual fue anoche, me entró el nervio, ya sabes cómo amiga de alguien siempre te preocupas.
–Sí, amor, suerte con tu cliente y vete con cuidado. Te amo Axel.
–Te amo Amaia, gracias, amor.
Axel se fue y apenas nos quedamos solas la güera y yo, me sorprendió que no llamara al mesero para pedir postre ni nada, lo que pensaba yo que haríamos quedarnos a comer el postre y tomarnos un café, pero para mi sorpresa esa no era la idea de la güera.
–Amaia, ya que Axel ha pagado en caja la cuenta, nosotras nos iremos a otro lado para estar más relajadas.
–Sí, me parece bien güera. Yo necesito un trago, he estado muy estresada.
–Pues sí, me di cuenta con eso que te desmayaste y eres de las mías, para todo mal un trago de mezcal.
–Pues vamos por él, yo te sigo.
Salimos del restaurante y nos fuimos en un taxi, la güera le dio la dirección al taxista y fuimos hablando todo el camino, llegamos a un lugar que no se veía muy de la primera clase, no era el tipo de sitio al que estaba yo acostumbrada y cuando nos bajamos la güera lo notó. Pues mi cara de desencanto no la podía ocultar.
–Amaia, aquí vengo muy seguido, se ve un poco feo de afuera, pero por dentro el ambiente se pone bien – Me explicaba – Ahora que, si no quieres, nos vamos a otro lado.
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